lunes, 5 de noviembre de 2012

Rápida mirada a las temáticas del fin de semana...

Entre paseos familiares y salidas a bucear
en Isla de Pascua el Presidente Sebastián
Piñera aprovechó el fin de semana para
meditar sobre el cambio de Gabinete
que tiene previsto hacer en los próximos
días.
Frenéticas últimas horas de Obama y
Romney tratando de convencer a los
indecisos que sus proposiciones son
las que necesita Estados Unidos para
salir de la crisis que les afecta.






Seguir trabajando,
por Juan Andrés Fontaine


Por el mundo político nacional el huracán Sandy pasó el domingo último. Aunque las cuentas alegres de unos y la cara de funeral de otros harían pensar diferente, la verdad es que la única, indiscutida y aplastante vencedora de la jornada electoral fue la abstención.



El voto voluntario cambió drásticamente la naturaleza de la competencia electoral. Antes, la masa de los no inscritos era materia muerta desde el punto de vista electoral; hoy es un "mercado" por disputar, que hay que saber motivar y cautivar. Esa diferencia resta significado a las comparaciones con las elecciones del pasado. La incógnita es cómo convencer a los votantes que esta vez prefirieron disfrutar de un grato día al sol de que bien vale la pena darse la molestia de concurrir a las urnas. Y quien sepa resolverla bien, ganará las elecciones venideras.



El inesperado hecho de que la abstención haya golpeado con más fuerza a las huestes de la Alianza habrá de ser examinado en profundidad por los expertos. Aunque en las elecciones Municipales algo pesan los temas locales, el que ellas se realicen simultáneamente en todo el país y tan sólo un año antes de la elección Presidencial y Parlamentaria, inevitablemente, les confiere connotación política nacional. No es de extrañar que los opositores hayan mostrado mayor interés en manifestar mediante el sufragio su descontento ante el Gobierno actual o su adhesión a la figura de la ex Presidenta Bachelet. En cambio, los simpatizantes de la Alianza, más allá de su apoyo a uno u otro Alcalde, no parecen haber tenido una motivación convincente para ir a votar. Los buenos resultados económicos y sociales de los últimos tres años no parecen ser atribuidos a la gestión del Gobierno, y su popularidad -con más o menos políticos en el Gabinete, más o menos exposición pública del Presidente- sigue sorprendentemente baja. Cuando el voto es voluntario, la frustración o el desencanto de los partidarios -por ejemplo, cuando se renuncia a ideas o proyectos por cálculo político- pueden fácilmente traducirse en mayor abstención.



El Gobierno debe retomar el liderazgo de su agenda programática inicial, que está dando buen resultado. Debe dedicar los 14 meses que le restan a fraguar acuerdos políticos nacionales que permitan levantar las trabas que, en materia energética, laboral y de competitividad, entraban el emprendimiento, y seguir ofreciendo un clima propicio a la creación de oportunidades de trabajo y al mejoramiento de las remuneraciones. La Alianza, en tanto, debe superar el injustificado derrotismo. Con unidad y creatividad, dedicarse a convencer a los desencantados y los indiferentes que, a diferencia del domingo pasado, lo que se juega en la contienda electoral del próximo año es si Chile podrá o no mantener el buen ritmo que llevamos. Nada de lo ocurrido el pasado 28 me hace pensar que la mayoría de los ciudadanos menosprecia los logros económico-sociales obtenidos y quiere volver al pasado.



Elegir otro pueblo,
por Roberto Ampuero.


Cuando en 1953 se produjo en Berlín Oriental el levantamiento de los alemanes del este contra el régimen comunista impuesto por la Unión Soviética, el destacado dramaturgo y militante comunista alemán Bertolt Brecht lanzó un mensaje provocador a los líderes del Gobierno: "Camaradas, si el pueblo no puede elegir otros dirigentes, entonces los dirigentes tendrán que elegir otro pueblo". Brecht, que sabía con qué chichita se curaba, fue precavido: como vivía en el socialismo y era parte de la nomenklatura, tenía pasaporte austríaco, y sus editores le depositaban los honorarios en Suiza.



