Del Gobierno Encuestocrático
al Ineptocrático,
por Hermógenes Pérez de Arce.
A través de más de un correo me llegó
ayer la foto de una polera con una lectura en inglés, que se vende por e-Bay y
cuya traducción dice: “Ineptocracia: Un sistema de Gobierno donde los
liderazgos menos capaces son elegidos por los menos capaces para producir, y en
el cual los miembros de la sociedad menos dotados para sustentarse a sí mismos
o para triunfar, son remunerados con bienes
y servicios financiados por la riqueza confiscada a un decreciente
número de productores.”
¡Sabio impresor de poleras! Pues es una
definición muy acertada y que se sostiene a través de la historia de la
Humanidad. Asimismo, explica las crisis actuales, recientes y pretéritas de
diferentes países y continentes. En fin, predice el devenir chileno durante el
“nuevo ciclo” iniciado anteayer. No es poco mérito intelectual.
Pues en Chile venimos saliendo de un Gobierno
encuestocrático, cuyo único norte era permitir que quien lo encabezaba
remontara en las encuestas, propósito que finalmente logró, dejando agradecidos
a sus adversarios y sembrado el camino de partidarios muertos y heridos, entre
ellos las colectividades que lo apoyaron y los militares que creyeron en sus
promesas de debido proceso.
Como no podía menos de suceder, por su
falta de decisión en temas “impopulares” el Gobernante encuestocrático dejó al
país en decadencia productiva, escaso de energía y con Regiones asoladas por el
violentismo; y, lo peor de todo, debió entregar el poder a los mismos
adversarios ineptocráticos a los cuales tanto se esforzó por complacer, algunos
de los cuales se han mostrado bastante malagradecidos.
El
programa fundamental de estos últimos lo dicta “la calle”, es decir, la enorme
mayoría que quiere para si los frutos generados por la minoría que produce. “La
calle” quiere esa riqueza y para ello necesita destruir el derecho de propiedad
firmemente garantizado en la Constitución. Para eso, a su turno, necesita
cambiar la Constitución por otra sin los quórums especiales propios de la
democracia protegida, y en la cual todo se decida por mayoría. Además, quiere
recibir gratis e inmediatamente un costoso bien de capital, que se llama
“educación”. Y, por último, quiere “la plata”, es decir, “el FUT”, el gran pozo
de los ahorros acumulados por la clase productiva incentivada por la exención
de impuesto a la renta sobre las ganancias ahorradas y no consumidas.
El
nuevo Gobierno ineptocrático tiene mayoría Parlamentaria y puede dar pronto los
grandes zarpazos proyectados a la educación y al FUT. Los empresarios, que
siempre están dispuestos a vender a sus verdugos la soga con que los van a
ahorcar (Lenin), han declarado que no se van a cortar las venas por el FUT. O
sea, para eso no hay problema. Pero en lo de la Constitución la Presidenta está
un poco confundida, porque, para empezar, no tiene pensado nada al respecto y
no sabe dónde puede ir a parar el país si la nueva Constitución la hace “la
calle”. Pues el régimen ineptocrático no lo es tanto como para no darse cuenta
de que toda su autoridad proviene, precisamente, de la actual Constitución, y
de que si “la calle” barre con ésta también puede barrer con él.
Entonces,
dando un gran suspiro, ha dicho que este tema no es para los primeros cien
días, sino para, por lo menos, seis meses. Y ya para entonces puede resolverse
por su receta favorita: formar una comisión.
Pero,
le digo yo, ¡cuidado!, porque se ha oído de pocas lunas de miel que duren seis
meses.