lunes, 29 de octubre de 2012

Ecos de un fin de semana electoral...


Creemos que el proceso electoral de
ayer, en el que el único ganador
 fue la abstención y algunas
odiosidades, debe hacernos meditar
 sobre la votación voluntaria, acelerar
 el voto electrónico y servir de
 meditación a la clase política.






Las lecciones de la elección Municipal,
por Mario Montes.


Las elecciones de ayer a nosotros nos dejaron un mensaje claro, hay que reponer a la brevedad las clases de educación cívica, pues una parte importante de los nuevos posibles electores, producidos por la inscripción obligatoria, dieron una penosa demostración de falta de civismo.



Las encuestas vaticinaban que habría una fuerte abstención entre los más de 5 millones de nuevos “inscritos” producidos por la inscripción automática, pero se vaticinaba que concurriría a las urnas aproximadamente de un 60% de los enrolados en el padrón electoral.



El legado bacheletista de este mal proyecto de inscripción automática y voto voluntario fue simplemente desastroso para nuestro sistema democrático, de más de 13 millones de posible electores escasamente voto una cifra cercana a los 5 millones y medio de ciudadanos.



La abstención, es decir la apatía, la falta de compromiso ciudadano, la falta de civismo, demuestran la necesidad imperiosa de revertir la nefasta legislación que amenaza por deslegitimar el único sistema que realmente la participación a los pueblos en los asuntos públicos.



Sin duda alguna la gran ganadora de los comicios de ayer fue la abstención, que entre otras cosas demuestra la escasa capacidad de movilización de las dirigencias políticas y la muy  escasa idoneidad de una parte importante  de quienes  participantes en la actividad.



El proceso de carácter local fue extremadamente politizado, en algunos casos utilizando el vergonzoso la trampa del acarreo de electores, que por ejemplo en Providencia dio como resultado el absurdo de tener más votantes que habitantes y que se perdiera uno de los buenos ediles del país.



Por otro lado hemos visto surgir nuevamente actos de violencia extrema, de odio, de falta de respeto flagrantes y de amenazas contra aquellos que se oponen a los designios maniqueos de ciertos dirigentes que mantienen esquemas que el mundo ha superado hace tiempo.



Algo que consideramos que debe hacernos poner las barbas en remojo es la incipiente violencia de algunos sectores que pretenden que la legislación debe ser presionada por la calle o la de otros que con afanes totalitarios quieren silenciar a aquellos que tienen visiones diferentes a las propias.



No fue una jornada electoral que nos enorgullezca, aunque formalmente estuvo muy bien organizada y la seguridad plenamente garantizada por nuestras Fuerzas Armadas y de orden, creemos que el gran perdedor fue Chile, y su democracia, farreándonos una vez más una oportunidad dorada.



Nos da lo mismo que las diferentes agrupaciones intenten demostrar, cuadrando cifras a la fuerza, que son los ganadores de lo que debió ser un magno evento, aunque todos hayan bajado de votación, lo que nos interesa es ver si aprendieron la lección y sacaron alguna conclusión positiva.



Acerca de lo vulgar,
por Pedro Gandolfo.


Me propuse hablar de lo vulgar, e inmediatamente me di cuenta de que estaba ya -hasta el tope- metido en camisa de once varas, porque quienes últimamente lo hacen terminan hablando vulgaridades. Es un sino.



Para intentar huir de esa fatalidad, parto por algunos antecedentes de reconocida procedencia "no vulgar": el término proviene del latín vulgus, que significa "común", y es esa acepción (no la más bien peyorativa que le asignamos hoy) la que tuvo en nuestras lenguas originalmente (lenguas, por lo demás, llamadas "vulgares" respecto del latín).



