Editorial del Diario El Comercio de
Perú, publicado el 17 de marzo de 2014.
¿Un Chile a
la europea?
“Si el gobierno de Bachelet cambia el modelo
chileno, el Perú debe consolidar el liderazgo económico de la región”.
Por años, sucesivos gobiernos en Chile han logrado resultados
económicos que han convertido a su país en “el milagro” de América Latina. Hoy,
esta nación posee la renta per cápita más alta de la región, la cual aumentó
desde aproximadamente US$5.000 en 1990 a casi US$20.000 a la actualidad y el
Banco Mundial la considera dentro del grupo de países con ingresos altos en el
mundo. Durante ese mismo período, además, Chile logró reducir la cantidad de
ciudadanos que se encuentra debajo de la línea de pobreza del 40% al 15%, más
que el resto de países latinoamericanos. Y, según las Naciones Unidas, es el
país que tiene el mayor índice de desarrollo humano por este lado del orbe.
La receta que Chile ha seguido para obtener estos
impresionantes resultados no es un secreto: por décadas el país del sur ha
apostado por la libertad económica. Muestra de ello es que, durante los 20 años
de existencia del Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage, Chile
ha sido calificado consistentemente como una de las economías más libres del
planeta. De hecho en el ránking del 2014, ocupa el puesto 7 de todo el mundo y
el primero de América Latina.
No obstante, a pesar de que la mencionada apuesta le ha
pagado tan bien a Chile, Michelle Bachelet está considerando seriamente la
posibilidad de colocar sus fichas en otro lado. La presidenta de Chile ha
anunciado su intención de elevar los impuestos, aumentar las prestaciones
sociales que brinda el Estado e incluso promulgar una nueva Constitución para
profundizar este tipo de cambios.
Aún es incierto si la señora Bachelet tendrá el apoyo para
implementar todas estas iniciativas. Su partido no tiene los 80 votos
necesarios para cambiar la Carta Magna y la coalición con la que llegó al poder
está integrada por grupos disímiles, los comunistas y los demócratas
cristianos, que no necesariamente coinciden en la dirección hacia la que
debería caminar su país. Sin embargo, las convicciones de la presidenta de que
el “modelo chileno” debería llegar a su fin parecen ser firmes. Según ella “la
verdadera amenaza de Chile es no hacer las reformas”. Existe, por tanto, una
posibilidad de que la economía chilena termine “europeizándose”. Es decir, que
se adelgace la libertad económica con la finalidad de alimentar a un Estado de
bienestar más nutrido.
Las razones para este cambio de rumbo son conocidas y las
enfrenta cualquier país que ha experimentado un crecimiento importante: una vez
que la torta crece, a los políticos les es más fácil dedicarse a repartirla
populistamente en vez de profundizar las reformas que permitirían que la misma
crezca más y con mayor velocidad. Dichos políticos, sin embargo, pasan por alto
que el principal inconveniente de convertirse en un país con un Estado de
bienestar europeo es que es imposible hacerlo sin adquirir también los
problemas económicos de Europa. Es decir, un estancamiento de la productividad
y la competitividad que ha llevado a que estos países hoy estén buscando
desmantelar aunque sea parte de sus insostenibles sistemas de prestaciones
sociales.
En el Perú, de hecho, algo de esto también ha sucedido. El
gobierno de Humala ha aprovechado los recursos que ha traído el crecimiento
económico para expandir considerablemente los presupuestos y el alcance de los
programas sociales sin medir las consecuencias de esta decisión. Un ejemplo es
el Programa Juntos. En el primer año de este gobierno pasó de beneficiar a 950
mil personas a asistir a 1’500.000. Un número que sigue creciendo sin que nada
asegure que será financieramente sostenible o que los receptores de la ayuda
estén desarrollando medios para lograr producir en un futuro su propia riqueza.
El Perú debería ver lo que ocurre en Chile y tomar de ello
dos lecciones. La primera, que debemos estar preparados para ver más políticos
prometiendo una “mejor” repartición de la torta, pues es una tendencia natural
pero que trae negativas consecuencias para el crecimiento. La segunda, que si
Chile implementa el cambio de rumbo que propone Bachelet, deberíamos aprovechar
el momento para profundizar la apertura de nuestra economía y tomar el
liderazgo económico de la región que el vecino del sur, probablemente,
abandonaría.