sábado, 12 de mayo de 2012

Notas para un fin de semana meditado...


Sin duda es la foto de la semana: El Juez Daniel Urrutia
dejó con arraigo nacional al ex Subsecretario del Interior,
Patricio Rosenade, y a la ex Director de la ONEMI, Carmen
Fernández, y seis personas más por cuasidelito de
homicidio, configurado por la inexistencia de Alerta de
maremoto el 27 de febrero de 2010. Nosotros insistimos
en que no deben pagar solo los ratones y que faltan
las Autoridades superiores presentes en la Oficina de
Emergencia esa madrugada, Michelle Bachelet, Edmundo
Pérez Yoma y Francisco Vidal, los que con su sola presencia
asumieron, por su grado en la jerarquía pública, el manejo
de la situación.



El difícil día después de la CEP
Coincidencia o no, el último gran conflicto interno vivido por el oficialismo -la crisis desatada por el acuerdo RN-DC- había ocurrido en enero, cuando el Gobierno intentaba remontar los lapidarios resultados de la encuesta CEP de diciembre. Ahora, un nuevo estudio de ese repite casi con exactitud las malas cifras y amenaza ya no sólo el cuidadoso trabajo político de La Moneda por ordenar a sus partidarios en torno a las reformas educacional y tributaria, sino la convivencia misma al interior de la Alianza. En efecto, el episodio que llega a su clímax con la carta de la directiva de Renovación protestando por la asistencia del ministro Golborne a un acto en Recoleta, es una muestra práctica de lo que puede ocurrir cuando se mezclan una administración debilitada en su evaluación ciudadana, y por tanto disminuida en la capacidad para disciplinar a sus propias huestes, y el adelantamiento precipitado de la carrera presidencial.




Porque sin la confluencia de esos elementos, explicitados crudamente y a la vez acentuados por la CEP, parece muy difícil imaginar a la mesa de un partido acusando de proselitismo y de uso de autos fiscales a un presidenciable del mismo sector, quien, por tanto, podría llegar eventualmente a ser su propio candidato. Una protesta que bien podría leerse por los partidarios de Golborne (incluida la mesa UDI) como declaración de guerra, en un conflicto que, si no se encauza, además de enturbiar gravemente la gestión de la segunda mitad del mandato de Sebastián Piñera, corre el riesgo de volverse un nuevo ejemplo del canibalismo político tan recurrente en la derecha.




Lanzados. La semana partió con la celebración del aniversario RN y sus aires de proclamación de un ministro (Allamand) que ha expresado explícita intención presidencial. Eso, para que luego su colega y rival Golborne concurriera a una celebración de las madres, en Recoleta, muy parecida a un acto de campaña y a cuya salida pidió preocuparse por los votos para la alcaldesa UDI, protagonista ella misma de una pugna al interior de su partido. Después vinieron los reclamos de la oposición -incluso pidiendo la renuncia de ambos secretarios de Estado- y ahora la dura carta de protesta de la directiva RN. Todo, a sólo quince días de la anterior escaramuza entre los ministros y de los llamados de atención respectivos: una sucesión de capítulos que dejan en mal pie la autoridad presidencial y ayudan poco a espantar la aborrecida figura del «pato cojo». No sólo eso. Su reiteración acerca aquel punto en que la permanencia en el gabinete se vuelve incompatible con otras aspiraciones, por razones que van desde la ética política hasta el entrabamiento de la propia gestión ministerial. ¿Conviene eso a alguien? Partidarios de Allamand han planteado que, fuera de su cargo, Golborne "perdería el «Ferrari» ", es decir, las ventajosas condiciones de perfilamiento que le ofrece el MOP; sin embargo, no es nada claro que el adelantamiento vaya a mejorar la posición del titular de Defensa. En cuanto al Gobierno, obviamente le perjudica la señalada imagen de incapacidad para controlar a sus ministros, pero tampoco sus alicaídas cifras de popularidad le facilitan la tarea de poner en vereda a secretarios de Estado mejor evaluados que el propio Presidente. Los trascendidos sobre la molestia del Mandatario con lo que está pasando y los llamados de atención a ambos bandos por parte de los ministros políticos son indicativos del nivel de preocupación que esto desata.