Y es precisamente Dante, en su célebre " De vulgari eloquentia ", quien señala "que llamamos habla vulgar a aquella a la que en su entorno familiar se habitúan los niños cuando comienzan a distinguir las voces; o, más brevemente aún, definimos como lengua vulgar a la que, sin normativas, se aprende por imitación de la nodriza. Disponemos de otra lengua secundaria a la que los romanos llamaron 'gramática'. Por igual la tienen los griegos y otros, pero no todos, porque no llegamos a conocer sus reglas ni a aprenderla sino transcurrido un tiempo y tras asiduo estudio. De estas dos, el habla vulgar es la más noble, ya porque fue la primera usada por el género humano, ya porque la gozan en todo el orbe, aunque esparcida en diferentes pronunciaciones y términos; sea también porque nos es natural, mientras que la otra es más bien artificial".



El gran poeta italiano tenía completa convicción de que esas lenguas "vulgares" -que coinciden con el idioma materno y familiar- se desgastan en su uso cotidiano y se corrompen inexorablemente con el tiempo, y aunque no lo expresó de ese modo, se puede hablar "vulgarmente" el lenguaje vulgar, vulgarización que estropea " la virtù " de cada idioma (por vía, sobre todo, de la simplificación, de la pérdida de los matices, en fin, de la pauperización idiomática), y dedica, por eso mismo, el resto de su tratado al estudio de la búsqueda de la lengua vulgar "más ilustre" (que resulta ser, por cierto, la suya, el toscano).



La defensa de la nobleza e integridad de "lo común" que hizo el gran florentino posee hasta el día de hoy una intencionalidad política por completo vigente. El espacio público, aquella esfera en la que los ciudadanos miembros de una polis conversamos, debatimos, discrepamos y nos ponemos de acuerdo acerca de los asuntos que nos conciernen a todos, depende de un idioma compartido. La vulgarización de la lengua común conduce a una vulgarización de la vida común y de la política misma, que no se resuelve en una fobia a lo vulgar -engendradora del cursi impostado solemne o chillón-, sino por un auténtico cultivo sobrio y esmerado de la palabra significante.



Obama y el mundo,
por Tamara Avetikian.


Siempre se ha dicho que los debates en Estados Unidos no cambian significativamente el voto, pero los últimos fueron cruciales para el empate en que están Obama y Romney. En el primero, el republicano estuvo brillante, agudo y asertivo. Obama, deslucido, aletargado y sin energía. En el segundo, despertó, agredió y fue agredido. Yo diría que pudo ser empate técnico, si la presentadora no hubiese intervenido para dar la razón a Obama en un punto dudoso, que descolocó a Romney. En el tercero, sobre política exterior, Obama ganó lejos. Esa discusión, para un Presidente que ha sido Comandante en Jefe por cuatro años, frente a un contendor con cero experiencia internacional es una pelea ganada de antemano.



Obama ya no es el novato de 2008, que enfrentó en desventaja a John McCain, veterano de guerra y del Congreso. Esta vez, el Presidente pudo pasearse cómodo por los problemas internacionales más complejos; mostrar sus éxitos (no muchos), como el retiro de las tropas de Irak o el operativo que terminó en la muerte de Osama bin Laden; explicar sus fracasos, como la política hacia Irán y Norcorea, o defender sus ambigüedades en el conflicto israelí-palestino. No fue convincente en varios otros, pero mostró que tiene plena confianza en sus decisiones, porque, como dice James Mann, él es su propio estratega en asuntos mundiales.



Mann es el autor de un excelente libro, "The Obamians" (cuyo subtítulo es "La lucha dentro de la Casa Blanca para redefinir el poder estadounidense"), que escudriña el enfoque global de Obama antes y después de asumir. Entra en la formulación de su política exterior y en cómo toma las decisiones. En el libro queda en claro una pugna entre actores (Departamento de Estado, Pentágono, académicos) para imponer su visión del estatus de potencia y el rol de EE.UU., pero también que es Obama quien en definitiva decide, y dentro de un círculo pequeño de jóvenes asesores que lo acompañan desde su época del Congreso.



