martes, 20 de enero de 2015

De la autocrítica al voluntarismo.

Clarisa Hardy Presidente de Fundación Dialoga.





De la autocrítica al voluntarismo.



La reflexión que sobre el primer año de Gobierno, y lo que se viene para el año 2015, hace la Fundación Dialoga -corporación fundada el 2010 por Michelle Bachelet al finalizar su primer mandato Gubernamental- resulta interesante y esclarecedora. El documento "El año que dejamos y los retos de 2015" fue escrito por Clarisa Hardy, colaboradora cercana de la Presidente Bachelet y Presidente de esta entidad, que pretende representar el legado político de la Gobernante. Por esta razón es posible asumir que sus dichos tienen alguna sintonía con el pensamiento de la mandataria.


Su mirada comienza por establecer el error en el que incurrieron quienes pensaron que el programa de Gobierno era un documento cuya aplicación práctica iba a estar sometida, como ocurre con frecuencia, a los vaivenes de la política contingente, y, en consecuencia, su contenido no necesariamente iba a ser la línea de conducción que el Ejecutivo seguiría. Sin embargo, lo que ha ocurrido, indica Hardy, es que el programa ha sido considerado como "un compromiso político que obliga moralmente", y, por lo tanto, se trató "no solo de un programa de campaña, sino también de un programa de Gobierno". Más aún, a juicio de Fundación Dialoga, lo que procura ese programa es "desterrar los fundamentos de las desigualdades en todas sus dimensiones", y es posible inferir que eso es lo que también piensa la primera mandataria. Ese designio está a su vez en sintonía con la metáfora de la "retroexcavadora que destruirá los cimientos del modelo neoliberal" del Senador Quintana. De allí que no cause extrañeza la persistencia en avanzar Legislativamente en los diversos frentes que el Gobierno ha impulsado hasta ahora: tributario, educacional, electoral y laboral.


Sin embargo, el mismo documento señala, a modo de crítica, que ni muchos de los partidarios de la Nueva Mayoría, y posiblemente tampoco los opositores de la Alianza, pudieron anticipar que "detrás de los postulados, principios y propuestas generales del programa, no había mayores avances de diseños técnicos, ni políticos". Por eso, a juicio de Hardy, provocó sorpresa "la baja densidad técnica y de lógica política en los diseños de las propuestas que estaban contenidas en el programa", las que estaban acompañadas de "poco rigurosas medidas que deberían darle carne a la implementación de las propuestas", todo lo cual impactó en la aceptación popular de dichas medidas en la población. Llama la atención que el documento pretenda atribuirles a esos elementos el rechazo que muchas de las medidas han provocado en la ciudadanía, pues esta no se dedica a hacer "estudios técnicos" o a examinar la "lógica política" de las propuestas, sino más bien evalúa los resultados prácticos que anticipa dichas medidas tendrán. Si la reforma tributaria generó temor en la población de que la situación económica se resentiría, a pesar que no la afectara directamente en su pago de impuestos, o si los padres advierten que la escuela particular subvencionada que habían escogido para sus hijos va a estar sometida a un régimen asfixiante para desarrollar su labor, sin que la educación pública muestre ningún signo de mejoría, entonces más que el rigor técnico o la lógica política subyacente, es el posible resultado de la aplicación de las medidas lo que motiva su rechazo.


De ahí que los retos que establece la Fundación para 2015 bien pueden calificarse de voluntaristas, al proponer reforzar la educación pública, resolver los déficits en salud, persistir en programas de ayuda a menores y a la tercera edad, entre otros, pues no se advierte cómo sin "densidad técnica" ello ocurrirá, salvo la declaración de intenciones de que "destronar los fundamentos de la desigualdad debe seguir siendo el motor que guíe el hacer del Gobierno, en todos los frentes en que ello ocurre".


(Tomado de Diario El Mercurio de hoy, imagen de archivo)

lunes, 12 de enero de 2015

“PROGRESO, POBREZA E INEQUIDAD EN EL MUNDO”, POR HERNÁN BÜCHI.






“PROGRESO, POBREZA E INEQUIDAD EN EL MUNDO”, POR HERNÁN BÜCHI.