Me acordé del levantamiento germano-oriental, aplastado con tanques y fusiles, al conocer la exigencia de algunos en el sentido de reinstaurar el voto obligatorio por la baja participación en la última elección. Es cierto que una democracia en que sólo vota la minoría es una democracia frágil. Pero creer que se fortalece la democracia obligando a votar es tener una concepción cuantitativa de la democracia. Peor aún. Una solución así, basada en la imposición, es barrer la responsabilidad de los políticos bajo la alfombra. Implica, además, culpar al ciudadano por la falta de appeal del político. Implica confundir al mensaje con el mensajero, convertir al juzgado en Juez.



Creo que los mecanismos para revertir la situación son otros, pues las causas de la apatía ciudadana son otras. Una de ellas es el escepticismo frente a los políticos, fenómeno, en rigor, universal. Otra es la inexistencia de educación cívica, sobre lo que volveré más abajo. Una tercera es el menosprecio por la ciudadanía: al mirar los afiches de los recientes candidatos, nunca pude saber a qué partido pertenecían. Sólo veía rostros simpáticos, mucho photoshopping, lemas alegres. También es cierto que a determinado nivel de prosperidad de un país, muchos creen que pueden prescindir de los políticos.



Pero tampoco hay que dramatizar: en las principales democracias occidentales, la abstención es elevada. En EE.UU. vota apenas la mitad de la población en las Presidenciales. Por el contrario, en los países con crisis políticas, la gente se vuelca a las urnas para expresar descontento. La política adquiere predominancia, lo inunda todo. El papelero de la historia está lleno de sistemas con voto obligatorio, donde votaba 99% de la población brindando apoyo cerrado a un solo partido.



Otro punto importante: nadie puede hablar en nombre de quienes prefieren quedarse en casa. Es un segmento incógnito.



Creo que una causa importante de la apatía electoral se halla también en la educación básica y media. Los estudiantes tienen razón cuando se quejan de mala educación. Basta con leer tweets de chilenos, ahítos de faltas de ortografía, o con escucharnos hablar en el avión, el bus, la radio o televisión, para constatar que nuestro lenguaje es pobre y de sintaxis defectuosa, que nos cuesta expresar matices o fundamentar nuestras ideas. Eso viene de la infancia y adolescencia. En programas de conversación de la televisión mexicana o colombiana advertimos de inmediato la diferencia en materia de articulación de ideas, complejidad de estructuras y empleo de sinónimos. La expresión oral se ejercita especialmente en clases de humanidades, pero también en la interacción con la familia. Cuando se tiene 20 o 30 años, ya es tarde para corregir el déficit. La expresión no mejora en clases donde no se leen ni discuten textos, donde no se escucha al otro con atención, en familias que cenan mudas ante el televisor encendido.


Y respecto de la apatía electoral, preguntémonos: ¿en qué cursos se enseña a debatir y platicar, o se reflexiona sobre deberes y responsabilidades del ciudadano, la importancia del voto libre, o por qué las sociedades deben regirse por elecciones, no por manifestaciones; por votos, no por botas?



Es peligroso cuando los demócratas concluyen que la vida en democracia, el respeto a los derechos individuales o la solución pacífica de las diferencias en la sociedad es algo natural. Por el contrario, conservar la vida democrática implica un esfuerzo diario y permanente en la enseñanza de las prácticas y valores democráticos a los niños, los jóvenes y los adultos. Si no se les enseña la importancia de la democracia, ¿por qué habrían ellos de concluir que es importante? El mensaje de Brecht tiene vigencia incluso en una sociedad democrática.



¿Tiene oportunidad la centroderecha?
por Axel Buchheister.