Estos "obamianos", al igual que el Presidente, no tienen el "trauma" de Vietnam, que marcó a varias generaciones. Si algo los determinó fueron el 11-S y la crisis financiera de 2008. Para Mann, ahí está la clave de por qué Obama puede ser una mezcla de idealista (que trata de promocionar la democracia) y realista (determinado a usar la fuerza, como en Libia, si es necesario), que no se avergüenza de haber dado cierta continuidad a la política exterior de George W. Bush, en especial la lucha antiterrorista. El L eitmotiv del grupo podría resumirse en la frase de uno de ellos, Ben Rhodes: "No queremos liderar la decadencia de EE.UU. Queremos darle 50 años más de liderazgo".



Con todo, no será la política exterior sino la economía lo que tendrán en mente los estadounidenses al votar. Y con Romney aventajando por ese lado, la incertidumbre se cierne sobre el resultado.



La lección de las casas "Copeva",
por Rodrigo Pérez,
Ministro de Vivienda.


CUANDO en 1997 las conocidas “casas de nailon” de la constructora Copeva sufrieron filtraciones luego de las lluvias de ese invierno, el país constató con indignación el resultado de una política habitacional cuya única preocupación fue la cantidad en perjuicio de la calidad.



En efecto, Chile era un país muy distinto del que es ahora, y con la mitad del ingreso per cápita de hoy, no era posible construir viviendas sociales con el estándar de la actualidad. Pero nada justifica el descuido en la calidad constructiva que inundó el sueño de la casa propia.



Quince años después, la Corte Suprema determinó que el Serviu Metropolitano debe indemnizar a 592 familias en cerca de $ 3 millones, lo que sin duda es una importante señal sobre el deber del Estado frente a las políticas públicas. Recogiendo el espíritu del fallo, en el Minvu consideramos que, además de pagar estas indemnizaciones, corresponde hacer algo que se debió realizar hace mucho tiempo: pedir perdón. Perdón por todas las frustraciones y molestias provocadas por una política habitacional mal implementada y mal ejecutada.



El Presidente Piñera, consciente de este problema, ha impulsado mejoras en el estándar de las viviendas sociales, de manera de responder a las necesidades actuales. En esta línea, el Decreto Supremo 49, que entró en vigencia este año, ha aumentando las prestaciones de las viviendas con subsidio, al tiempo que ha incentivado su mejor localización, integración con el entorno y equipamiento comunitario. Por supuesto, debemos fiscalizar que se respete este nuevo estándar, asegurando que se traduzca en mejores casas para las familias más vulnerables.



Aún en el contexto posterremoto del 27/F, nos propusimos defender la calidad de la política habitacional. Fue así como velamos por respetar el derecho de las familias a seguir viviendo en su mismo sitio (a excepción de las zonas de riesgo) y diseñamos una reconstrucción capaz de atender decenas de miles de viviendas esparcidas a través de seis Regiones del país. Al mismo tiempo, hemos trabajado en los procesos de fiscalización, garantizando que se construya lo mismo que se contrató. Todo lo anterior ha dificultado la reconstrucción, pero nuestras expectativas se mantienen en terminarla por completo al 2014. Si lo logramos, no sólo será una de las reconstrucciones más rápidas, sino también una que salvaguardó la calidad.



Por último, no basta con corregir las políticas habitacionales del pasado; también debemos resarcir sus malos resultados. El Presidente nos ha encomendado recuperar las decenas de miles de viviendas construidas con los estándares del pasado: departamentos de unos 38 m2, ubicados en barrios con calles angostas, con mala conectividad y sin áreas verdes, equipamiento ni servicios. Este esfuerzo de recuperación debe considerar también la superación de los problemas sociales que estos conjuntos de viviendas han generado; no por nada estos blocks concentran los más altos índices de inacción juvenil, delincuencia, drogadicción y violencia intrafamiliar.



Comienza, entonces, una nueva etapa para el Minvu, donde la cantidad y la calidad deberán encontrar un justo equilibrio, poniendo al frente la dignidad de las familias y la sustentabilidad de las viviendas y barrios que construimos con los recursos de todos los chilenos.



La guerra fría, in memoriam
por Alfredo Jocelyn-Holt.