El fenómeno económico y social más relevante de la humanidad es el gran salto de progreso experimentado a partir de la revolución industrial de Inglaterra. En poco más de dos siglos se progresó a una velocidad muy superior a la de los milenios que precedieron. El bienestar se multiplicó por 30 e incluso 100 veces si consideramos el cambio en la calidad y naturaleza de productos y servicios. Este progreso no es sólo de números; la expectativa de vida se duplicó y la mortalidad infantil pasó a ser insignificante en términos históricos para los países que se subieron al tren del progreso.


Dada la contundente evidencia que deja esta virtuosa trayectoria sería esperable que los estudios y el eje de la discusión pública sobre el tema estuvieran centrados en entender este proceso y en cuidarlo y mantenerlo. Pero lamentablemente abunda lo contrario: estudios que plantean sus defectos, pronostican su colapso y proponen reformas en base a modelos utópicos. Marx es el caso más notable pero no es el único, aunque sí quien más daño hizo en pérdidas humanas por el fanatismo de sus seguidores.


Hoy está de moda el libro del economista Thomas Piketty sobre el capitalismo y la perversidad que a su juicio es inherente al sistema: una inequidad creciente y que, pronostica, se hará exponencial a futuro. Su argumento teórico es tan errado como los del pasado y su solución es una variante de más impuestos y más estado elevado a categoría mundial. Lo que lo distingue de intentos anteriores es un gran bagaje de números y estadísticas a lo largo de sus muchas páginas y así se entiende que la mayoría de los lectores – como queda registrado en la edición electrónica – no avance más allá de la página 26. Pero quienes creen en su tesis son inspirados por una sensación de certeza científica y sienten con ello un respaldo moral.


No es el único que usa números, sólo que se publicitan más los estudios que presentan evidencia contraria al capitalismo, pero dado el innegable progreso que ha traído a la humanidad, el peso de la prueba debiera estar en quienes quieren cambiar lo que ha sacado a billones de la miseria y no al revés. Sin embargo no es así y cuando un estudio muestra que los pobres han bajado notablemente en términos relativos a nivel mundial, pero como la población ha crecido, su número absoluto no decrece, la noticia es que la pobreza no disminuye, que el capitalismo no ayuda a los pobres, que la inequidad aumenta y la globalización es un fracaso. Pero cuando un ensayo muestra lo casi obvio, que el capitalismo y la globalización reducen la pobreza, no afecta mayormente la equidad, y si ello llegara a suceder, sus efectos negativos son más que compensados por el avance de todos, no se transforma en noticia y son muy pocos los que se dan la molestia de estudiarlo.


El economista Xavier Sala-i-Martin que nos acaba de visitar es uno de los que han escrito numerosos ensayos también abundantes estadísticas. Respecto a la evolución de la pobreza nos provee con números contundentes. El año 1970 se estimaba la población mundial en 3.600 millones, en 1990 en 5.200 y el año 2006, que usa como final de uno de sus análisis, en 6.500. El Banco Mundial a mediados de los ´80 definió como nivel de pobreza US$ 1 al día. Pero como es un número arbitrario y existe polémica en su reajuste genera series para 1, 2, 3, 5 y 10 dólares al día, que en valores del 2000 son 554, 1.108, 1.662, 2.770 y 5.540 dólares per capita al año. La pobreza porcentual disminuye desde el año 1970 hasta el 2006 de un 80% a 22% dependiendo de la meta usada y el número absoluto en una población que crece 80% también cae con las cuatro primeras barreras, significando menos de 600 millones de pobres en el mundo.


Hace también el esfuerzo notable de construir coeficientes de desigualdad como el Gini para el mundo y para los grandes países y áreas durante el período. El Gini mundial mejora en 10% entre el ´70 y el 2006 y un 6% entre el ´90 y el 2006. Los demás indicadores de desigualdad también mejoran. Lo que a primera vista parece una paradoja – mejoría mundial cuando a nivel de un país gigante como China la población se diferencia – no lo es. China era homogéneamente pobre y muy numerosa. Hoy tiene una clase media muy importante que ha creado diferencias internas, pero a nivel mundial representa millones de menos pobres y de más clase media, lo que provoca una caída en la desigualdad global.


Estudia también qué ha pasado con las medidas de bienestar general que tratan de combinar los efectos del progreso con la desigualdad. No es sorpresa que mejoran mucho en el período analizado – del orden del 140% a partir del año ´70 y 50% a partir del 2000.


