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Frenéticas
últimas horas de Obama y
Romney
tratando de convencer a los
indecisos que
sus proposiciones son
las que
necesita Estados Unidos para
salir de la
crisis que les afecta.
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Seguir trabajando,
por Juan Andrés Fontaine
Por el mundo político nacional el huracán Sandy
pasó el domingo último. Aunque las cuentas alegres de unos y la cara de funeral
de otros harían pensar diferente, la verdad es que la única, indiscutida y aplastante
vencedora de la jornada electoral fue la abstención.
El voto voluntario cambió drásticamente la
naturaleza de la competencia electoral. Antes, la masa de los no inscritos era
materia muerta desde el punto de vista electoral; hoy es un "mercado"
por disputar, que hay que saber motivar y cautivar. Esa diferencia resta
significado a las comparaciones con las elecciones del pasado. La incógnita es
cómo convencer a los votantes que esta vez prefirieron disfrutar de un grato
día al sol de que bien vale la pena darse la molestia de concurrir a las urnas.
Y quien sepa resolverla bien, ganará las elecciones venideras.
El inesperado hecho de que la abstención haya
golpeado con más fuerza a las huestes de la Alianza habrá de ser examinado en
profundidad por los expertos. Aunque en las elecciones Municipales algo pesan
los temas locales, el que ellas se realicen simultáneamente en todo el país y
tan sólo un año antes de la elección Presidencial y Parlamentaria,
inevitablemente, les confiere connotación política nacional. No es de extrañar
que los opositores hayan mostrado mayor interés en manifestar mediante el sufragio
su descontento ante el Gobierno actual o su adhesión a la figura de la ex
Presidenta Bachelet. En cambio, los simpatizantes de la Alianza, más allá de su
apoyo a uno u otro Alcalde, no parecen haber tenido una motivación convincente
para ir a votar. Los buenos resultados económicos y sociales de los últimos
tres años no parecen ser atribuidos a la gestión del Gobierno, y su popularidad
-con más o menos políticos en el Gabinete, más o menos exposición pública del
Presidente- sigue sorprendentemente baja. Cuando el voto es voluntario, la
frustración o el desencanto de los partidarios -por ejemplo, cuando se renuncia
a ideas o proyectos por cálculo político- pueden fácilmente traducirse en mayor
abstención.
El Gobierno debe retomar el liderazgo de su
agenda programática inicial, que está dando buen resultado. Debe dedicar los 14
meses que le restan a fraguar acuerdos políticos nacionales que permitan
levantar las trabas que, en materia energética, laboral y de competitividad,
entraban el emprendimiento, y seguir ofreciendo un clima propicio a la creación
de oportunidades de trabajo y al mejoramiento de las remuneraciones. La
Alianza, en tanto, debe superar el injustificado derrotismo. Con unidad y
creatividad, dedicarse a convencer a los desencantados y los indiferentes que,
a diferencia del domingo pasado, lo que se juega en la contienda electoral del
próximo año es si Chile podrá o no mantener el buen ritmo que llevamos. Nada de
lo ocurrido el pasado 28 me hace pensar que la mayoría de los ciudadanos
menosprecia los logros económico-sociales obtenidos y quiere volver al pasado.
Elegir otro pueblo,
por Roberto Ampuero.
Cuando en 1953 se produjo en Berlín Oriental el
levantamiento de los alemanes del este contra el régimen comunista impuesto por
la Unión Soviética, el destacado dramaturgo y militante comunista alemán
Bertolt Brecht lanzó un mensaje provocador a los líderes del Gobierno:
"Camaradas, si el pueblo no puede elegir otros dirigentes, entonces los
dirigentes tendrán que elegir otro pueblo". Brecht, que sabía con qué
chichita se curaba, fue precavido: como vivía en el socialismo y era parte de
la nomenklatura, tenía pasaporte austríaco, y sus editores le depositaban los
honorarios en Suiza.