El otro día, en el último debate electoral, Obama debió recordarle a Romney que habían pasado más de 20 años desde que terminara la Guerra Fría. No es que quiera defender a Romney, pero no es extraña su amnesia o confusión. Así como nunca se ha podido precisar cuándo comenzó esa guerra (nunca se “declaró” ni volvió totalmente “caliente”), cuesta fijar cuándo dejó de haberla.



Fidel sigue vivo. Junto al resto de la Humanidad, sobrevivió a la crisis de los misiles, y de ello hace 50 años recién cumplidos. Es decir, nada. Ciertamente, aquí no ha pasado nada para gente como Camila Vallejo, Dios la guarde, para quien, incluso, Fidel sigue siendo su “carta de ruta”. Y vaya lo que acaba de decir Ricardo Núñez, alguna vez “socialista renovado”. El Senador (R), en un anticipo de las memorias que escribe, califica sus años en la RDA como exilio de primera, muy “Red Set Vip” (podía entrar y salir con toda libertad para comprar paltas e ir a ver películas de Truffaut en Berlín Occidental). Semejante a la estancia de Angela Jeria, a quien el Muro de Berlín y su construcción le parecieron en su momento “correctos” (“Lo encontré una cosa chiquitita. El muro del que me habían hablado, el muro terrible, no lo vi nunca, en ninguna parte… Para mí no significaba nada. Sí me di cuenta de que para los alemanes era importante, a cierto tipo de intelectuales, artistas…”).



Extraordinaria versión minimalista. Hacia 1961, 2,7 millones de alemanes orientales se habían fugado por la frontera abierta de Berlín occidental. Dato que, por lo visto, a exiliados chilenos en la RDA, muchos voluntariamente afincados (podrían haberse quedado en destinos originales más acogedores, Australia en el caso de Jeria y Bachelet, París el de Núñez), no les dijo mucho entonces ni les importa mucho ahora. Gente parecida a Romney, claro que del otro lado del muro.



Es que en esto de la Guerra Fría ad infinitum -lo que nos tocó en Chile (no olvidemos que se nos formateó Constitucionalmente antes de 1989)- la política es la continuación de la guerra por otros medios, al revés de lo que afirmara Clausewitz. De ahí que el país esté hace rato binominal o dialécticamente empatado, Gobiernos duren 20 años, las dirigencias partidistas se hayan gerontocratizado, a nadie se le pase por la mente jubilar, todos se “repitan el plato”, a nadie se le ocurra reconocer haber sido derrotado o que dejó la tendalada ya una vez. Por eso también esa nostalgia, ese tufillo revolucionario “retro” de algunos, habiendo también los “Quetzalcóatl”, los infaltables “piérdete una”, el “voy y vuelvo, guárdenme el puesto”, no diciendo nada en el entretanto -el silencio hermético, “cool” y el paso fugaz, siempre mutis, la marca de una elocuencia y carisma imbatibles- y vamos, pues, dándole como caja al culto a la personalidad (ergo, la propaganda), amparado en un supuesto apoyo rotundo, sin rivales, el muy latinoamericano 70 u 80% o más a favor del líder.



Todo lo cual recuerda a la Guerra Fría, período fascinante, en revisión (la Nueva Historia de la Guerra Fría, de John Lewis Gaddis, es imprescindible). Pero -admitámoslo- este pasarse la película  en copia gastada, o en remake con actores y guiones tipo karaoke, con talento a escala bonsái, es muy de trasnoche.



La voz del mercado internacional
Felipe Larraín Bascuñán,
Ministro de Hacienda.


Gran expectación produjo la decisión del Gobierno de Chile de emitir bonos soberanos en dos colocaciones de US$ 750 millones cada una, a 10 y 30 años, con una demanda cercana a los US$ 10 mil millones; es decir, la emisión fue sobresuscrita entre seis y siete veces. Las tasas logradas por estos bonos fueron de 2,38% y 3,71%, respectivamente. Con ello, nuestro país ha obtenido financiamiento en las mejores condiciones de su historia, y mejores que las conseguidas por cualquier otra nación latinoamericana o emergente en el mundo.



