Hace casi dos mil años y todavía su mensaje está vigente.....
Para muchos que nos declaramos católicos, en especial los que advertimos que lo somos a nuestra manera, la Semana Santa es una época de vacaciones y a lo más un fin de semana prolongado por un día de fiesta adicional.
Hemos perdido la capacidad de asombro y hemos cerrado la posibilidad agradecer a NS Jesucristo, y al Padre, por el enorme sacrificio realizado para redimir a la especie humana de sus pecados e iniquidades.
Se nos ha olvidado que hace casi dos siglos un hombre bueno, aún haciendo abstracción de su calidad Divina, fue crucificado en Israel después de un juicio injusto y un Vía Crucis terrible.
Una celebración “tradicional” nos llevaría al recogimiento extremo, al saludable ayuno, si no al menos a la abstinencia de carnes rojas, como una señal de agradecimiento por este sacrificio increíble.
Para los creyentes Jesús Cristo, es el único Hijo del Creador, el que junto al Espíritu Santo, forma la Trinidad Divina, fue sacrificado por predicar el amor al prójimo, la justicia y la misericordia.
Por conmemorarse el aniversario del brutal crimen cometido contra este hombre justo, no hay que olvidar que es Dios hecho hombre, la iglesia tapa las imágenes con lienzo morado, luto, y no celebra misas.
Consideramos que es una fecha propicia para realizar un concienzudo estudio de nuestras vidas, de una trascendental meditación sobre la forma en que enfrentamos la vida y las necesarias correcciones en pos de seguir al Nazareno.
El mensaje de Cristo es maravilloso, pues conjuga un inmenso amor por la humanidad, la necesidad permanente de Justicia, una humildad impresionante y la fe en una futura existencia celestial y eterna.
La muerte, esa que lloramos por el egoísmo de nuestra perdida, conduce al fiel, al reino de los Cielos, es decir a juntarse con el Creador, lo que a no dudarlo no es motivo de congoja, sino que debería ser motivo de felicidad.
Rogamos a Dios en esta fecha que nos perdone todas las iniquidades que pudiésemos haber cometido, ayude al mundo a reencontrar el camino de la fe y nos confiera la categoría, quizá extraviada, de ser buenos.
Ser Católico, es decir Universal, Apostólico, creer en el mensaje de Cristo transmitido por los Apóstoles y Romano, confiar en el Papa como representante de Dios, es un difícil, pero hermosos desafío.
Vivir con los valores del cristianismo no es una tarea fácil, requiere doblegar los falsos orgullos, ser tolerante y por sobre todo amar al prójimo con el mismo amor con que nos amamos a nosotros mismos.
Por estas fechas, bajamos nuestras banderas de lucha, como un homenaje agradecido a Dios por su gran amor.