Me acordé del levantamiento germano-oriental,
aplastado con tanques y fusiles, al conocer la exigencia de algunos en el
sentido de reinstaurar el voto obligatorio por la baja participación en la
última elección. Es cierto que una democracia en que sólo vota la minoría es
una democracia frágil. Pero creer que se fortalece la democracia obligando a
votar es tener una concepción cuantitativa de la democracia. Peor aún. Una
solución así, basada en la imposición, es barrer la responsabilidad de los
políticos bajo la alfombra. Implica, además, culpar al ciudadano por la falta
de appeal del político. Implica confundir al mensaje con el mensajero,
convertir al juzgado en Juez.
Creo que los mecanismos para revertir la
situación son otros, pues las causas de la apatía ciudadana son otras. Una de
ellas es el escepticismo frente a los políticos, fenómeno, en rigor, universal.
Otra es la inexistencia de educación cívica, sobre lo que volveré más abajo.
Una tercera es el menosprecio por la ciudadanía: al mirar los afiches de los
recientes candidatos, nunca pude saber a qué partido pertenecían. Sólo veía
rostros simpáticos, mucho photoshopping, lemas alegres. También es cierto que a
determinado nivel de prosperidad de un país, muchos creen que pueden prescindir
de los políticos.
Pero tampoco hay que dramatizar: en las
principales democracias occidentales, la abstención es elevada. En EE.UU. vota
apenas la mitad de la población en las Presidenciales. Por el contrario, en los
países con crisis políticas, la gente se vuelca a las urnas para expresar
descontento. La política adquiere predominancia, lo inunda todo. El papelero de
la historia está lleno de sistemas con voto obligatorio, donde votaba 99% de la
población brindando apoyo cerrado a un solo partido.
Otro punto importante: nadie puede hablar en
nombre de quienes prefieren quedarse en casa. Es un segmento incógnito.
Creo que una causa importante de la apatía
electoral se halla también en la educación básica y media. Los estudiantes
tienen razón cuando se quejan de mala educación. Basta con leer tweets de
chilenos, ahítos de faltas de ortografía, o con escucharnos hablar en el avión,
el bus, la radio o televisión, para constatar que nuestro lenguaje es pobre y
de sintaxis defectuosa, que nos cuesta expresar matices o fundamentar nuestras
ideas. Eso viene de la infancia y adolescencia. En programas de conversación de
la televisión mexicana o colombiana advertimos de inmediato la diferencia en
materia de articulación de ideas, complejidad de estructuras y empleo de sinónimos.
La expresión oral se ejercita especialmente en clases de humanidades, pero
también en la interacción con la familia. Cuando se tiene 20 o 30 años, ya es
tarde para corregir el déficit. La expresión no mejora en clases donde no se
leen ni discuten textos, donde no se escucha al otro con atención, en familias
que cenan mudas ante el televisor encendido.
Y respecto de la apatía electoral,
preguntémonos: ¿en qué cursos se enseña a debatir y platicar, o se reflexiona
sobre deberes y responsabilidades del ciudadano, la importancia del voto libre,
o por qué las sociedades deben regirse por elecciones, no por manifestaciones;
por votos, no por botas?
Es peligroso cuando los demócratas concluyen
que la vida en democracia, el respeto a los derechos individuales o la solución
pacífica de las diferencias en la sociedad es algo natural. Por el contrario,
conservar la vida democrática implica un esfuerzo diario y permanente en la
enseñanza de las prácticas y valores democráticos a los niños, los jóvenes y
los adultos. Si no se les enseña la importancia de la democracia, ¿por qué
habrían ellos de concluir que es importante? El mensaje de Brecht tiene
vigencia incluso en una sociedad democrática.
¿Tiene oportunidad la centroderecha?
por Axel Buchheister.