Los partidos  de la Alianza sufrieron una derrota en las elecciones Municipales que, en rigor, no debió extrañar tanto, cuando el Gobierno ha mantenido una baja popularidad y eso tenía que afectar. Pero las encuestas motivaron análisis errados. Me sucedió también, cuando basado en ellas, escribí en una columna anterior que la inclusión del PC en la lista de la Concertación provocaría fuga de votos y terminaría siendo un mal negocio. No fue así, porque el resultado demostró que los candidatos comunistas fueron capaces de aglutinar tras de sí toda la votación concertacionista, lo que tendrá efectos políticos importantes en el futuro.



La abstención fue alta. Simplificando, los cinco millones de electores que se incorporaron al padrón no fueron a votar y 1,5 millón que había sufragado en la anterior Municipal no concurrió a hacerlo. Los datos sugieren que de éstos, la mayoría eran votos de la centroderecha. Algunos en ella culpan de la derrota al voto voluntario, lo que es atribuir el problema al termómetro y no a la enfermedad. Además, parten de la base que de haber sido obligados a votar, lo habrían hecho nuevamente por el sector, lo que es discutible, porque la decisión de no ir a votar puede haber escondido una tendencia al rechazo, que con la imposición del voto se pudo hacer efectiva en el margen. Quizás el voto voluntario salvó de un resultado peor, que no sólo habría sido una cifra más mala, sino que esos votos se habrían instalado en el lado de la Concertación y no habrían vuelto fácilmente. Ahora están en el “no vota” y será menos arduo recuperarlos.



¿Tiene oportunidad la centroderecha? Por cierto, si se hacen las cosas bien. Primero el diagnóstico: ¿cuál es la “enfermedad”? Es un desencanto que afecta sobre todo al “voto duro”, que sufre desde hace largo tiempo por la forma que se ha adoptado para hacer política y que se ha acentuado con un Gobierno suyo que no siente como propio. Entonces, hay una falta de motivación que es contagiosa. En el “voto blando” y en los indecisos cunde la confusión, ya que no se entiende la razón para votar por la centroderecha, que no se diferencia en sus propuestas de la Concertación y cuando la tesis que basta la buena gestión ha quedado desmentida. Y, además, cuando ni los partidarios se creen el cuento.



Lo segundo, el “remedio”. Vencer el derrotismo, y hacer la campaña con contenido y convicción. Las sonrisas y promesas de bonos y otras menudencias ya no sirvieron; entonces es obvio que hay que intentar algo distinto y arriesgar. La gente quiere propuestas, pero muchas veces más que compartirlas, compra la determinación de quien las formula.



Tener una agenda sólida no sólo servirá para entusiasmar a las bases, sino para mostrar voluntad y ofrecer una opción novedosa a los que no están decididos, que son los ocho millones que no votaron. Ese es el espacio que hay que conquistar y que no le pertenece a la Concertación, que fracasó en llevarlos a votar a su favor. Por lo demás, la distancia a remontar no es tanta: sólo cuatro puntos debajo del conglomerado opositor, incluido el PC, que los obligará a llevar la agenda más a la izquierda. Si todo esto no es una oportunidad, entonces nada lo es.



No es que fallen, mienten,
por Alfredo Jocelyn-Holt.


Inducen a error. Cómo serán de dudosas las encuestas que en inglés (en cuyos mundos parlantes éstas se han desarrollado más) se usa el mismo término “polls” para referirse tanto a votos legítimamente emitidos y en urnas como, intencional el equívoco, a estas otras mediciones pitonisas. Según J. B. Priestley, el dramaturgo inglés, son pueriles; “los sondeos de opinión son como los niños en el jardín, excavan cosas todo el tiempo para ver cómo están creciendo”.



