La reforma
que queremos,
por Ricardo Sande.
Luego de intensas semanas de campaña que
culminaron con una participación de más del 60% en la Universidad Católica,
como Federación electa, nos preparamos para asumir el desafío de representar a
una nueva voz en la dirigencia estudiantil. Asumimos el desafío con entusiasmo
y responsabilidad. El movimiento estudiantil ha demostrado ser un actor social
relevante; en particular, en el contexto de una reforma educacional que es
evidentemente necesaria, pero que preocupa a la luz de sus contenidos
específicos. En este sentido, urge una nueva disposición que permita superar
una etapa de protesta e intransigencia para abrirse a una de construcción y
diálogo.
El movimiento estudiantil no debiera ser un
ente monolítico que se encuentre alejado de las preocupaciones y aflicciones de
miles chilenos que miran con preocupación el potencial cierre de colegios; que
no vea las omisiones de una reforma que no pone el foco en el sector público,
que es donde más se requiere centrar los esfuerzos; una reforma que descuida lo
que acontece al interior de la sala de clases, y donde lo prioritario, que es
la calidad, no parece ser lo central. Más allá de la ideología y los cálculos
políticos, el futuro y las esperanzas de las futuras generaciones de Chile
están en una reforma donde los principios, más que lucro, copago, selección y
gratuidad, debieran ser libertad, equidad y excelencia.
Plantear una visión crítica de la reforma del
Gobierno en ningún caso supone una amenaza de quiebre en la conducción
estudiantil representada en la Confech. Por el contrario, creemos que es una
oportunidad para alcanzar acuerdos de carácter transversal que le otorguen
mayor legitimidad y sintonía ciudadana a un movimiento que requiere oxigenación
y mayor diversidad. El nuevo ciclo que lideraremos desde la FEUC es, en buena
medida, un reflejo de una aspiración de cambio, pero también de un evidente
desgaste de un movimiento, que inclusive en su representación política Parlamentaria,
a través de la denominada “bancada estudiantil”, no ha logrado estar a la
altura de los desafíos que implica canalizar los anhelos de cambio en materia
educacional de las familias de Chile.
En todo ello está puesta la esperanza de los
estudiantes de la Universidad Católica y de todo Chile. Es la oportunidad para
trabajar, con renovados bríos y liderazgos, por una reforma cuyos acentos y
énfasis sean los correctos. Hoy, como actores estudiantiles y en representación
de quienes nos eligieron, tenemos el deber de ser una voz que convoque a muchos
por la justa causa de una educación libre, equitativa y de excelencia.