miércoles, 16 de julio de 2014

Quintana y los consensos. por Sergio Muñoz Riveros.






Quintana y los consensos.

por Sergio Muñoz Riveros.







El martes pasado, cuando se estaba afinando el acuerdo tributario, Jaime Quintana, presidente del PPD, pidió a los redactores del texto que no figurara la palabra “consenso”. Al parecer, los consensos representan para él la claudicación ante los enemigos. “Algunos han especulado si con este acuerdo en reforma tributaria está de vuelta la política de los consensos. Nada más lejos de aquello. Si algunos quieren reeditarla, el PPD no estará para eso. En educación tenemos que mantener firmes nuestras banderas y convicciones”, dijo en una entrevista.

O sea, el senador le aconseja al ministro Nicolás Eyzaguirre, miembro de su partido, que avance sin transar. Eso implica no considerar el complejo escenario de una reforma educacional sobre la cual existen fundadas objeciones de parte de amplios sectores, donde se supone que el objetivo es lograr mejoras en la educación y no provocar un maremágnum por el afán de mantener en alto las banderas partidarias.


El ministro de Hacienda, Alberto Arenas, actuó acertadamente al abrir un proceso de negociación sobre la reforma tributaria con los partidos opositores, pues el acuerdo constituyó una señal de realismo político que aportó estabilidad a la economía. Lo sensato es que esa metodología inspire la acción global del Gobierno, como se deduce de las declaraciones del titular de Interior, Rodrigo Peñailillo.

Las negociaciones y los acuerdos son consustanciales a la democracia. Si se rechaza eso, sólo queda la alternativa de la imposición, que tienta a quienes siguen embriagados por la mayoría conseguida en el Congreso y piden usarla sin pensar demasiado. Es obvio que existen mayorías y minorías, pero ellas son siempre transitorias y el país necesita logros duraderos.

Junto a la retórica de demolición, Quintana suele usar expresiones despectivas para referirse a los 20 años de la Concertación, cuando Chile, según él, vivió mortificado por los consensos. Se puede entender que los dirigentes estudiantiles carezcan de perspectiva histórica, pero no alguien que lleva 12 años en el Congreso y es jefe de un partido que tuvo ministros, subsecretarios, intendentes, gobernadores, jefes de servicio, embajadores y otros cargos durante la era concertacionista.

Curiosamente, el afán de desvalorizar “desde la izquierda” la fructífera experiencia de la Concertación pasa por alto que la Presidenta Bachelet recibió el respaldo suficiente para volver a La Moneda gracias al positivo recuerdo de su primer gobierno, concertacionista, como se recordará. Si no fuera así, ¿de dónde vendría la confianza que los ciudadanos depositan en ella?

“Que los sueños de la calle sean los objetivos del Gobierno”, proclama hoy el PPD. ¿Acaso la calle es una nueva fuente de sabiduría? ¿Una divinidad a la cual adorar? ¿Y qué pasa si la calle cambia de rostro? Chile tiene que esquivar a toda costa las trampas del populismo para poder avanzar hacia una sociedad más próspera y más solidaria. Para ello, es necesario bregar por la racionalidad política y el diálogo democrático.

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