Sus fallas más graves serían epistemológicas. Las encuestas pretenden medir científicamente una subjetividad que puede variar, puede que nunca haya sido explícita o vaya a saber uno cómo los responsables se hicieron de la supuesta evidencia. La desconfianza viene de muy atrás. Los antiguos tachaban de “doxa” la mera opinión vulgar, para ellos no un conocimiento certero. Burke y De Tocqueville advertían sobre la “tiranía de la opinión” cuando, por ejemplo, un emisor, reacio a opinar, desacostumbrado a usar ciertas palabras o a situarse en el contexto de la pregunta que se le hace, reproduce solícitamente la actitud (interesada, solapada) de quien le pide su opinión. De Tocqueville fue hasta más lejos; cuestionó que en EE.UU. pudiese existir libertad de opinión, dada la propensión de ese país por consensos generalizados.



De ahí, entonces, que a menudo las jornadas electorales suelan desmentir cualquier pretensión “objetiva” previa en querer captar el pulso social de mayorías, además, volátiles e impredecibles. La Presidencial de 1948 en EE.UU. es el más bochornoso caso conocido. Los sondeos daban por muerto a Harry Truman. El Chicago Tribune adelantó ejemplares con “Dewey derrota a Truman” a toda plana el día después de la elección, y que el Presidente se refociló en exhibir ante las cámaras; la foto dio vuelta al mundo. Una década después seguía refregándoles el obituario a agoreros tan poco serios: “Hasta este día sus reputaciones no han sido totalmente repuestas y su influencia está muy reducida” (Memoirs, 1946-1952, vol. II).



Habermas, en su conocido libro sobre la historia y crítica de la opinión pública, vincula estos sondeos a la industria del marketing político, a técnicas de investigación de mercado post Segunda Guerra Mundial, a propagandistas camuflados de “neutrales publicitarios”, interesados en “vender política impolíticamente” y generar “climas de opinión” que, luego, las elecciones, a lo sumo, “plebiscitan”. La mejor prueba de esta aniquilación de la opinión pública es lo que ha venido ocurriéndoles a la sociología y ciencia política, disciplinas alguna vez lúcidas, indispensables, pero que, de tanto dedicarse a indexaciones vacías de fundamento cualitativo, han perdido crédito. Actualmente, los sociólogos y cientistas políticos son a la política lo que los ingenieros comerciales son a la economía.



Por último, por qué no pensar las elecciones en función de quienes pierden, no quienes ganan. ¿Quién gana elecciones hoy? ¿Qué significa ganar? ¿Ganó Bachelet el 2006? (en menos de dos meses de asumir vino el “Pingüinazo”). ¿Ganó Obama el 2008? (¿qué ha hecho?). ¿Piñera el 2010? (perdió la Concertación). ¿Rajoy y el PP el 2011? Las encuestas no predicen “escenarios post” confusos, a la postre decisivos; de ahí que sirvan también de muy poco.



Indispensable orden en las elecciones.


En cualquier acto electoral pueden darse conductas que alteren por un momento el tranquilo desarrollo del mismo, perpetradas por desadaptados o agitadores entremezclados entre los votantes. Así, en las elecciones Parlamentarias de 2005 los canales de TV mostraron cómo se agredió al entonces Senador Longueira en la Comuna de La Pintana, cuando fue a depositar su voto: se lanzaron piedras y monedas, entre algunas amenazas de muerte. Y en las municipales de 2008 el Diputado Moreira fue violentamente agredido en un local de votación. Pero, históricamente, han sido hechos excepcionales, incluso en los tensos años 60 y 70.



Desgraciadamente, para bochorno de nuestra democracia, en los comicios del pasado domingo tales hechos dejaron de ser excepcionales, para repetirse en diversos recintos. El Alcalde y candidato a la reelección por Providencia fue agredido junto a su grupo familiar cuando concurrió al local de votación. Otro Edil y candidato no reelecto fue "funado" esa noche en su domicilio. Si bien estos y otros varios incidentes similares no afectaron el proceso electoral, son inaceptables. La Ley Orgánica Constitucional sobre Votaciones Populares y Escrutinios entrega el resguardo del orden público a las FF.AA. y Carabineros, para cuyos efectos el Presidente de la República, con 40 días de antelación a cada elección, designa a un oficial de dichas instituciones, que asume esa responsabilidad. La fuerza encargada del orden público debe garantizar el libre acceso a las localidades y recintos en que funcionen mesas receptoras de sufragios, e impedir toda aglomeración que dificulte a los electores llegar a ellas, o presiones de obra o de palabra, o manifestaciones públicas.