Cómo van? El ministro de Obras Públicas lleva hoy la ventaja, según confirman la CEP y también algunos hechos políticos, como la (tímida) aparición de golbornistas en RN y las señales de una UDI cuya supuesta carta natural, Pablo Longueira, quedó relegada a lugares segundarios en la encuesta. Pero también los números delthink tank dejan a los secretarios de Estado muy a la zaga de una Michelle Bachelet que parte con el 51% de las menciones espontáneas. ¿Tienen perspectivas? Las cifras CEP y Adimark hacen ver lejano aquel objetivo del Gobierno de llegar a un 40% de apoyo a su gestión antes de la municipal y sentar así las bases para su proyección. Con todo, las apuestas por un buen resultado en esos comicios siguen como la gran esperanza del oficialismo para un repunte... expectativa que podría acabar del todo frustrada si la virulencia de estas horas no logra ser controlada.




Contraste exacerbado es el que se ve entre Michelle Bachelet copando favoritismos y una Concertación no sólo mal ponderada en las encuestas, sino enredada en interminables disputas. Esta vez, la vehemencia de Osvaldo Andrade para pedir "sentido común" -leída como un intento por evitar la realización de primarias- terminó siendo un boomerang que obligó incluso a los democratacristianos bacheletistas (con excepciones: el vicepresidente Víctor Torres) a apoyar -al menos por ahora- ese mecanismo y que puso más aún en entredicho el discutido acuerdo DC-PS. Ello, paradójicamente, justo cuando la misma CEP mostraba que los competidores de Bachelet intra Concertación se debaten entre las bajas de popularidad (Velasco) y la intrascendencia. Sólo Marco Enríquez-Ominami aparece hoy como un adversario, dentro de la izquierda, capaz de incomodarla... aunque parece claro que él no irá a primarias y apostará a la primera vuelta. En todo caso, la situación misma de Bachelet también implica algunos dilemas para el bloque opositor. Desde luego, el nunca descartable escenario de que decidiera no volver a postularse. Pero, también, el de proclamarla a partir de un mecanismo que no huela a los execrados acuerdos cupulares, pero tampoco la exponga a desgastes.




La sombra del tsunami. Aparte de la batalla presidencial y las encuestas, el otro hecho clave de la semana se desarrolló en el Centro de Justicia, en las audiencias de formalización por el 27/F. El caso en sí tiene alcances controvertidos (desde la evaluación penal de responsabilidades políticas, hasta la extensión del procedimiento, con verdaderos ribetes de antejuicio). Pero, además, pone en el primer plano uno de los aspectos más débiles de la gestión Bachelet: el lamentable y desorientado manejo frente a esa catástrofe, tema que resurgiría sin duda en su eventual campaña presidencial.





Amedrentamiento a Rector de la Usach
Un grupo  de seis individuos encapuchados incendió el martes en la mañana el automóvil del rector de la Universidad de Santiago en dependencias de la Usach. Se trata de un acto de violencia que despertó una condena unánime de diversas autoridades y de la ciudadanía, y que debe ser investigado a fondo para conocer las motivaciones de los agresores, determinar la identidad de éstos y conseguir que sean puestos a disposición de la justicia.




Parece evidente que el objetivo del atentado fue amedrentar a la máxima autoridad del plantel universitario y generar un efecto intimidador en la comunidad universitaria. El rector calificó el episodio como un “acto irracional  y terrorista”, a la vez que descartó -sin entregar fundamentos para la aseveración- la posibilidad de que los perpetradores del mismo fueran estudiantes de esta casa de estudios superiores. En virtud de los primeros antecedentes que se conocen, quienes cometieron el hecho actuaron con clara intencionalidad, mostrando un grado importante de organización y coordinación, pues conocían muy bien el recinto y cuál era el auto del rector. El que hayan tardado sólo 30 segundos en llevar adelante la operación habla del grado de preparación que tenían. Esto sugiere la presencia de un grupo coordinado que actuó de manera premeditada.