Los partidos de la Alianza sufrieron una derrota en las
elecciones Municipales que, en rigor, no debió extrañar tanto, cuando el Gobierno
ha mantenido una baja popularidad y eso tenía que afectar. Pero las encuestas
motivaron análisis errados. Me sucedió también, cuando basado en ellas, escribí
en una columna anterior que la inclusión del PC en la lista de la Concertación
provocaría fuga de votos y terminaría siendo un mal negocio. No fue así, porque
el resultado demostró que los candidatos comunistas fueron capaces de aglutinar
tras de sí toda la votación concertacionista, lo que tendrá efectos políticos
importantes en el futuro.
La abstención fue alta. Simplificando, los
cinco millones de electores que se incorporaron al padrón no fueron a votar y 1,5
millón que había sufragado en la anterior Municipal no concurrió a hacerlo. Los
datos sugieren que de éstos, la mayoría eran votos de la centroderecha. Algunos
en ella culpan de la derrota al voto voluntario, lo que es atribuir el problema
al termómetro y no a la enfermedad. Además, parten de la base que de haber sido
obligados a votar, lo habrían hecho nuevamente por el sector, lo que es
discutible, porque la decisión de no ir a votar puede haber escondido una
tendencia al rechazo, que con la imposición del voto se pudo hacer efectiva en
el margen. Quizás el voto voluntario salvó de un resultado peor, que no sólo
habría sido una cifra más mala, sino que esos votos se habrían instalado en el
lado de la Concertación y no habrían vuelto fácilmente. Ahora están en el “no
vota” y será menos arduo recuperarlos.
¿Tiene oportunidad la centroderecha? Por
cierto, si se hacen las cosas bien. Primero el diagnóstico: ¿cuál es la
“enfermedad”? Es un desencanto que afecta sobre todo al “voto duro”, que sufre
desde hace largo tiempo por la forma que se ha adoptado para hacer política y
que se ha acentuado con un Gobierno suyo que no siente como propio. Entonces,
hay una falta de motivación que es contagiosa. En el “voto blando” y en los
indecisos cunde la confusión, ya que no se entiende la razón para votar por la
centroderecha, que no se diferencia en sus propuestas de la Concertación y
cuando la tesis que basta la buena gestión ha quedado desmentida. Y, además,
cuando ni los partidarios se creen el cuento.
Lo segundo, el “remedio”. Vencer el derrotismo,
y hacer la campaña con contenido y convicción. Las sonrisas y promesas de bonos
y otras menudencias ya no sirvieron; entonces es obvio que hay que intentar
algo distinto y arriesgar. La gente quiere propuestas, pero muchas veces más
que compartirlas, compra la determinación de quien las formula.
Tener una agenda sólida no sólo servirá para
entusiasmar a las bases, sino para mostrar voluntad y ofrecer una opción
novedosa a los que no están decididos, que son los ocho millones que no
votaron. Ese es el espacio que hay que conquistar y que no le pertenece a la
Concertación, que fracasó en llevarlos a votar a su favor. Por lo demás, la
distancia a remontar no es tanta: sólo cuatro puntos debajo del conglomerado opositor,
incluido el PC, que los obligará a llevar la agenda más a la izquierda. Si todo
esto no es una oportunidad, entonces nada lo es.
No es que fallen, mienten,
por Alfredo Jocelyn-Holt.
Inducen a error. Cómo serán de dudosas las
encuestas que en inglés (en cuyos mundos parlantes éstas se han desarrollado
más) se usa el mismo término “polls” para referirse tanto a votos legítimamente
emitidos y en urnas como, intencional el equívoco, a estas otras mediciones
pitonisas. Según J. B. Priestley, el dramaturgo inglés, son pueriles; “los
sondeos de opinión son como los niños en el jardín, excavan cosas todo el
tiempo para ver cómo están creciendo”.
Sus fallas más graves serían epistemológicas.