El fenómeno del progreso es complejo pero real.  Debemos evitar seguir políticas que pueden afectar su dinámica, más aún en base a cifras opinables y para las que existen alternativas serias y creíbles. Pero peor aún es insistir en base a ellas con propuestas probadamente fracasadas.  Ello es inexcusable.


Chile se ha deslizado por ese camino. Por ejemplo en educación la discusión se centra en conceptos Estatizantes y de restricciones a la libertad de elegir y enseñar, en lugar de usar creativamente la diversidad, nuestro verdadero activo, y aprovechar el avance vertiginoso de las tecnologías. Es necesario cambiar el enfoque en ésta y otras materias y esperamos que los líderes de opinión ayuden al país a reaccionar a tiempo.

lunes, 5 de enero de 2015

Circo de tres pistas, por Fernando Villegas.






Circo de tres pistas,
por Fernando Villegas.


Si la ya casi perpetua querella que nos enfrenta a Bolivia fuera de menor cuantía, quién sabe, tal vez podríamos sentirnos autorizados para tomar noticia de sus avatares como cosa de farsa o comedia montada para beneficio del respetable público de ambas naciones. Facilitaría el verlo así -sin temer ser acusados de frívolos- recordar que muchísimos de los asuntos más serios encarados por la humanidad han compartido el mismo estilo hilarante que explotaba el cine mudo a base de las torpezas colosales del Gordo y el Flaco. Cualquier estudioso de la historia conocedor de suficientes casos de conflictos, incluyendo las más desastrosas guerras y revoluciones, se ha ya percatado de eso, pero en verdad no se necesita tanta lectura para darse cuenta de cuán torpes manos suelen manejar los más graves asuntos. Asombra averiguar, por ejemplo, que la Primera Guerra Mundial fue precedida por una crisis político-diplomática de casi un mes de duración en el curso de la cual dos tercios de las autoridades de los países involucrados insistieron en mantenerse de vacaciones en sus villas campestres o de crucero en sus yates, mientras el tercio restante iba con paso de polca a darse una vuelta de un par de horas por sus oficinas -era  verano- con muy poca o ninguna idea de qué se tramaba o decidía en otras oficinas; para agregar desidia a la negligencia, los más urgentes despachos de las Cancillerías eran entregados con días de retraso por calmosos ciclistas y carteros de a pie. No hay, por donde se mire, equivalencia entre la tragedia que costó 20 millones de muertos -amén del fin de una civilización- y el aire de vodevil del período diplomático previo.


La misma falta de seriedad se observa en otras épocas; la guerra Franco-Prusiana, que significó el fin del reinado de Napoleón III, la terminó de empujar, en las puertas misma del Parlamento donde el tema se debatía, una turba parisina vociferando: “¡A Berlín!”; se sabe también que la Toma de la Bastilla la incitó un conocido gacetillero -“agitador” se diría después y “activista” se dice ahora- gritando encaramado en una silla sacada de un café. Y así sucesivamente.


En el caso de nuestro problema con Bolivia no ha habido últimamente y seguramente no habrá enfrentamientos bélicos que lamentar, pero sí tensiones dañinas que por cierto nunca se sabe cómo terminan. Es, entonces, cuestión de la mayor importancia, pero se ha tratado y se sigue tratando del modo que los siúticos llaman “en clave de comedia”. Es, si se suman las anécdotas, un circo de tres pistas con payasos y acróbatas de todas las variedades para diversión de grandes y chicos.


Evo.


Una de las pistas la ocupa Evo Morales y la troupe que lo acompaña en su interminable gira indigenista por el entero circuito del globo. Vestido con una elegante versión siglo XXI de lo que presuntamente usaban los pueblos originarios de la época del Imperio Inca, Evo Morales ha convertido la vieja demanda boliviana de una salida soberana al Pacífico, puerto incluido, en un espectáculo itinerante en exceso lagrimoso y al borde del ridículo. Se pregunta uno, cuando se entera de sus desembarcos en lejanas tierras acompañado por su corte de plañideras,  cómo podrían interesarles a los políticos y ciudadanos de Eslovenia o Zambia los calamitosos quejidos del mandatario altiplánico. En Latinoamérica ha tenido más éxito con su número, o más bien le han tributado muestras de simpatía y en algunos casos hasta declaraciones favorables, las cuales no cuestan nada a sus perpetradores, pero que sólo le aportan a Bolivia esa manoseada e inútil mercancía que los progresistas de este mundo, infalibles en su uso de vocablos sonoros, llaman “solidaridad”.


