Hugo Chávez Frías,
tirano venezolano,
será intervenido nuevamente
por “lesión”
en la zona en que
se le extrajo tumor
cancerígeno.
Chávez:
nuevamente al quirófano,
por Mario
Montes.
Telesur es un canal de propaganda chavista,
esto nadie lo puede negar después de ver la cantidad de tiempo que dedica ese
medio para publicitar la imagen del tirano venezolano, al que el sábado se le
descubrió una nueva lesión cancerosa, en los exámenes que se le realizan
periódicamente después de su primera operación.
No nos alegra que el dictador esté más enfermo
de lo que los partes oficiales y la propaganda del régimen informa, pero es
claro, con solo mirarlo que su salud se encuentra mucho más deteriorada de lo
que el oficialismo y el mismo quieren demostrarle a la ciudadanía venezolana y
al mundo.
Ayer, en una visita a las instalaciones en
construcción de una fábrica de tractores, el autócrata reconoció públicamente
la necesidad de que sea intervenido nuevamente, aunque sin dar a conocer el
lugar donde será operado, negando enfáticamente los rumores de estar afectado
por una severa metástasis.
Al parecer, por sus palabras, la salud del
déspota está peor de lo que se informa, pues, llamó al pueblo a estar
tranquilo, porque la revolución bolivariana
ya tiene el impulso necesario, ha crecido lo suficiente y dio a entender
que el proceso es completamente irreversible en su camino a la instauración del
socialismo.
Sin duda alguna la salud del cabecilla del
bolivarianismo está resentida, como lo demuestra su escasa exposición en actos
públicos, basta mirar la fotografía con que ilustramos esta nota para darse
cuenta, por la hinchazón de su faz, las ojeras que ostenta y lo pausado de su
hablar para notar que ya no es el demagogo populista de antaño.
¿El fin de Al
Assad?,
por Joaquín
Fermandois
Hace poco más de un año titulaba una columna
con la misma pregunta, referida a Hosni Mubarak. No me las daba de profeta,
entre otras razones porque nuestro tiempo le robó todo suelo a la profecía,
devenida en labor de adivinadores comerciales. Lo sucedido en Egipto ha
mostrado la dificultad de hallar nuevas formas políticas con tantos intereses
encontrados y falta de práctica. Por eso, si se desmorona o no el régimen de Al
Assad -un sistema patrimonial, el Estado es de una familia extendida-, lo
sucedido prueba por enésima vez que los regímenes dictatoriales son fuertes y
débiles a la vez, entre otros porque descansan en las personas, con
prescindencia de las instituciones. Cada cierto tiempo se instaura una satrapía
tras una revolución más o menos violenta. Así fue en Irak y Siria, hasta que la
oleada fundamentalista que siguió a la revolución iraní puso en jaque a
sistemas seculares y a monarquías. En todo caso, Assad tiene más ases en la
mano que los que mantenía Mubarak, entre ellos una brutalidad desmesurada, con
abundancia de testimonios en 40 años.
La llamada "Primavera árabe" parece
de un talante diferente. Primero, no da la impresión de haberse originado en un
impulso de fundamentalistas, aunque éstos la puedan capturar en un segundo
momento, siguiendo la lógica revolucionaria de carrera al extremo. Segundo, no
parece ser en primer lugar una expresión antioccidental; no es propiamente
liberal, pero al dar voz a la cólera ante la arbitrariedad y la corrupción,
exhala un aire que puede nutrir a una cultura más liberal. Tercero, no parece
primariamente antisionista o antiisraelí, aunque por cierto no va a cambiar los
sentimientos árabes hacia el conflicto del Medio Oriente; la frustración va
dirigida contra las condiciones en el interior de cada uno de esos países.
