sábado, 5 de septiembre de 2009

Simplemente verdades.....un anuncio.

Chile merece y necesita la verdad.
Trabajando para mejorar.


Aunque duela, es la verdad.
Después de haber recordado una fecha negra para Chile, el 4 de Septiembre de 1970, en que Salvador Allende Gossens ganó las elecciones presidenciales por una leve ventaja sobre el candidato Jorge Alessandri Rodriguez, 36,3% contra un 34,9%, una misérrima ventaja de menos de 40 mil votos.

Luego de revivir en la memoria el pacto secreto entre el candidato de la DC, Radomiro Tomic Romero y Salvador Allende Gossens para apoyarse mutuamente en caso de que no hubiese mayoría absoluta, el 50% más uno de los votos, con el objetivo de elegir a uno de ellos, aunque el ganador resultase ser el adversario, en el Congreso Pleno.

La democracia cristiana, respondió a su compromiso, y luego de arduas discusiones, que culminaron con la firma de un pacto de Garantías Constitucionales, que se suponía sería un dique que impidiera los afanes totalitarios de Allende y su gente, le ungieron con los votos de sus Parlamentarios como Presidente de la República.

Los primeros meses de Gobierno de la unidad popular no fueron malos del todo, todavía no comenzaban las ilegalidades ni las arbitrariedades y las impresoras de La Moneda trabajaban a todo vapor creando una ficticia sensación de bienestar en el pueblo que veía que sus salarios crecían con mayor velocidad que los precios.

Lamentablemente la bonanza duró poco, al poco tiempo se comenzó a transgredir las Leyes y la Constitución, se fortalecieron los grupos armados del oficialismo, se disparó la inflación al tiempo que la producción tenía un frenazo ocasionado por la politización del sindicalismo y las nacionalizaciones ilegales de campos, industria y comercio.

Comenzaron las “nacionalizaciones” truchas, por la vía de “resquicios legales”, se intentó utilizar la educación como herramienta de concientización de las juventudes, con la producción en sus manos el Gobierno intentó someter al pueblo por el camino de racionamiento de alimentos.

Las manifestaciones sociales se convirtieron en el pan de cada día, a pesar de la escasez de este alimento imprescindible, los enfrentamientos se transformaron en una constante, las tomas ilegales eran fomentadas desde la Administración, el desabastecimiento y el mercado negro eran florecientes.

Las mujeres chilenas, tan hermosas como valerosas, fueron las que comenzaron a presionar para terminar con la desastrosa experiencia que el “chicho” había bautizado como “revolución con sabor a empañadas y vino tinto”, la falta de alimentos para sus hijos las tenía desesperadas.

Los gremios, que junto a los partidos de oposición, comenzaban a demostrar su descontento, el cobre, al que se consideraba el sueldo de Chile, se paralizaba su producción, los camioneros y el comercio realizaron paros interminables contra un estado de cosas intolerable.

La Ley, como lo declararon en su oportunidad la Contraloría General de la República, los Tribunales y el propio Congreso se estaba convirtiendo el letra muerta por las ilegalidades atizadas desde Palacio y la negación sistemática de la fuerza para cumplir los fallos de la Justicia.

La polarización llegaba a niveles de odiosidad increíbles, los medios de prensa adictos a los Gobernantes “fusilaban” mediáticamente a todo aquel que tuviese la osadía de oponerse a los actos totalitarios del Gobierno, mientras su matones les amedrentaban con amenazas o crímenes brutales.

Mil días duró el Gobierno de Allende, las Fuerzas Armadas y de Orden no pudieron sustraerse a la presión ciudadana que exigía un cambio inmediato de la situación, que era dilatada por el Gobierno en la esperanza de llevar a cabo su autogolpe de estado que nos transformara en los “hermanos menores” de Moscú.

Casi tres años del Gobierno de Allende costaron a Chile muchas víctimas entre los opositores, las que han sido convenientemente olvidadas, entre los que cayeron se encontraba Edmundo Pérez Sujovic, padre del actual Ministro del Interior, Hernán Mery o Rolando Matus, todos vilmente asesinados.

Fue una experiencia que degradó la convivencia ciudadana, que demolió los cimientos de una institucionalidad que hasta ese momento era fuerte, que destruyó el espina dorsal de la producción nacional y que nos llevó a las puertas de una guerra civil, buscada por el allendismo, que habría provocado centenares de miles de muertos.

Después de estos casi tres años de terror y destrucción se produjo el Pronunciamiento de las Fuerzas Armadas y de Orden, que tardaron 17 años el reconstruir los destruido por esta “revolución” y reinstitucionalizar el país para devolvernos, por voluntad propia, la democracia que nos habíamos farreado.

Chile es lo que es hoy gracias al tesón de la Junta Militar de Gobierno, que tan dignamente encabezara el General Augusto Pinochet Ugarte, y gracias al esfuerzo de todos los chilenos que permanecimos en el país poniéndole el hombro al trabajo de devolver al país la posibilidad de un futuro.

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