Esto refleja la fuerte confianza de los inversionistas en nuestro país, en su economía y en la conducción económica. La voz del mercado internacional se hizo sentir fuerte y clara: Chile es un país confiable, con muy bajo riesgo de crédito. Ésta es una tremenda ventaja competitiva de nuestro país, porque tener el costo de endeudamiento más bajo del mundo emergente es una enorme ayuda para nuestras empresas, públicas y privadas.



Este es un claro espaldarazo a nuestras políticas públicas que se fundamenta en una posición Fiscal muy sólida. ¿Por qué? La respuesta es bastante sorprendente: el sector público chileno es hoy un acreedor neto en relación al resto del mundo, es decir, tiene más activos que deudas. Esta diferencia -al primer semestre de este año- era de 9,1% del PIB. Además, nuestros activos en fondos soberanos -básicamente nuestros ahorros públicos en el extranjero- superan hoy los 20.000 millones de dólares.



No sólo estos datos muestran la solidez Fiscal de Chile. El ranking elaborado por el Foro Económico Mundial aumentó la posición de nuestro país en ambiente macroeconómico desde el lugar 27 en 2010 al 14 en 2012 (entre 144 países). Esto fue de la mano de un aumento en ese mismo ranking de la evaluación de balance Fiscal y de riesgo crediticio que pasaron de 24 y 23, respectivamente, a 21 y 18 entre 2011 y 2012. Y la eficiencia en el gasto público mostró un avance notable, desde el lugar 40 en 2009 al número 10 en 2012.



Esta sólida posición es el resultado de una política de responsabilidad Fiscal que Chile ha implementado por ya más de tres décadas, más allá de las diferencias que podemos tener respecto de episodios específicos durante este período.



Nuestro Gobierno ha enfrentado con éxito varias situaciones en materia de política Fiscal. Debimos afrontar los mayores gastos de reconstrucción posterremoto, así como el financiamiento de la reforma educacional, y, además, tuvimos que normalizar el gasto público, que la Administración pasada hizo crecer más allá de lo razonable. En efecto, la relación gasto público a PIB pasó desde 17,2% del PIB en 2006 a 23,2% en 2009, donde la mitad de dicho incremento ya se había materializado hasta 2008. Gran parte de este aumento correspondió a gastos permanentes, fijados por ley, como el reajuste real de 6,4% de las remuneraciones del sector público en 2009, que ha sido el más alto desde el retorno a la democracia y muy superior al promedio histórico de 0,9%.



Adicionalmente, a pocos meses de asumido el Gobierno del Presidente Piñera, un comité independiente de economistas reveló que el déficit estructural que dejó la administración anterior no fue el 0,4% del PIB proyectado en octubre de 2009, sino un 3% del PIB.



Para normalizar la política fiscal, nuestro Gobierno realizó ajustes Fiscales tanto en 2010 como en 2011 por montos que involucraron cerca de US$ 1.500 millones. Asimismo, estamos proyectando un crecimiento del gasto público algo por debajo del crecimiento promedio del PIB durante esta Administración, a pesar del enorme esfuerzo Fiscal para hacer frente a la reconstrucción posterremoto y para llevar adelante la reforma educacional. El resultado es que hemos llevado el gasto público a 21,6% del PIB en 2011, disminuyendo la presión sobre las tasas de interés y dejando mayores espacios al sector privado para incentivar el crecimiento.



Hemos realizado esfuerzos importantes para cumplir nuestro programa de Gobierno y sentar las bases para el desarrollo de Chile, con más y mejores oportunidades para todos, especialmente los más desposeídos. Para aquellos que desconocen o no aprecian el manejo económico y la solidez Fiscal, la prueba fue evidente e irrefutable: la colocación de los bonos chilenos a precios históricos habla por sí sola.



Los mercados internacionales aplauden y reconocen la solidez de la economía chilena. Esperamos que dentro del país también se aprecie -desde todos los sectores políticos y la sociedad civil- la seriedad y el buen manejo de nuestras finanzas públicas. Ello contribuye a un clima de mayor productividad y confianza que no solo ayuda a una mejor convivencia, sino que atrae inversiones que contribuyen a generar más y mejores empleos.