¿Se desarrollarán democracias a partir de esta
"Primavera"? Quizás. Las migraciones y el turismo algo contribuyeron
a que la cultura política democrática tenía que arribar a las costas
meridionales del Mediterráneo. Pero de ahí a que vaya a existir un desarrollo
democrático, es harina de otro costal. Desde luego, nada dice que esto no vaya
a brotar en otros países como Arabia Saudita y los Emiratos, aliados de
Occidente y sociedades con otro tipo de organización política, basados en la
fuerza de amplísimas familias reinantes. En suma, no dejan de ser
"dictaduras" si de lenguaje oficial se trata, aunque Jordania ha sido
una monarquía absoluta relativamente ilustrada bajo la dinastía hashemita del
gran Hussein II y del actual Abdallah.
En fin, hay que poner de relieve que jamás ha
habido genuina democracia en el mundo árabe, aunque sí la hay hasta cierto
punto en el mundo islámico. La muy relativa excepción, Líbano, produjo entre
1975 y 1990 una guerra civil salvaje, en un pueblo que no es salvaje. Si en 200
años de historia republicana en América Latina la democracia ha sido y es un
arduo camino, la "Primavera árabe" no rendirá frutos de la noche a la
mañana. Podrá ser el inicio de un camino si en los próximos 100 años el modelo
de democracia mantiene vitalidad en Europa -en último término, la fuente
originadora de la república moderna.
Entretanto, sin saber cómo se desenvolverán las
cosas en Siria, por ahora ojalá no haya intervención occidental, nada que vaya
más allá de sanciones y, quizás, de resguardo de una zona de exclusión para
refugiados. Y algo que se ha dicho poco: hasta la empresa más noble se envilece
con una ejecución como la de Saddam Hussein, o, más atrás, la ejecución del
matrimonio Ceausescu en Rumania, en 1989, o la horrible forma con que
recientemente se dio muerte a Gaddafi.
Espías y
fantasías,
por Hernán
Felipe Errázuriz
Los espías dan para todo y desde siempre. Dicen
que es la segunda profesión más antigua de la Tierra: Dalila fue contratada por
los filisteos para conocer las debilidades de Sansón, su poderoso enemigo.
Sansón, enamorado, confesó que el secreto de su poder era su melena. La amante
se la cortó y quedó prisionero. Algunos sostienen que Dalila también ejerció la
otra profesión más antigua de todas, era traviesa la chica.
Especialistas remarcan los peligros del
espionaje: la doble vida, las fantasías y el trabajar con traiciones, sobornos
y chantaje son de alto riesgo. John Le Carré y Graham Greene, famosos
novelistas del rubro y ex miembros de la inteligencia británica, resultaron
escépticos de los espías. Ian Fleming, autor de James Bond, antiguo jefe de la
inteligencia inglesa, prefirió introducirles glamour . Según Le Carré, Ronald
Reagan, Margaret Thatcher y Gorbachov se habrían sorprendido de las "imbecilidades
que se cometen en el sacrosanto nombre de la inteligencia".
Los gobernantes, ministros y altos funcionarios
de las grandes potencias prefieren tomar distancia de los operativos secretos.
A lo más aparecen voceros de segundo orden que "no desmienten ni niegan".
Latinoamérica, con su realismo mágico, tiene su
particular forma de practicar, dirigir e inventar el espionaje. Los secretos de
sus políticos -y no los extranjeros- son la prioridad, especialmente en
Argentina y Perú. También hay chambonadas, como el bochornoso ingreso al
consulado argentino en Punta Arenas. Allí se llegó a extremos de publicitar la
llamada del Presidente Lagos a Kirchner, disculpándose, y pasó a retiro un
general ajeno al episodio.
En estos días, peruanos y chilenos han
calificado de espías y detenido a un trotamundos, a un dibujante callejero y a
un paseante curioso que circundaban recintos militares.
Psicosis y desconfianza crean fantasiosos
espionajes, y el protagonismo de ministros y parlamentarios los sobredimensiona
con desmentidos y reclamos o atribuyéndoles ser parte de un plan de agresión,
como dijera el general Daniel Mora, ex ministro de Defensa del Presidente
Humala.