Las encuestas pretenden medir científicamente una subjetividad que puede
variar, puede que nunca haya sido explícita o vaya a saber uno cómo los
responsables se hicieron de la supuesta evidencia. La desconfianza viene de muy
atrás. Los antiguos tachaban de “doxa” la mera opinión vulgar, para ellos no un
conocimiento certero. Burke y De Tocqueville advertían sobre la “tiranía de la
opinión” cuando, por ejemplo, un emisor, reacio a opinar, desacostumbrado a
usar ciertas palabras o a situarse en el contexto de la pregunta que se le
hace, reproduce solícitamente la actitud (interesada, solapada) de quien le
pide su opinión. De Tocqueville fue hasta más lejos; cuestionó que en EE.UU.
pudiese existir libertad de opinión, dada la propensión de ese país por
consensos generalizados.
De ahí, entonces, que a menudo las jornadas
electorales suelan desmentir cualquier pretensión “objetiva” previa en querer
captar el pulso social de mayorías, además, volátiles e impredecibles. La Presidencial
de 1948 en EE.UU. es el más bochornoso caso conocido. Los sondeos daban por
muerto a Harry Truman. El Chicago Tribune adelantó ejemplares con “Dewey
derrota a Truman” a toda plana el día después de la elección, y que el Presidente
se refociló en exhibir ante las cámaras; la foto dio vuelta al mundo. Una
década después seguía refregándoles el obituario a agoreros tan poco serios:
“Hasta este día sus reputaciones no han sido totalmente repuestas y su
influencia está muy reducida” (Memoirs, 1946-1952, vol. II).
Habermas, en su conocido libro sobre la historia
y crítica de la opinión pública, vincula estos sondeos a la industria del
marketing político, a técnicas de investigación de mercado post Segunda Guerra
Mundial, a propagandistas camuflados de “neutrales publicitarios”, interesados
en “vender política impolíticamente” y generar “climas de opinión” que, luego,
las elecciones, a lo sumo, “plebiscitan”. La mejor prueba de esta aniquilación
de la opinión pública es lo que ha venido ocurriéndoles a la sociología y
ciencia política, disciplinas alguna vez lúcidas, indispensables, pero que, de
tanto dedicarse a indexaciones vacías de fundamento cualitativo, han perdido
crédito. Actualmente, los sociólogos y cientistas políticos son a la política
lo que los ingenieros comerciales son a la economía.
Por último, por qué no pensar las elecciones en
función de quienes pierden, no quienes ganan. ¿Quién gana elecciones hoy? ¿Qué
significa ganar? ¿Ganó Bachelet el 2006? (en menos de dos meses de asumir vino
el “Pingüinazo”). ¿Ganó Obama el 2008? (¿qué ha hecho?). ¿Piñera el 2010?
(perdió la Concertación). ¿Rajoy y el PP el 2011? Las encuestas no predicen
“escenarios post” confusos, a la postre decisivos; de ahí que sirvan también de
muy poco.
Indispensable orden en las elecciones.
En cualquier acto electoral pueden darse
conductas que alteren por un momento el tranquilo desarrollo del mismo,
perpetradas por desadaptados o agitadores entremezclados entre los votantes.
Así, en las elecciones Parlamentarias de 2005 los canales de TV mostraron cómo
se agredió al entonces Senador Longueira en la Comuna de La Pintana, cuando fue
a depositar su voto: se lanzaron piedras y monedas, entre algunas amenazas de
muerte. Y en las municipales de 2008 el Diputado Moreira fue violentamente
agredido en un local de votación. Pero, históricamente, han sido hechos
excepcionales, incluso en los tensos años 60 y 70.
Desgraciadamente, para bochorno de nuestra
democracia, en los comicios del pasado domingo tales hechos dejaron de ser
excepcionales, para repetirse en diversos recintos. El Alcalde y candidato a la
reelección por Providencia fue agredido junto a su grupo familiar cuando
concurrió al local de votación. Otro Edil y candidato no reelecto fue
"funado" esa noche en su domicilio. Si bien estos y otros varios
incidentes similares no afectaron el proceso electoral, son inaceptables. La
Ley Orgánica Constitucional sobre Votaciones Populares y Escrutinios entrega el
resguardo del orden público a las FF.AA. y Carabineros, para cuyos efectos el
Presidente de la República, con 40 días de antelación a cada elección, designa
a un oficial de dichas instituciones, que asume esa responsabilidad. La fuerza
encargada del orden público debe garantizar el libre acceso a las localidades y
recintos en que funcionen mesas receptoras de sufragios, e impedir toda
aglomeración que dificulte a los electores llegar a ellas, o presiones de obra
o de palabra, o manifestaciones públicas.