Cancillería nacional.


Lamentablemente la segunda pista la ocupa nuestra Cancillería. Desde tiempos inmemoriales ha sido inexorablemente rigurosa en el arte de meter las patas, adentrarse por caminos sin salida y/o lisa y llanamente poner al país en manos de los buenos o malos oficios de terceros. Si se suman los kilómetros cuadrados perdidos por Chile en el curso de negociaciones parcial o totalmente calamitosas, tendríamos espacio suficiente para inaugurar dos o tres Regiones adicionales. Las pérdidas sufridas sólo en parte responden al hecho geopolítico de estar rodeados de tres vecinos con codicias territoriales y a menudo mejor armados y decididos; la torpeza disfrazada de enjundia jurídica y/o pacifista ha sido también protagónica, para no decir nada de cierta timidez lindante con la cobardía.


Un caso clásico, digno de estudio anatómico en todas las Cancillerías del mundo, fue la pérdida total e irreparable de Laguna del Desierto. A este cronista le tocó intimar un poco con los protagonistas de la época y puede responsablemente afirmar que en ciertos maletines Ministeriales había más presencia de sánguches de palta que de documentos contundentes. Es más, las fronteras se discutían trazando líneas con lápiz BIC en un mapa escolar pegado con chinches en una pared.


En otras ocasiones nos hemos entrampado -Dios no quiera que vuelva a suceder- en melindres y quisquillosidades jurídicas como si las pendencias entre países fueran equivalentes a un juicio por herencia entre los herederos del finado. Es así como tarde o temprano terminamos en cortes internacionales repletas de señoras y caballeros de buenos sentimientos que alimentan sus egos jurídicos y humanitarios con fallos a costa nuestra.


¿Cómo se explica tanta inoperancia y tantos fracasos? En parte, por nuestra difícil posición geográfica, latente y eternamente víctima posible y a veces hasta probable -casi pasó en 1879, en 1974, etc.- de un múltiple cuadrillazo. Desde siempre ha habido ojos ávidos de nuestro balcón al Pacífico y siguen habiéndolos hoy día. El tema está inevitablemente presente, aunque es tácito, suerte de pecado mortal inconfeso. En parte, además, asociado a lo anterior, se debe a políticas de defensa miopes y crédulas -excepto durante el camarín Lagos- de la eficacia del llamado orden mundial, de los tratados y del apoyo externo. Durante décadas se mantuvo la ficción de la amistad y cuasi alianza con Brasil, cuya única intervención eficaz y poco feliz en asuntos tocantes a Chile fue facilitar el Golpe Militar del 73.


    No tenemos amigos ni hermanos ni aliados, sino a lo más clientes y proveedores, pero esa simple realidad de las relaciones entre Estados, la cual ya conocían historiadores de hace 2.500 años atrás, es todavía aquí materia misteriosa y/o, como se la acusa, resultado de una reaccionaria “mirada decimonónica”. Bien podrían, dichos analistas, motejar las leyes de la gravitación universal de “mirada del siglo XVII”.


ME-O y Cía.


En fin, en la tercera pista tenemos a Marco Enríquez-Ominami y la glamorosa tropa que, ya sea en su compañía o por su propia cuenta, han tragado  el anzuelo y cebo de la solidaridad entre los pueblos, la cooperación para un desarrollo conjunto, la justicia entendida como reparar daños producidos hace 100 años o más, el lenguaje o historia que nos une (¿?), etc.


    En su visión, la geopolítica no es una ciencia sino una “mirada”; hay entonces miradas obsoletas y miradas “modernas”, miradas fachas y miradas buena onda. La de ellos es buena onda. ME-O la reboza a borbotones.


En una suerte de preestreno de lo que podría ser su Presidencia en algún futuro no muy lejano, lo vimos no hace mucho sentado en amplio sillón de alto respaldo, echado para atrás y de piernas cruzadas, en todo muy cómodo, encarando a Evo para tal vez discutir entre compadres detalles de las entregas que se le harían a Bolivia en pro del amor eterno entre los pueblos. La entera escena tenía algo de surrealismo y también de cómico: por un lado un Presidente disfrazado de indígena, por otro un joven galán carente de cargo público, pero en postura Presidencial. La impresión fue estar asistiendo a una obra de teatro de Ionesco o algún otro fulano especialista en dramaturgia del absurdo.


Tomado de Diario La Tercera

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