lunes, 28 de julio de 2014

Una reforma electoral que nos enorgullezca, porManuel José Ossandón.




Una reforma electoral que nos enorgullezca,

por Manuel José Ossandón.

 

Ahora que la Cámara de Diputados está próxima a terminar el primer trámite Legislativo de la nueva Ley electoral, resulta necesario explicitar los principios que debiera tener el nuevo sistema. El peligro de que se haga una Legislación a la medida de las necesidades de los partidos políticos pudiera llevarnos a promulgar un sistema electoral que sea menos conveniente para el país que el sistema binominal.


El sistema binominal tiene dos grandes problemas. La gente no entiende bien por quién está votando, y el sistema no es lo suficientemente competitivo. Ninguno de esos problemas se soluciona con la propuesta actual del Gobierno.


El primer problema es que la gente se confunde al votar por personas y ver que, como los escaños se asignan a las coaliciones, a veces quedan fuera candidatos que obtuvieron la segunda votación más alta. En noviembre de 2013, en Santiago Oriente, los candidatos de la Alianza obtuvimos las dos primeras mayorías relativas. Pero como la Alianza no dobló en votos a la Nueva Mayoría, los escaños fueron para el candidato con la votación más alta en cada coalición. Este sistema de asignación de escaños, que se utiliza también para las elecciones de Concejales y Cores, es el mismo sistema que se usaba antes de 1973, en Distritos que escogían entre dos y 18 Diputados.


Si en el nuevo sistema se escogen entre dos y ocho Diputados por Distrito, candidatos que tengan la tercera o cuarta votación igual quedarán fuera. Si en un Distritito de ocho escaños, un candidato del partido X obtiene individualmente un 40% de la votación y sus cuatro compañeros de lista suman un 11% adicional, con ese 51%, el partido X elegirá 5 Diputados. El popular candidato del 40% arrastrará a los otros cuatro candidatos, que entre todos sumaron 11%. Si el resto de la votación se distribuye entre cuatro partidos que reciban en torno al 12%, quedarán fuera candidatos con más votos que los Diputados "arrastrados" del partido X.


Esto normalmente ocurría antes de 1973, cuando la cantidad de Diputados arrastrados -y por consiguiente los Diputados excluidos pese a tener alta votación individual- era superior a lo que existe hoy. En elecciones de Concejales y Cores, comúnmente hay personas con muy pocos votos que son electas por el arrastre de candidatos populares. Eso mismo ocurrirá con el sistema que propone el Gobierno.


El segundo problema del binominal es la falta de competencia. En la mayoría de los Distritos se escoge un Parlamentario por coalición. El nuevo sistema electoral no producirá más competencia. En la mayoría de los Distritos, los partidos decidirán cómo se reparten los escaños. En un Distrito con seis diputados, las dos grandes coaliciones se quedarán con dos Diputados cada una y solo habrá dos escaños en competencia.


Para asegurarse un escaño, los partidos pequeños deberán alcanzar un 14,3% de los votos. Como habrá elecciones Presidenciales concurrentes, se mantendrán los incentivos para que los partidos se agrupen en coaliciones. O sea, la situación no será muy distinta a lo que tenemos ahora.


Pero habrá retrocesos respecto a la situación actual. No es verdad que se deba aumentar el número de Senadores y Diputados para mejorar la representación. Estados Unidos tiene una Cámara Baja con 435 Representantes para una población de 315 millones. Ese número no ha cambiado desde 1787, cuando la población era de 3,5 millones. La única razón por la que se aumenta el número de Parlamentarios es para acomodar a los partidos que participan de la negociación. Como bien reza el dicho, "el que reparte se lleva la mejor parte". Otro retroceso es el dibujo del nuevo mapa electoral. Al reducirse el número de Distritos y aumentar la población, las campañas se harán más costosas y será más difícil desbancar a un Legislador en ejercicio. Además, el que los Distritos sean determinados por los propios políticos que deberán luego competir en esos Distritos, alimenta el desprestigio de la política y da insumos a los que acusan a los políticos de cuidar solo sus propios intereses.


Debemos cambiar el binominal por un sistema más competitivo y que la gente entienda mejor. Sugiero un sistema uninominal, con 120 Distritos de similar población en la Cámara y 19 circunscripciones en el Senado. Cada circunscripción elegirá a un Senador cada cuatro años, lo que permitirá la renovación de la mitad del Senado junto a cada elección Presidencial. Los Distritos serán dibujados por una comisión autónoma, de tal forma de evitar que los Parlamentarios nos hagamos un traje a la medida. Invito al Gobierno a demostrar que quiere un sistema electoral que le haga bien a Chile, y no uno que es un traje a la medida para algunos partidos.

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