Esa sabia y necesaria normativa parece
debilitarse progresivamente en su cumplimiento. En los últimos actos
eleccionarios ha sido virtualmente una constante que a la hora del recuento de
votos se reúnan alrededor de las mesas receptoras adherentes o contrarios a
determinadas candidaturas, que se manifiestan a viva voz, presionando a los
vocales de mesa y perturbando el proceso. Ni esas situaciones ni las agresiones
verbales o físicas han encontrado la inmediata y severa contención de las
fuerzas uniformadas, que era una garantía tradicional para todos. Para el
resguardo de la democracia, es indispensable que esa práctica dispuesta por la
ley se restablezca con vigor -y que los medios de comunicación y redes sociales
denuncien y repudien por igual dichos hechos, cualesquiera sean sus
preferencias-, y tanto más con el nuevo sistema electoral: si los votantes
sintieren temor, habrá un aliciente más para la abstención que ahora preocupa a
todos.
Energía: ¿la opción nuclear a futuro?
El Subsecretario de Energía ha anunciado que el
próximo año se retomarán los estudios que permitirán decidir la incorporación
de la opción nuclear a la matriz energética nacional. La importancia de la
provisión y los costos de la energía en el desarrollo de los países -y de Chile
en particular- hacen especialmente necesario no descartar opciones por
anticipado. En nuestro caso, eso se redobla por las dificultades y obstáculos
de implementación que han encontrado diversos proyectos de generación
eléctrica, por razones administrativas, judiciales o ideológicas.
Como todas las formas de generación eléctrica,
la energía nuclear presenta ventajas y desventajas. Entre las primeras están la
baja contaminación que origina; el ser una energía de base de provisión
permanente, lo que no ocurre con la eólica y la solar, ni tampoco -en menor
medida- con la hidráulica, y que en general opera a costos competitivos. Entre
las segundas están las dificultades para disponer de manera segura de los
desechos radiactivos que produce; el peligro de que un creciente comercio de
combustible nuclear aumente el riesgo de desvío hacia fines no pacíficos, y el
temor a los accidentes. La tecnología continúa mejorando la disposición de los
desechos y los avances en la institucionalidad mundial de su manejo permiten
lidiar mejor con las otras dos. La tasa de accidentes que presenta esa
industria es bajísima -tres de notoriedad en 40 años-; sólo uno, Chernobyl, con
consecuencias gravísimas, y en todos los casos se trató de reactores que
utilizaban las tecnologías más antiguas. Así, la energía nuclear es una opción
técnica y económicamente factible y disponible -conclusión a la que la Comisión
Zanelli llegó hace ya varios años-.
El Subsecretario explicó que los estudios que
se encargarán estarán orientados a establecer los avances en las tecnologías
disponibles, especialmente las de reactores de una potencia intermedia -150 a
300 MW-, y a buscar posibles localizaciones para una futura planta. Bajo la
actual administración no se tomará una decisión sobre su instalación, pero
tales estudios son un avance necesario para poder hacerlo en el mediano plazo
-entre tres y seis años- y dotar con eso al país de una opción adicional, que
le brinde la energía indispensable para continuar creciendo y alcanzar el
desarrollo. En la Cena de la Industria, el Presidente de la República subrayó
que Chile necesita duplicar su matriz energética en los próximos 12 años.
Con todo, tan importante como dichos estudios
resulta avanzar en los términos de referencia -técnicos, ambientales y de
seguridad- con que la energía nuclear eventualmente operaría, porque ésas
serían las reglas del juego institucionales con que los posibles futuros
actores deberían obrar.