El atentado confirma una vez más la existencia de grupos dispuestos a realizar actos de violencia con el fin de infundir temor y tratar de forzar determinadas acciones o decisiones. La experiencia debe servir a para que se tomen mayores resguardos en la Usach. Esta no cuenta con las medidas mínimas de seguridad que son exigibles en momentos de alta efervescencia estudiantil como los actuales. Es necesario recordar que, en el pasado, la actuación de los manifestantes ha obligado a la fuerza pública a ingresar al campus para poner orden y evitar que los violentistas busquen refugio en éste.





Sueldo mínimo con ingreso ético familiar
La aprobación por el Congreso del proyecto gubernamental sobre ingreso ético familiar ha venido a arrojar una luz nueva sobre la discusión respecto del monto del sueldo mínimo, que había resurgido luego que el presidente de la CUT, Arturo Martínez, solicitó que éste suba de 182 mil a 250 mil pesos. Esa cifra es similar al salario ético del que habló monseñor Goic hace algunos años, y al monto al que se comprometió durante la campaña el Presidente Piñera para el "ingreso ético familiar". La ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, descartó que el monto planteado por Martínez vaya a ser acogido por el Gobierno, ya que hacerlo tendría directas consecuencias adversas sobre las nuevas contrataciones de personal de menor calificación. En efecto, las personas de baja productividad y que no tienen empleo en la actualidad tenderían a no ser contratadas con un sueldo mínimo reajustado de manera exagerada, manteniéndolas en una situación de pobreza. En cambio, serían beneficiados por esa alza del salario mínimo quienes actualmente trabajan y ya lo están percibiendo, pues recibirían un aumento automático, lo que no le ocurriría al resto de los trabajadores. Sin embargo, como dicho mínimo lo perciben en general quienes laboran en pymes cuya fragilidad económica les hace muy difícil absorber dicha alza, su fuente laboral también podría terminarse.




El número de trabajadores que recibe un sueldo mínimo es inferior al 11 por ciento de los asalariados según la encuesta Casen, por lo que no resulta prudente ni aconsejable elevar el salario mínimo más allá de unos pocos puntos sobre la inflación. Esto, especialmente en un escenario en que la creación de empleo está experimentando un aumento vigoroso, y de manera natural los salarios reales tienden a crecer en términos reales, pues un número creciente de trabajadores de salario mínimo comienzan a percibir remuneraciones que sobrepasan este nivel, sin correr el riesgo de desempleo que crearía un aumento artificialmente alto y definido por ley.




Este problema se aborda mejor por la vía de definir un ingreso mínimo familiar, como lo ha hecho el Gobierno. En tal caso, se complementa el salario mínimo (o valores cercanos a él) con subsidios, algunos de los cuales se entregan a las familias por el solo hecho de estar en situación de pobreza, y otros según mérito, que puede estar relacionado con el esfuerzo que las personas desplieguen en el cuidado y estudio de sus hijos, aunque también podría estar asociado al hecho de tener trabajo con una remuneración cercana al mínimo. Así se pueden elevar los ingresos de las familias en peor condición, sin distorsionar negativamente el mercado del trabajo y evitando que crezca el desempleo.




Sectores cercanos a la CUT y a los partidos políticos que sienten representar genéricamente a los trabajadores son en general muy escépticos respecto de aumentos salariales provenientes de la situación del mercado laboral. Sin embargo, en la actualidad hay sectores como la minería y la construcción, en los cuales es muy difícil encontrar mano de obra, y cuyas remuneraciones han experimentado fuertes alzas, desmintiendo ese escepticismo. Por eso, es preferible asegurar las condiciones para un crecimiento sostenido de la economía, que incremente la demanda por mano de obra, junto con otorgar mejor educación a la población, para subir su productividad, y que esos factores eleven las remuneraciones de manera permanente. En cambio, hacerlo por ley y de manera exagerada tendría efectos nocivos y contrarios a los buscados.





