Una
opinión internacional: Michelle Bachelet, la presidenta que quiere cambiar nada.
La mujer del collar de perlas, el traje
sastre, la falda y el saco siempre del mismo color. La imitación
latinoamericana de la Merkel. La mujer Presidenta, la que ha sido ministra de
Salud y ministra de Defensa; la que ha sido exiliada, la que ha estudiado
medicina y conocido el mundo. Cargada va de seguridades y experiencias, cargada
va supuestamente de un saber hacer.
La niña promesa, la mejor alumna, la que hizo
todo bien y rápido, la que transitó la ruta con un buen comportamiento. La que
pasó de ser la hija promesa de su madre a ser la mujer promesa para el país.
Ella no despenalizó el aborto en Chile, sino
que se contentó con dar la pastilla del día después. No nacionalizó la
educación privada, ni frenó la usura bancaria contra los y las estudiantes.
Ella no dialogó con los y las mapuches, ni les preguntó sus nombres. Ella no
devolvió el mar a Bolivia. No tomó ni una sola medida histórica. No tomó ni un
solo riesgo, no representó ni una sola amenaza para el Chile de las élites y
las transnacionales. No representó ni siquiera la memoria de Allende.
Michelle Bachelet es presidenta, fue
presidenta, es la primera mujer presidenta de Chile. Pero ese dato no pasa de
ser una anécdota biológica que ningún contenido político ni ideológico ha
tenido.
Su collar de perlas parece representar mejor
su ideología que el nombre de su partido: es la izquierda que parece derecha.
Es la mujer que representa los intereses masculinos. Es la democracia aburrida
y gastada que cambia en tono cordial a uno por el otro y el otro por la otra.
Es la que lleva el cuento de que las cosas se cambian poco a poco. Es la que
lleva el cuento de que la situación de las mujeres va mejorando poco a poco y
que ha cambiado.
Michelle Bachelet es el paso gris de las
mujeres por el manejo del poder estatal sin alterar ni una sola de las rutinas
patriarcales. Su presencia como mujer en el poder es la promesa cumplida que
después del árido desierto de pasar por el Parlamento y por la cuota partidaria
no hay más que otro desierto que es el de gobernar para complacer a los de
siempre.
Michelle Bachelet representa a las buenas
alumnas, a las mujeres disciplinadas que reciben premios, a las que reciben
aplausos por no incomodar a nadie. Representa a las que no tienen desesperación
ni pasión por el cambio de nada. Representa a las mujeres que disculpan y
ocultan la doble jornada de trabajo de las mujeres.
Representa a las mujeres que no les parece ni
grave ni intolerable que mueran cientos y miles de mujeres por abortos
clandestinos y criminalizados. Ella representa a las mujeres que no les importa
que una mujer gane menos que un hombre por el mismo trabajo. Representa a las
mujeres que no les importa que toda la estructura social y cultural esté
construida para la servidumbre de las mujeres en el trabajo doméstico no
remunerado, no contabilizado ni pensado como generador de riqueza.
Michelle Bachelet es la niña premiada, su
último premio fue la fundación de ONU Mujeres, todo un departamento en las
Naciones Unidas, desde donde ella no ha hecho nada más que ponerle falda al
patriarcado.
Michelle Bachelet representa una verdad
política fundamental y es que a la hora de gobernar, el hábito no hace al
monje; que no importa si negro, indígena o mujer, la trampa puede ser la misma.
Representa de forma nítida e inequívoca que no
se trata de tener mujeres ni en el Parlamento, ni en los ministerios, ni
siquiera en la Presidencia. Representa el hecho de que las mujeres no tenemos
por qué aplaudir a otra mujer por el sólo hecho de serlo.
María Galindo, activista del
feminismo boliviano y latinoamericano, psicóloga, locutora de radio.