La semana política. (*)
Realidad y
futuro de las encuestas
Las recientes elecciones Municipales remecieron
la política, no sólo por el alto porcentaje de abstención, sino que también por
varios resultados inesperados. La realidad se alejó de las predicciones
previas, básicamente sostenidas por encuestas -incluidas las realizadas por
encargo de este medio- adoptadas como criterio relevante por directivas y
actores políticos, lo que también se traspasa a la ciudadanía y puede haber
influido para determinar, en algunos casos, su participación o su desinterés
por votar.
El hecho central fue que diversas encuestas
-algunas telefónicas y otras presenciales, unas exclusivamente sobre
preferencias políticas y otras en el marco de estudios de comportamiento más
amplios- erraron en una proporción significativa, tanto respecto de los niveles
de participación electoral, como sobre los elegidos o los porcentajes de voto
obtenidos.
A partir de este cuadro general, algunas voces
han tratado de llevar agua al molino de sus propios intereses, suponiendo toda
suerte de intenciones y sesgos, tanto a quienes las encargan como a algunas de
las empresas de estudios de mercado que las realizan. Todo indica que la
envergadura de la situación planteada por la inscripción automática y el voto
voluntario fue subestimada por las encuestadoras.
Sabíamos previamente que las elecciones locales
presentan -tanto en Chile como en la experiencia comparada- mayores niveles de
abstención que las Parlamentarias o Presidenciales, pese a tratarse de ámbitos
que se encuentran más cerca de los electores. Por otra parte, mientras más
reducida es la unidad territorial de la elección, más difícil es para los
medios lograr contar con estudios de opinión pública que permitan escrutar
tendencias subyacentes que vayan más allá de los ámbitos particulares de cada Municipio
o territorio electoral.
La incorporación de millones de nuevos
electores al padrón por la sola voluntad de los legisladores dificultó aún más
esa tarea y fue mal avizorada en los estudios -incluidos los realizados por
encargo de este diario-, porque, además de las incertidumbres sobre el
comportamiento de estos nuevos potenciales electores, se subestimó el impacto
de la voluntariedad del voto en la masa de electorado inscrito en el marco de
obligatoriedad del sufragio, que, con relativos altibajos, había permanecido
básicamente estable desde 1989.
El factor nuevo de esta elección consistió,
precisamente, en la incertidumbre sobre quiénes terminarían en efecto
sufragando, lo que sin duda afectó la precisión de los sondeos. Esta falla debe
corregirse y revertirse, porque las encuestas son hoy una parte del sistema de
análisis político en las democracias desarrolladas. A la luz de la experiencia
y las lecciones de esta vez, esos estudios pueden perfeccionarse con nuevos
estándares para el futuro. Ésa es, al menos, nuestra convicción.
Participación y sesgo socioeconómico.
Los efectos del voto voluntario y la
inscripción automática -que derivaron en una abstención de casi el 60% a nivel
nacional- escaparon no sólo a las encuestas. Pocos días antes de las
elecciones, personeros de primera línea de la oposición -comentando el informe
de la Fundación Chile 21 sobre tendencias, proyecciones y escenarios para las
elecciones Municipales 2012- anticipaban un impacto en la distribución
socioeconómica del electorado que perjudicaría a los sectores de menores
ingresos, lo que supuestamente favorecería a la Alianza.
Post elecciones, sin embargo, un reportaje de
este diario, al analizar los niveles de abstención en las 30 Comunas con mayor
ingreso per cápita de sus habitantes versus las 30 Comunas con menor ingreso
per cápita de sus vecinos, arrojó 62% de abstención en el primer grupo, incluso
por sobre el promedio nacional, y sólo 43% de abstención en el segundo.
Este tema seguirá suscitando muchos análisis, y
toda conclusión tiene por ahora un carácter sólo preliminar, pero los temores
abrigados sobre el sesgo socioeconómico del voto voluntario no parecen haberse
cumplido.