Esa sabia y necesaria normativa parece debilitarse progresivamente en su cumplimiento. En los últimos actos eleccionarios ha sido virtualmente una constante que a la hora del recuento de votos se reúnan alrededor de las mesas receptoras adherentes o contrarios a determinadas candidaturas, que se manifiestan a viva voz, presionando a los vocales de mesa y perturbando el proceso. Ni esas situaciones ni las agresiones verbales o físicas han encontrado la inmediata y severa contención de las fuerzas uniformadas, que era una garantía tradicional para todos. Para el resguardo de la democracia, es indispensable que esa práctica dispuesta por la ley se restablezca con vigor -y que los medios de comunicación y redes sociales denuncien y repudien por igual dichos hechos, cualesquiera sean sus preferencias-, y tanto más con el nuevo sistema electoral: si los votantes sintieren temor, habrá un aliciente más para la abstención que ahora preocupa a todos.



Energía: ¿la opción nuclear a futuro?


El Subsecretario de Energía ha anunciado que el próximo año se retomarán los estudios que permitirán decidir la incorporación de la opción nuclear a la matriz energética nacional. La importancia de la provisión y los costos de la energía en el desarrollo de los países -y de Chile en particular- hacen especialmente necesario no descartar opciones por anticipado. En nuestro caso, eso se redobla por las dificultades y obstáculos de implementación que han encontrado diversos proyectos de generación eléctrica, por razones administrativas, judiciales o ideológicas.



Como todas las formas de generación eléctrica, la energía nuclear presenta ventajas y desventajas. Entre las primeras están la baja contaminación que origina; el ser una energía de base de provisión permanente, lo que no ocurre con la eólica y la solar, ni tampoco -en menor medida- con la hidráulica, y que en general opera a costos competitivos. Entre las segundas están las dificultades para disponer de manera segura de los desechos radiactivos que produce; el peligro de que un creciente comercio de combustible nuclear aumente el riesgo de desvío hacia fines no pacíficos, y el temor a los accidentes. La tecnología continúa mejorando la disposición de los desechos y los avances en la institucionalidad mundial de su manejo permiten lidiar mejor con las otras dos. La tasa de accidentes que presenta esa industria es bajísima -tres de notoriedad en 40 años-; sólo uno, Chernobyl, con consecuencias gravísimas, y en todos los casos se trató de reactores que utilizaban las tecnologías más antiguas. Así, la energía nuclear es una opción técnica y económicamente factible y disponible -conclusión a la que la Comisión Zanelli llegó hace ya varios años-.



El Subsecretario explicó que los estudios que se encargarán estarán orientados a establecer los avances en las tecnologías disponibles, especialmente las de reactores de una potencia intermedia -150 a 300 MW-, y a buscar posibles localizaciones para una futura planta. Bajo la actual administración no se tomará una decisión sobre su instalación, pero tales estudios son un avance necesario para poder hacerlo en el mediano plazo -entre tres y seis años- y dotar con eso al país de una opción adicional, que le brinde la energía indispensable para continuar creciendo y alcanzar el desarrollo. En la Cena de la Industria, el Presidente de la República subrayó que Chile necesita duplicar su matriz energética en los próximos 12 años.



Con todo, tan importante como dichos estudios resulta avanzar en los términos de referencia -técnicos, ambientales y de seguridad- con que la energía nuclear eventualmente operaría, porque ésas serían las reglas del juego institucionales con que los posibles futuros actores deberían obrar.



