Ministro
Arenas, un mal alumno,
por Gonzalo Müller.
Cualquier alumno que sienta que ya tiene
asegurada su nota pierde parte importante de la motivación por esforzarse. Eso
pareciera que le ocurre al Ministro de Hacienda, Alberto Arenas. Sabe que sin
importar el debate, sus Parlamentarios van a terminar aprobando igual la
reforma tributaria. Sólo esta lógica explica su desidia en explicar y dialogar.
Lo que empieza a notar hoy es que los apoyos Parlamentarios no son exigibles
sólo a punta de lealtad, sino que debe escuchar y atender las muchas dudas que
hay en torno a una reforma compleja, que hoy son muchas más que certezas.
Se produce, entonces, la paradoja de que la
reforma tributaria avanza a paso firme en el Congreso, casi sin espacio para el
debate, escuchando a los afectados no más de 10 a 15 minutos, mientras por otra
parte el apoyo ciudadano baja, como lo muestran las encuestas, básicamente por
el mal desempeño comunicacional del Ejecutivo, que no ha logrado desmentir una
afirmación que golpea el corazón de la reforma: que ésta golpea fuertemente a
la clase media en al menos dos aspiraciones básicas, la vivienda y las
pensiones.
Escuchar al Ministro Arenas repetir en cada
entrevista que esta reforma afecta sólo al 1% más rico no ha logrado convencer
a quienes se sienten afectados directamente por los cambios propuestos, gente
de clase media que compra viviendas de más de 2.000 UF y que ahora deberá pagar
seis millones de pesos adicionales, producto directo del cambio tributario. Sin
incluir el mayor costo que también genera subir el impuesto de timbre y
estampillas, que grava todo crédito.
Lo mismo ocurre con el entorno de industrias
socialmente muy sensibles, como el vino y el pisco, que ven en esta alza una
pérdida de competitividad, que puede terminar afectando su existencia.
En ambos casos, son muchos los pequeños
agricultores, que cultivan y entregan sus cosechas a estas industrias, los que
se verían afectados directamente con el alza de impuestos.
La gran mayoría de los chilenos no quiere pagar
más impuestos. Así lo ratifican gran parte de las encuestas, como la de La
Segunda-UDD, donde un 59% declara que personalmente no está dispuesto a pagar
más y un 72% se siente poco o nada informado sobre la reforma tributaria. Sí,
en cambio, están a favor de que paguen otros. Esto explica que, al conocerse
los reales alcances de la reforma tributaria, el apoyo ciudadano haya
disminuido, lo que pone en alerta al Gobierno y obliga al Ministro Arenas a
corregir el proyecto original presentado en el Congreso con indicaciones que
atenúen o posterguen los aspectos negativos, lo que sigue siendo insuficiente.
Hay dos efectos políticos originados por la
falta de destreza política y comunicacional del Ministro en su presentación
pública de la reforma tributaria. Primero, que la oposición se ha sentido
envalentonada y con piso político para rechazarla más frontalmente, impulsada
por los crecientes cuestionamientos, complicando a quien aparecía como el Ministro
más poderoso del Gabinete. El segundo efecto es la oportunidad para una
Democracia Cristiana que se siente disminuida al interior del Gobierno y que
ahora toma distancia pública de la reforma, valida varios de los argumentos de
la oposición y sectores perjudicados por la reforma, y así ha logrado aparecer
como un actor clave en la tramitación que puede jactarse de haber obtenido
cambios importantes al proyecto original. Lo complejo de este giro de la DC es
que lo hace a costa del resto de los partidos de la Nueva Mayoría, que aparecen
sólo obedeciendo y aceptando la reforma.
El Ministro Arenas aparece demasiado confiado
en que no necesita esforzarse, a pesar del evidente cambio de clima en la
percepción ciudadana sobre la reforma tributaria. Seguir girando a cuenta de la
lealtad de los Parlamentarios le puede traer, al igual que a un mal alumno que
se confía demasiado, más de alguna sorpresa desagradable al Gobierno en la
tramitación de una de sus tres grandes reformas.
Tomado de Diario La Segunda.