Mal resultado de los docentes
Un examen a los egresados de las carreras de pedagogía básica de 49 universidades y centros de estudios superiores arrojó resultados francamente insuficientes. La prueba tiene un carácter voluntario y sólo se ha informado en detalle de aquellas instituciones que pudieron presentar a 12 o más egresados. En conjunto, el 42 por ciento de los futuros profesores no alcanza el mínimo en cuanto a conocimientos pedagógicos, y un asombroso 69 por ciento no alcanza tampoco el mínimo en conocimientos disciplinarios de las materias que van a enseñar a los alumnos. Si se considera que se trata de lo que debe aprender un niño menor de 12 años, el desconocimiento de los futuros docentes es doblemente inquietante, pues se esperaría que esas materias las supiera todo alumno que egresa de la enseñanza media y, por cierto, todo universitario.




Este lamentable resultado, sin embargo, no debiera sorprender a nadie, pues ya existían antecedentes muy serios del bajo nivel de preparación de los egresados de las escuelas de educación chilenas. Entre 2007 y 2008, una prestigiosa organización internacional que evalúa la educación en varios países examinó los conocimientos matemáticos y pedagógicos de los futuros profesores en 16 países. El rendimiento de los alumnos nacionales mal podría ser peor. Entre quienes egresaban para enseñar a los niños del segundo ciclo de educación básica, por ejemplo, Chile ocupaba el último lugar, aunque participaban países pobres, con ingresos muy inferiores a los nuestros.




La inquietud social por la calidad de la educación aparece crecientemente respaldada por las mediciones más serias. Reflejan ellas una deficiencia profunda, no explicable por ninguna medida específica adoptada por algún gobierno, sino más bien por la baja prioridad que la sociedad chilena le ha dado a la educación. Bajos salarios a los profesores, malos puntajes de ingreso a las carreras pedagógicas, prestigio social disminuido y, dentro de las universidades, poco respeto académico por las disciplinas educacionales, son todos indicios de una baja valoración social de la educación. No obstante, esto parece estar cambiando, y hoy todos los sectores sociales y políticos afirman que le otorgarán primera prioridad al tema.




Con todo, los avances han sido lentos, pero no menores, pues entre el año 2000 y 2009 fue el país que más avanzó en los exámenes de capacidad lectora de los estudiantes y quedó situado, junto a Uruguay, como uno de los mejores en América Latina. Por cierto, las comparaciones con los países de la OCDE no son favorables para Chile, ya que nuestro nivel está aún muy por debajo de los países desarrollados.




Junto a estos avances alentadores, que suelen quedar en el olvido, otras señales son muy decepcionantes. En 2006 se instituyó un sistema nacional de aseguramiento de la calidad en la educación superior, para lo cual se establecían procesos de acreditación como el instrumento para garantizar a los estudiantes una buena formación. No obstante, las facultades de Educación cuyos resultados se han revelado desastrosos no tuvieron dificultades para lograr su acreditación, con lo cual han dejado al sistema en tela de juicio. Incluso se observa un plantel que no logró que ninguno de sus egresados llegara al mínimo, pero había obtenido una acreditación por cuatro años.




El país ha tomado conciencia de la importancia de la educación, así como de sus deficiencias mayores. Las soluciones no siempre han dado resultados y -lo que parece agravar las circunstancias actuales- el interés por aprovechar políticamente el descontento social conspira contra la búsqueda de acuerdos sólidos y técnicamente bien diseñados. En la historia de Chile, misiones extranjeras tuvieron notable participación en el mejoramiento de nuestras instituciones educacionales, y quizá sea el momento de buscar una asesoría técnica de la mayor jerarquía, que pueda pasar por sobre las diferencias políticas.





Un momento crucial para las economías europeas.
La difícil situación económica por la que atraviesa Europa cobró el domingo una nueva víctima política con la derrota del Presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien perdió la reelección ante el candidato socialista, Francois Hollande. Sarkozy se suma de esta manera a la larga lista de gobernantes europeos que han salido de sus cargos a raíz de la crisis de la deuda soberana de los miembros de la eurozona.




