lunes, 26 de mayo de 2014

El 21 de mayo: ¿medios o fines?, por Sebastián Iglesias Sichel.






El 21 de mayo: ¿medios o fines?,

por Sebastián Iglesias Sichel.


Hace algunos días conversaba con un gran amigo, histórico militante socialista- quién me decía: “uno de los grandes dilemas de nuestra centroizquierda es que a veces cometemos el pecado de concentrarnos más en gastar y perseguir la riqueza que en generarla”. Dentro de los grandes avances de la modernización de nuestro sector político post triunfo de los neoconservadurismos en el mundo y caída del muro de Berlín, fue aprender que además de seguir avanzando en la protección y ampliación de los derechos sociales, uno de las principales tareas era administrar de manera eficiente el Estado y aprender el rol fundamental del sector privado en  el crecimiento del país.


Ahí estriba una diferencia fundamental con la derecha: entender que el crecimiento no es suficiente y que el Estado juega un rol fundamental en la generación de una política industrial que provoque la expansión del crecimiento, en la creación de garantías sociales explicitas que generen mínimos de dignidad, en la redistribución del ingreso a través políticas sociales y una política tributaria eficiente; y en la ampliación de las libertades individuales. El Estado debe ser un mejor Estado, no un menor Estado. Para los que provenimos además del mundo comunitario, hay algo tan relevante como la sociedad o la persona en esta ecuación: la sociedad civil o comunidades, no como grupos de presión, sino como parte esencial de la consecución del bien común.


En síntesis, aprendimos es que generación de riqueza debe ir de la mano de la distribución de la misma, y que el rol del Estado debe ir asociado a mayor participación de la sociedad civil en la toma de decisiones sociales y ampliación de las libertades personales. El aprendizaje mayor de este proceso fue enamorarse de los fines –mejor calidad de vida, mayores libertades, mayor equidad, mejor Estado y mejor sociedad civil- y no de los medios – el Estado, determinados grupos de presión, ciertas opciones de vida. Los errores que llevaron al triunfo cultural de la derecha fueron exactamente esos: igualar fines y medios a la misma categoría y tratar de imponer los medios como cosmovisiones.


En estos días algunas de nuestras afirmaciones no pasarían un test ácido que pruebe dicho aprendizaje: declaraciones con una mirada elitista sobre la opción de los padres para optar por un colegio subvencionado (“para estar con gente de pelo más claro o por optar por un nombre inglés”), centrar la discusión tributaria entre los que quieren “defender a los poderosos de siempre” o los que defienden a los “pobres, o hablar de la cultura empresarial como algo indeseable. Muestras elocuentes de enamoramiento de los instrumentos y no los fines.


En el marco de los anuncios del 21 de Mayo, este debate se vuelve a hacer presente. Cuesta imaginarse que alguien que pertenezca a la centro izquierda no pueda sentirse conmovido por la épica que presenta la Presidenta Bachelet en sus primeros meses de Gobierno y corona con este discurso: grandes reformas para construir un país más justo. Ese es el principal triunfo cultural: el reconocimiento de la necesidad de las reformas por la inmensa mayoría del país. Y concentrada en tres ámbitos fundamentales: recaudación fiscal y redistribución de ingresos a través de una reforma tributaria, generación de capital cultural y equidad a través de la reforma educacional y un nuevo pacto social a través de una nueva Constitución. Fines impecables para los que aspiramos a un modelo de desarrollo inclusivo.


Pero la gran tarea es ajustar los medios para conseguir esos fines. En la reformas presentadas hasta el 21 de mayo queda una brecha que salvar hacia adelante: el proyecto de reforma educacional es un gran avance para eliminar la  selección por pago o el lucro en educación, pero poco a nada hace para el fin que hemos definido: mejorar la calidad de la educación En la reforma tributaria, el fin perseguido es recaudar más y redistribuir mejor, pero seguimos enamorados y discutiendo entre sostener el FUT o eliminarlo. En lo que viene, el desafío democrático es hacer posibles los fines declarados en el programa y en los anuncios del 21 de mayo. Y ahí al menos operan tres máximas: de nada sirven la retórica irreflexiva de quienes se sienten dueños de la épica y responsables de definir los medios (“el programa soy yo”), menos sirven los que menosprecian la labor deliberativa del Congreso para alcanzar mejores medios –proyectos de ley- para esos fines (“el corazón no se de la reforma no se toca”) y sobre todo es nefasta la grandilocuencia y la soberbia del que todo lo sabe para alcanzar los fines perseguidos (“lo que el movimiento social quiere” o “la gente pide más Estado”). En democracia el mandato que da una elección si duda es hacer un Gobierno a la altura de el Programa propuesto: pero esa misma democracia entiende que los proyectos de ley, políticas públicas o gestión ejecutiva que los hace posibles, requiere no sólo controles y balances (separación de poderes, funciones colegiadas, elecciones de múltiples autoridades, etc) sino que se sustenta en entender que exactamente el valor de la democracia es más que la simple suma de mayorías y minorías, es entender que en la deliberación y la confrontación de las ideas, nacen mejores proyectos.


Volviendo a la reflexión de mi amigo, una cosa me queda clara: el objetivo nunca debe permitirnos descuidar la principal finalidad: llevar a Chile al desarrollo implica no descuidar uno de los medios principales, seguir generando riqueza, pero ahora redistribuyéndola de mejor forma. En esto no nos podemos equivocar.


Tomado de http://voces.latercera.com/2014/05/26/sebastian-sichel/el-21-de-mayo-medios-o-fines/

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