Más atinado fue el congresista peruano Carlos
Tubino, que restó importancia a las intromisiones en las instalaciones
castrenses, recordando la mejor calidad de las fotografías satelitales de
Google.
Con los problemas vecinales se repetirán
absurdos incidentes de espionaje, porque en Latinoamérica cualquiera puede
resultar espía, para gusto o disgusto de las autoridades.
Such is life in the tropics , habría dicho Lord
Curzon para explicar a la reina Victoria lo inexplicable de los acontecimientos
en tierras remotas.
"Such is life in the tropics", habría
dicho Lord Curzon a la reina Victoria.
El nuevo tsunami
por Miguel
Angel Vergara.
Próximos al segundo aniversario del 27/F y ya
finalizada la investigación de la fiscal Huerta, se ha desatado un nuevo
tsunami, ahora con un cariz político. Mientras unos intentan involucrar a la ex
Presidenta Bachelet por su desempeño en las primeras horas de la tragedia,
otros buscan acreditar la lentitud de la reconstrucción en las zonas afectadas.
Me
preocupa que, como producto subsidiario de esta lucha que se juega en ligas
mayores, una vez más las FF.AA. terminen siendo el chivo expiatorio de las
malas o nulas decisiones que se tomaron en el improvisado puesto de mando que
el gobierno constituyó en la Onemi el 27/F. Ya se especula cuán distinta habría
sido la situación si el Shoa hubiese establecido la alerta de tsunami, o si el
Ejército hubiese facilitado su red de telecomunicaciones, que no se vio
afectada.
Los
antecedentes que han trascendido de la investigación señalan que el Shoa emitió
la alerta de tsunami a las 4.07, por lo que la Onemi debió disponer inmediatamente
la evacuación, lo que no se hizo por desconocimiento de los protocolos. Si bien
posteriormente hubo un error de apreciación del Shoa, al haber cancelado la
alerta a las 4.56, ésta estuvo plenamente vigente durante 49 minutos. Cabe
destacar que la Armada reconoció prontamente este lamentable error, dispuso
sanciones y se abocó a tomar las medidas tendientes a evitar su repetición. Por
otra parte, independientemente del juicio que nos merezca el papel cumplido por
el Shoa, la norma indica que ante un terremoto superior a 7,5 grados en la
escala de Richter se debe decretar la evacuación de inmediato, sin perder
preciosos minutos esperando la evaluación técnica sobre la posibilidad de un
tsunami, acción que la Onemi tampoco llevó a cabo.
En
cuanto al sistema de comunicaciones del Ejército, jamás se ocultó su
existencia, ni sus capacidades, ni se negó su uso. Como lo ha declarado el
propio ministro de Defensa de la época, su propósito se limita a enlazar las
distintas unidades militares a lo largo del país, por lo que habría sido
absolutamente insuficiente para cubrir todas las ciudades afectadas, y menos
las zonas costeras vulnerables a un tsunami. Consecuentemente, poco habría
contribuido a las supuestas mejores decisiones en el puesto de mando de la Onemi.
Debemos recordar que, días antes, el gobierno había promulgado un decreto que,
en la práctica, subordinaba las FF.AA. a la Onemi en caso de catástrofe, a lo
que se suman las reticencias para decretar Estado de Excepción Constitucional y
evitar los saqueos, porque se quería evitar la imagen de una zona
"militarizada". Curiosa añoranza del Ejército surge ahora, sólo para
adjudicarle inexistentes responsabilidades.
Pareciera que el sino de las FF.AA. es ser
aclamadas cuando acecha el peligro y duramente juzgadas cuando vuelve la paz.
La tentación es grande, porque su disciplina les impide entrar en la guerrilla
de declaraciones o destempladas manifestaciones públicas. Por el contrario, lo
propio de la cultura militar es reconocer los errores y corregirlos de
inmediato y es lo que se esperaría de todos los actores, evitando el
"sálvese quien pueda", que sólo contribuirá a enrarecer el ya tenso
ambiente político.
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