La semana política. (*)



Realidad y futuro de las encuestas


Las recientes elecciones Municipales remecieron la política, no sólo por el alto porcentaje de abstención, sino que también por varios resultados inesperados. La realidad se alejó de las predicciones previas, básicamente sostenidas por encuestas -incluidas las realizadas por encargo de este medio- adoptadas como criterio relevante por directivas y actores políticos, lo que también se traspasa a la ciudadanía y puede haber influido para determinar, en algunos casos, su participación o su desinterés por votar.



El hecho central fue que diversas encuestas -algunas telefónicas y otras presenciales, unas exclusivamente sobre preferencias políticas y otras en el marco de estudios de comportamiento más amplios- erraron en una proporción significativa, tanto respecto de los niveles de participación electoral, como sobre los elegidos o los porcentajes de voto obtenidos.



A partir de este cuadro general, algunas voces han tratado de llevar agua al molino de sus propios intereses, suponiendo toda suerte de intenciones y sesgos, tanto a quienes las encargan como a algunas de las empresas de estudios de mercado que las realizan. Todo indica que la envergadura de la situación planteada por la inscripción automática y el voto voluntario fue subestimada por las encuestadoras.



Sabíamos previamente que las elecciones locales presentan -tanto en Chile como en la experiencia comparada- mayores niveles de abstención que las Parlamentarias o Presidenciales, pese a tratarse de ámbitos que se encuentran más cerca de los electores. Por otra parte, mientras más reducida es la unidad territorial de la elección, más difícil es para los medios lograr contar con estudios de opinión pública que permitan escrutar tendencias subyacentes que vayan más allá de los ámbitos particulares de cada Municipio o territorio electoral.



La incorporación de millones de nuevos electores al padrón por la sola voluntad de los legisladores dificultó aún más esa tarea y fue mal avizorada en los estudios -incluidos los realizados por encargo de este diario-, porque, además de las incertidumbres sobre el comportamiento de estos nuevos potenciales electores, se subestimó el impacto de la voluntariedad del voto en la masa de electorado inscrito en el marco de obligatoriedad del sufragio, que, con relativos altibajos, había permanecido básicamente estable desde 1989.



El factor nuevo de esta elección consistió, precisamente, en la incertidumbre sobre quiénes terminarían en efecto sufragando, lo que sin duda afectó la precisión de los sondeos. Esta falla debe corregirse y revertirse, porque las encuestas son hoy una parte del sistema de análisis político en las democracias desarrolladas. A la luz de la experiencia y las lecciones de esta vez, esos estudios pueden perfeccionarse con nuevos estándares para el futuro. Ésa es, al menos, nuestra convicción.



Participación y sesgo socioeconómico.
Los efectos del voto voluntario y la inscripción automática -que derivaron en una abstención de casi el 60% a nivel nacional- escaparon no sólo a las encuestas. Pocos días antes de las elecciones, personeros de primera línea de la oposición -comentando el informe de la Fundación Chile 21 sobre tendencias, proyecciones y escenarios para las elecciones Municipales 2012- anticipaban un impacto en la distribución socioeconómica del electorado que perjudicaría a los sectores de menores ingresos, lo que supuestamente favorecería a la Alianza.



Post elecciones, sin embargo, un reportaje de este diario, al analizar los niveles de abstención en las 30 Comunas con mayor ingreso per cápita de sus habitantes versus las 30 Comunas con menor ingreso per cápita de sus vecinos, arrojó 62% de abstención en el primer grupo, incluso por sobre el promedio nacional, y sólo 43% de abstención en el segundo.



Este tema seguirá suscitando muchos análisis, y toda conclusión tiene por ahora un carácter sólo preliminar, pero los temores abrigados sobre el sesgo socioeconómico del voto voluntario no parecen haberse cumplido.



