Demagogia,
por Alfredo Jocelyn-Holt.
“El
secreto del demagogo es aparecer siendo tan tonto como su público para que esa
gente se crea a sí misma tan inteligente como él” (Karl Kraus).
Eliminar la selección en los liceos emblemáticos es demagógico. Presume
que hoy día podemos terminar 200 años de historia del Instituto Nacional
corrigiéndola de una sola plumada. Como su versión tradicional de excelencia
estaría superada por ser demasiado “elitista”, ahora cualquiera va a poder
entrar al Instituto sin que, por supuesto, se resienta la calidad del colegio y
pudiendo a todos irles estupendamente bien. ¡Qué inteligentes somos en habernos
dado cuenta del craso error, qué tontera no haberlo reparado antes, y qué
extraordinario el alumnado que tendremos en los próximos años! En fin, ganarán
el Instituto y Chile, ya verán.
“No les puedo prometer que ustedes van a salir
de la pobreza, porque sería demagogia, pero les prometo que sus hijos van a
educarse y podrán convertirse en clase media” (Elisa Carrió).
Nicolás Eyzaguirre piensa un poco como Elisa
Carrió de la vecina república peronista. Ambos parecen confundir equidad con
igualitarismo. Si tratamos a todos por igual, le damos a cada uno lo suyo, lo
que se merece, dan a entender. Visto así
el asunto, el actual Instituto Nacional se queda corto. Puede que ofrezca una
excelente educación (según estándares chilenos) para probados estudiantes
provenientes de sectores menos pudientes, pero al no ser ésta uniformemente
pareja, accesible a todos, se frustra el propósito democrático de garantizarle
una educación pública media a la universalidad total de chilenos. ¿Media o
mediocre, o incluso peor que mediocre? Porque una vez descartadas las
exigencias de entrada, ¿qué impide que se terminen igualando los niveles
conforme la nefasta oferta pública media actual? El problema con los promedios
es que no aseguran calidad. Ni siquiera nuestros vecinos peronistas han logrado
los extremos alcanzados por nuestra demagogia en este punto. El excelente
Colegio Nacional de Buenos Aires -laico y público igual que nuestro Instituto
Nacional, también longevo- aún no ha visto objetados sus estrictos estándares
de admisión.
¿Es que somos más “avanzados”? Ni tanto, nos
tranquiliza Eyzaguirre. No nos volvamos histéricos antes de tiempo, la medida
será gradual y “programática” (de a poquito duele menos). En unos años más,
después de Bachelet y este Gobierno, ahí verán lo que es bueno.
Habrá que verlo. El tema me preocupa como
profesor universitario. Cada año en mis cursos tengo un contingente decente de
ex alumnos del Instituto. Quizá lo seguiré teniendo, quizá no. Quizá se
impondrá la “Ley de hierro de la oligarquía” de Michels que sostiene que por
muy democrática que sea una organización, igual se termina creando una minoría
aristocrática o meritocrática. En efecto, a mí me llegan alumnos malos y yo les
hago clases sólo a los pocos que se destacan; quizá ocurrirá otro tanto en el
Instituto. En ese caso la medida de Eyzaguirre resultará demagogia pura, otro
zigzagueo suyo en que ofrece algo que suena tirado para la punta para que
después todo quede igual. Eso sí que, para ese entonces, al Instituto Nacional
como institución de excelencia ya se la habrán faenado entre Teatinos y Moneda
a plena luz del sol.