Estamos conscientes de que nos queda mucho camino por recorrer, pero el sueño del desarrollo debe ser común a todos quienes vivimos en este territorio y ansiamos un Chile mejor para ésta y las futuras generaciones.


Reajuste: La necesidad de un ancla técnica.

Un poco más tarde empezará este año el debate sobre el monto del reajuste a los empleados públicos -las elecciones Municipales de mañana han concentrado la agenda política- pero el choque será inevitable.



Como cada año, las expectativas de los gremios que agrupan a los trabajadores del sector público doblan lo que se espera proponga el Gobierno. Los tira y afloja, que otras veces han llevado a paralizaciones y obligado a aprobar la ley pasado el plazo (el 1 de diciembre debe empezar a regir el sueldo con el nuevo reajuste), están nuevamente a la vuelta de la esquina y en ese contexto vale la pena revisar la dinámica de un debate que tensiona los ánimos en el Parlamento.



La «pedida» de los gremios. Antes de sentarse a la mesa de negociación, los gremios ya anunciaron que pedirán un aumento de 8,5% para los salarios, valor que debe ser incrementado al 30% en el caso de aquellos funcionarios que reciban un ingreso líquido mensual menor a 750 mil pesos. Esto, además de bonos y beneficios adicionales. Se espera que estas peticiones se moderen en torno al 4 o 5% después del debate Parlamentario.



A su vez, los argumentos de la oposición que más fuerte sonarán en la discusión de este año para pedir al Gobierno alzas mayores apuntarán al repunte de la inflación en las últimas mediciones y al dinamismo mostrado por la economía chilena (6,2% de crecimiento en agosto), pese al complejo escenario internacional. Entre los Parlamentarios de la Alianza, con miras a un año electoral complejo, también habrá presión al Ejecutivo, buscando mejorar la llegada con el más de medio millón de personas que reciben este reajuste.



Y un punto que añade complejidad a la negociación es que en la llamada Mesa del sector público participan 14 gremios distintos, que, aunque parten haciendo una propuesta común, en el camino pueden tener divergencias. El año pasado, por ejemplo, el oficialismo pensaba tener listo un acuerdo, pero dos de esas agrupaciones se negaron a aceptarlo. La presión llegó al punto de recibir el Ejecutivo dos rechazos en el Congreso, ante lo cual el Presidente tuvo que recurrir a la facultad que le permite reponer el proyecto en la Cámara de origen para seguir adelante. El texto final, con un razonable 5%, terminó acompañado de un listado larguísimo de bonos: de escolaridad, término de conflicto y aguinaldos de Navidad y Fiestas Patrias. Antes, en 2010, el alza había sido de 4,2%.



Debate a espaldas de la productividad. Históricamente, al fijar el reajuste de los funcionarios públicos, los factores políticos han opacado a los técnicos. Los salarios son, desde una perspectiva económica, un precio, el precio del trabajo, y en eso las mayorías debieran moverse considerando variables ineludibles, como el crecimiento o la inflación. En el caso de los empleados públicos, por la sensibilidad de la labor que realizan, se podría pensar en un esquema de reajuste más estandarizado que el deseable; sin embargo, no puede darse la espalda a elementos indispensables a la hora de definir reajustes salariales generales, como son la productividad y el momento que vive el mercado laboral. Pero esos factores tienden a diluirse en el debate Parlamentario, por la tentación de congraciarse con un sector que representa al menos unos 200 mil votos (la cifra de empleados del Gobierno central, sin considerar Municipalidades, empresas del Estado y Fuerzas Armadas, con lo que el número alcanza a 600 mil personas).


Una buena prueba de las distorsiones que esto genera se da al comparar los salarios entre el sector privado y público, corrigiendo por nivel educacional, sexo, edad y duración de jornada: son un 10% más altos entre los funcionarios públicos, pese a que éstos cuentan además con otros beneficios. El tema en términos macro no es menor, dado que el pago de remuneraciones representa casi un cuarto del gasto público total y, por lo tanto, tiene impacto en los equilibrios de la economía.