Por el contrario, la abstención general afectó tanto el padrón, que uno de los triunfos más sorpresivos de la oposición (sin perjuicio de que se presentó al respecto una reclamación ante el Tribunal Electoral Regional), en Ñuñoa -una de las 20 Comunas más grandes del país-, se logró con casi el mismo número de votos que obtuvo esa coalición en 2008, cuando fue ampliamente derrotada.



Un año de plazo para enmendar
Las dificultades que se han presentado en el proceso de verificación de los resultados de la elección de Concejales -a esta fecha, el Servicio Electoral informó que aún hay 208 mesas no escrutadas en todo el país- también reflejan el impacto no previsto de la inscripción automática. Vocales y electores inexpertos explican en parte ese problema, además de graves errores de coordinación entre el Registro Civil y el Servel, una manifestación elocuente de lo cual fue la aparición del ex Presidente Allende como ciudadano habilitado para votar, además de numerosos otros insólitos casos que se han recogido en estas páginas y en otros medios de comunicación.



Nada de ello es irreparable, pero deja al desnudo la ligereza con que se legisló este cambio mayor de nuestra institucionalidad política y la falta de previsión que se dio en el ámbito público y privado. Pusimos inadvertidamente en juego el prestigio de nuestro sistema electoral y dañamos la credibilidad de nuestras encuestas políticas. Tenemos un año por delante para corregir todos estos errores, antes de la elección presidencial y parlamentaria de 2013. Es absolutamente indispensable aprovecharlo.



 (*) Análisis tomado de Diario El Mercurio.



Una carta para meditar seriamente.



Señor Director:



 Abstención electoral.



Una interpretación recurrente de los resultados del domingo ha sido la deslegitimación del sistema político. El análisis no considera que se eliminó  la obligación legal de votar, permitiéndose al ciudadano decidir si participa o no en el acto electoral.


¿Puede un conjunto de ciudadanos que actúa perfectamente dentro del marco legal (no votar) deslegitimar el sistema político? No, desde el punto de vista lógico, ni valórico. Habría que tomar en cuenta otras variables en el largo plazo para hablar de deslegitimación.  No se puede comparar tampoco el porcentaje de abstención entre elecciones con voto obligatorio y voluntario. Aún más, las cifras de participación del domingo no son peores que las que se dan en otras democracias con voto voluntario.



Asunto distinto es si fue una buena solución para resolver la falta de inscripción y participación de las nuevas generaciones. No lo fue.  Sería oportuno volver al punto de partida y restablecer la obligatoriedad del voto (manteniendo la automaticidad de la inscripción), recuperando  la noción del sufragio como deber en una democracia (artículo XXXII de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre de 1948). Si un ciudadano no quiere elegir entre los candidatos, tiene el recurso del voto en blanco.



No hay que lamentarse por la conducta de los chilenos. Muchos optaron por una de las opciones legítimas que les da la ley: no votar. El problema no está en los ciudadanos, sino en los legisladores que no supieron sopesar adecuadamente el efecto de las reglas que aprobaron. Su sorpresa, la noche del 28, lo denota. Ahora tienen la opción de corregirlo.



Carlos Portales Cifuentes.



Empate entre Obama y Romney a 2 días de las elecciones.
El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su rival, Mitt Romney, siguen muy igualados en su carrera hacia la Presidencia de los Estados Unidos, según los sondeos,  conocidos ayer, del Diario The Washington Post y de la emisora de televisión ABC, que sitúan a candidatos con un 48% de los sufragios frente a las elecciones que se llevarán a cabo el martes.


El 94 por ciento de los afroamericanos apoyan al demócrata Obama, el primer Presidente negro de la historia, mientras que la mayoría blanca se decanta por el republicano Romney: sólo el 38 por ciento de los blancos está a favor de Obama.
 

Caricatura que hace referencia a las
auditorias que llevaron al Ministro
de Educación a pedir al  Consejo
Nacional de Educación (CNED) el
cierre de la Universidad del Mar.

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