El triunfo de Hollande fortalece la posición de quienes pretenden revisar el pacto fiscal acordado por la Unión Europea a fines de 2011, el cual supuso la adopción de severas medidas de austeridad en los diversos países afectados por la crisis. Bajo el impulso del gobierno alemán de la canciller Angela Merkel y del propio Sarkozy, las naciones europeas han venido experimentando una brusca reducción del gasto público, acompañada en algunos casos de alzas tributarias. La consecuencia ha sido una caída en el crecimiento (al punto que España, por ejemplo, se encuentra en recesión) y una aguda alza del desempleo, todo lo cual, a su vez, ha generado descontento social, el auge de posturas extremas a la izquierda y a la derecha del espectro político (como quedó en claro en las elecciones legislativas griegas del domingo y tras la primera vuelta de las presidenciales francesas) y el surgimiento de potentes voces que sostienen que la austeridad no es el camino más adecuado para recuperar las economías de la región y demandan, en cambio, un aumento del gasto como medio para dejar atrás la crisis.




El debate europeo se ha situado de esta forma en un momento crucial. Mientras el gobierno alemán, el Banco Central Europeo y el todavía influyente Bundesbank señalan que no habrá salida de los problemas sin un doloroso ajuste estructural que transforme las bases del modelo económico para remover de él la enorme presencia que hasta ahora ha tenido el aparato estatal, algunos líderes del sur de Europa y el Presidente francés electo apuntan a que es posible superar la compleja coyuntura, generando crecimiento a partir del aumento del gasto, adoptando programas de estímulo que sirvan para poner de nuevo en marcha la economía. Sin embargo, parece obvio a estas alturas que este último tipo de planes no ha tenido utilidad y que sólo haría más difíciles las cosas, postergando soluciones de fondo, aumentando los déficit fiscales y elevando el riesgo país (con la consecuente alza de las tasas de interés a las que es posible endeudarse) de las economías europeas. La misma Francia, cuya deuda pública se empinó durante el gobierno de Sarkozy hasta un equivalente al 90% del PIB, es la muestra más palpable de que el aumento del gasto no sirve para reimpulsar una economía que, mientras no haga un ajuste profundo, seguirá sufriendo graves problemas de credibilidad.




Lo más prudente parece ser adoptar una política de austeridad, pero sin caer en excesos que terminen ahogando las posibilidades de recuperación. El Fondo Monetario Internacional ha advertido recientemente acerca de este peligro, señalando que, aunque resulta urgente tomar medidas para enfrentar el alto endeudamiento (en las economías avanzadas, éste alcanzará en promedio al 109% del PIB en 2013), también es necesario buscar soluciones que reimpulsen la actividad. La directora del FMI recalcó ayer este punto, afirmando que es posible adoptar estrategias que promuevan de forma simultánea la estabilidad y el crecimiento.





Después de la batalla,
 por Jorge Edwards.
 La contienda electoral fue áspera, y yo, por razones obvias, no podía comentarla en columnas de prensa. Pero el día 8 de mayo, fecha de conmemoración del fin de la Segunda Guerra Mundial, la ceremonia tradicional en el Arco de Triunfo congregó a los dos contendores, al presidente candidato, derrotado hacía dos días, Nicolás Sarkozy, y al candidato socialista y presidente electo, François Hollande. Me limito a dar una impresión personal, ambiental, por decirlo de alguna manera, bastante compartida: el apretón de mano entre los dos personajes, su presencia en la primera fila, tuvo un efecto general apaciguador. Se recuperaba la vieja tradición republicana, el sentido de consenso, de unidad por encima de la diversidad. Parecen palabras, pero todos esperan que esto sea más que palabras. Lo que ocurre es que aquí hay una tregua, después de una trepidante batalla, y además de eso una economía sólida, que tiene muchas maneras de defenderse, pero en otros lados de Europa, y sobre todo en Grecia y en España, los signos inquietantes se multiplican. Alguien me comenta que los neonazis griegos, con su odio al sistema construido por los europeos, forman una de las hordas más peligrosas del mundo contemporáneo. Podemos imaginar lo que sería una Europa recorrida por bandas ultranacionalistas, fascistoides. Sería un regreso a pasados tenebrosos, que parecían enteramente olvidados. Una ceremonia republicana, democrática, en que las divisiones internas se olvidan, al menos por el espacio de una mañana, pasa a ser entonces un episodio digno de ser observado y respetado. Que Lionel Jospin, ex Primer Ministro socialista, converse y discuta con François Baroin, el ministro de Economía saliente, y que el señor Fillon, Primer Ministro hasta el día cercano de la transmisión del mando, escuche por encima del hombro, son situaciones civilizadas y, por eso mismo, no desdeñables. Que terminen las bandas militares y se vuelvan a tirar sartenes y cucharones por la cabeza, ya es otro asunto.