Por el contrario, la abstención general afectó
tanto el padrón, que uno de los triunfos más sorpresivos de la oposición (sin
perjuicio de que se presentó al respecto una reclamación ante el Tribunal
Electoral Regional), en Ñuñoa -una de las 20 Comunas más grandes del país-, se
logró con casi el mismo número de votos que obtuvo esa coalición en 2008,
cuando fue ampliamente derrotada.
Un año de plazo para enmendar
Las dificultades que se han presentado en el
proceso de verificación de los resultados de la elección de Concejales -a esta
fecha, el Servicio Electoral informó que aún hay 208 mesas no escrutadas en
todo el país- también reflejan el impacto no previsto de la inscripción
automática. Vocales y electores inexpertos explican en parte ese problema,
además de graves errores de coordinación entre el Registro Civil y el Servel,
una manifestación elocuente de lo cual fue la aparición del ex Presidente
Allende como ciudadano habilitado para votar, además de numerosos otros
insólitos casos que se han recogido en estas páginas y en otros medios de
comunicación.
Nada de ello es irreparable, pero deja al
desnudo la ligereza con que se legisló este cambio mayor de nuestra
institucionalidad política y la falta de previsión que se dio en el ámbito
público y privado. Pusimos inadvertidamente en juego el prestigio de nuestro
sistema electoral y dañamos la credibilidad de nuestras encuestas políticas.
Tenemos un año por delante para corregir todos estos errores, antes de la
elección presidencial y parlamentaria de 2013. Es absolutamente indispensable
aprovecharlo.
(*) Análisis tomado de
Diario El Mercurio.
Una carta para meditar seriamente.
Señor Director:
Abstención electoral.
Una interpretación recurrente de los resultados
del domingo ha sido la deslegitimación del sistema político. El análisis no
considera que se eliminó la obligación
legal de votar, permitiéndose al ciudadano decidir si participa o no en el acto
electoral.
¿Puede un conjunto de ciudadanos que actúa
perfectamente dentro del marco legal (no votar) deslegitimar el sistema
político? No, desde el punto de vista lógico, ni valórico. Habría que tomar en
cuenta otras variables en el largo plazo para hablar de deslegitimación. No se puede comparar tampoco el porcentaje de
abstención entre elecciones con voto obligatorio y voluntario. Aún más, las
cifras de participación del domingo no son peores que las que se dan en otras
democracias con voto voluntario.
Asunto distinto es si fue una buena solución
para resolver la falta de inscripción y participación de las nuevas
generaciones. No lo fue. Sería oportuno
volver al punto de partida y restablecer la obligatoriedad del voto
(manteniendo la automaticidad de la inscripción), recuperando la noción del sufragio como deber en una
democracia (artículo XXXII de la Declaración Americana de Derechos y Deberes
del Hombre de 1948). Si un ciudadano no quiere elegir entre los candidatos,
tiene el recurso del voto en blanco.
No hay que lamentarse por la conducta de los
chilenos. Muchos optaron por una de las opciones legítimas que les da la ley:
no votar. El problema no está en los ciudadanos, sino en los legisladores que
no supieron sopesar adecuadamente el efecto de las reglas que aprobaron. Su
sorpresa, la noche del 28, lo denota. Ahora tienen la opción de corregirlo.
Carlos Portales Cifuentes.
Empate entre
Obama y Romney a 2 días de las elecciones.
El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama,
y su rival, Mitt Romney, siguen muy igualados en su carrera hacia la
Presidencia de los Estados Unidos, según los sondeos, conocidos ayer, del Diario The Washington Post
y de la emisora de televisión ABC, que sitúan a candidatos con un 48% de los
sufragios frente a las elecciones que se llevarán a cabo el martes.
El 94 por ciento de los afroamericanos apoyan
al demócrata Obama, el primer Presidente negro de la historia, mientras que la
mayoría blanca se decanta por el republicano Romney: sólo el 38 por ciento de
los blancos está a favor de Obama.
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Caricatura que
hace referencia a las
auditorias que
llevaron al Ministro
de Educación a
pedir al Consejo
Nacional de
Educación (CNED) el
cierre de la
Universidad del Mar.
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