Precisamente por lo anterior sería deseable avanzar al menos hacia la idea de la asesoría de un comité técnico, en un esquema que también debería darse para el salario mínimo; otra alternativa puede ser la de establecer por ley y de modo plurianual parámetros y procedimientos para el reajuste. Esto, apuntando en el largo plazo a dejar el tema fuera del juego político. Aunque ello parece poco viable en el escenario actual, experiencias como la autonomía del Banco Central y la independencia del sistema de libre competencia sientan precedentes exitosos al respecto.



Urge mejorar sistema de calificación. Hay otro elemento que debiera tener alguna incidencia en estas discusiones. El sistema de evaluación de los empleados del Gobierno se estableció en 1998 (se ha ido perfeccionando en la última década) y tiene en la actualidad cuatro listas (distinción, buena, condicional y eliminación) y una hoja de vida para registrar anotaciones. Lo curioso es que en los últimos años, el total de funcionarios en lista 1 (distinción) está en torno al 98%, mientras que sólo el 0,01% en lista 4. Es decir, no ofrece buenos criterios para establecer incentivos remuneracionales, lo que urge corregir.



Y es que avanzar en ese punto, junto con ir introduciendo el señalado marco técnico en el debate de los reajustes, resulta esencial para lograr la tan ansiada modernización del Estado, cuya promesa se repite en todos los programas Presidenciales de las últimas dos décadas.



Violencia en sedes universitarias.


En las últimas  semanas, una serie de episodios de violencia y amedrentamiento se han registrado en la Universidad de Concepción, acciones que también han afectado a sus Autoridades. Hace unos días, el Rector fue víctima de manifestaciones afuera de su domicilio, durante la madrugada. Estos hechos repudiables fueron protagonizados, presumiblemente, por alumnos de ese plantel que se encuentran movilizados, con el supuesto propósito de plantear determinadas demandas estudiantiles. El escenario llevó al Rector a suspender las clases, que se reanudarán recién el 5 de noviembre.



Lo sucedido en esta casa de estudios constituye una situación grave que debe ser repudiada enérgicamente, porque atenta contra una institución que por excelencia está llamada a cultivar un espíritu de integración y diálogo, como es la universidad. Es llamativo que ni el Consejo de Rectores ni la comunidad académica y estudiantil se hayan pronunciado de forma abierta contra estos actos de amedrentamiento. El mismo silencio que a estas alturas resulta incomprensible se ha mantenido en otros casos, como el atentado incendiario que dañó el vehículo del Rector de la Usach, en mayo pasado, o la cobarde agresión que sufrió un académico de la U. de Chile, en octubre. Aislar a quienes utilizan la violencia como medio de presión para lograr sus objetivos y adoptar medidas que demuestren que no se tolerarán este tipo de actitudes al interior de las sedes universitarias son iniciativas básicas que se deben emprender para detener dichas conductas.



El acercamiento que en los últimos días han mantenido las Autoridades de la Universidad de Concepción y la federación de estudiantes de ese plantel es un primer paso para retomar el diálogo y buscar una solución que permita restablecer la normalidad. Sin embargo, para que el diálogo tenga sentido, los estudiantes deben repudiar la violencia y tomar distancia efectiva de quienes la impulsan.



Pérdidas lamentables:


Queremos aprovechar la oportunidad para lamentar que en las elecciones de ayer se hayan perdido en la Región Metropolitana dos de los mejores Ediles con que contaba el país, ambos de excelente gestión y con resultados impactante para la calidad de vida de los vecinos de sus Comunas.



Creemos que Chile ha perdido a dos excelentes administradores Comunales al no reelegir a Pedro Sabat en Ñuñoa  y a Cristián Labbé en Providencia, lamentable situación que esperamos no desemboque en actos de corrupción de los que llegan ni implique un detrimento de la calidad de vida ciudadana.

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