Entretanto, en mi calidad de diplomático intermitente, me acuerdo de anteriores ceremonias frente a la llama del soldado desconocido. En un mayo del año 71 o del año 72, un comienzo de primavera más bien frío, ventoso, con un sol que se asomaba por entre nubarrones, estuve sentado al lado de Alejo Carpentier, el novelista cubano de El reino de este mundo. Como se sabe, por razones de alfabeto, el protocolo colocaba siempre a Chile al lado de Cuba y de China. Miguel Barnett, escritor bromista, que se había alineado en el castrismo oficial después del «caso Padilla», se inclinó una vez por detrás de la espalda del embajador de Pekín, en una reunión oficial, y me dijo: “China nos separa”. No era poco, y él sabía que la separación venía por otros motivos. Pues bien, con Alejo Carpentier, que había sido musicólogo antes de dedicarse a escribir novelas, aprovechaba para hablar de música. Conocía a fondo la música francesa de finales del siglo XIX e incluso de comienzos del XX. Podíamos transitar entre Offenbach, Massenet, Chabrier, Camille Saint Saens, llegando hasta Poulenc y Pierre Boulez, a lo largo de imponentes ceremonias. Las bandas militares atacaban una pieza musical cualquiera y él conocía la biografía del autor, los lugares donde la música había sido estrenada, las más diversas circunstancias.




Ahora leo unos textos del gran mexicano Alfonso Reyes, prologados y recopilados por el señor Bernardo Hernández Amor, jurista, miembro del Tribunal Internacional de La Haya, y comprendo que Reyes escribió con notable agudeza, con buen sentido, acerca de sus experiencias de diplomático en Buenos Aires, en Río de Janeiro, en Madrid, en diversos lugares y circunstancias. Era un escritor en la diplomacia, pero fue también un gran diplomático en la literatura. Reyes se ocupaba de los manteles, la vajilla, la cuchillería, hasta los mayores tratados internacionales. En una etapa se endeudó hasta la camisa para representar mejor a su país en Europa. Fue amigo de Gabriela Mistral, de Manuel Bandeira (poeta brasileño), de Jorge Luis Borges. Bandeira escribió un poema para su despedida en un hipódromo de la ciudad de Río. Me acuerdo de dos versos: Alfonso Reyes partindo / e tanta gente ficando. Los que se van, en contraste con los que se quedan, suelen no estar bien escogidos. Alfonso Reyes cuenta que las embajadas mexicanas de su época, en un tiempo de guerras civiles, de revoluciones, de conflictos, estaban en un estado penoso de abandono. Una vez llegó a su residencia, se acostó en un catre relleno con aserrín y el catre se vino abajo. Es entre divertido y penoso, pero no me extraña en lo más mínimo. Yo me tendí un buen día en la cama de la mansión de la avenida de la Motte-Picquet, a poco de haber llegado y con la mayor inocencia, y la cama también se vino abajo. Como es muy grande, me las arreglé para dormir en uno de sus costados. Al día siguiente me explicaron que estaba ya muy gastada, con la madera un poco carcomida por el paso de los años y las décadas, y que el catre solía arquearse y terminar por derrumbarse. Son las llamadas delicias de Capua, más gratas en la distancia, pero considero que existen algunas compensaciones. Al fin y al cabo, hablar de música francesa con Alejo Carpentier, sentado en una gradería frente al Arco de Triunfo, en medio de los tambores y las trompetas ceremoniales, bajo un cielo que por momentos se despejaba, ha sido un privilegio extraordinario. Los ocasionales cototos pueden olvidarse con toda tranquilidad.





(Los textos de esta edición fueron seleccionados de diarios de circulación nacional).

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