Chile no daba más. La situación social, política, económica y moral había llegado a límites intolerables. El proceso, de acuerdo a las afirmaciones de las autoridades era irreversible. Los que podían huían del país. El resto se aprestaba a defenderse del sistema opresor que nos pretendían imponer o sucumbían en un conformismo desmoralizador.
Las Fuerzas Armadas y de orden no decían nada, ya las instancias institucionales habían hablado advirtiendo que el proceso de génesis democrática había degenerado en una completa ilegalidad e inconstitucionalidad. La armada había zarpado de Valparaíso para unirse a la operación UNITAS. Todo hacía presagiar que la suerte estaba echada para el país.
La prensa oficialista seguía sus campañas de odios y fomentando las divisiones, la prédica de la guerra civil era constante, las amenazas a los opositores habían subido de tono, los extremistas ya actuaban como dueños del país. El país no funcionaba, la industria, el comercio, los transportes, la minería y los estudiantes estaban totalmente paralizados.
Los partidos políticos opositores, Democracia Cristiana, Nacional, Democracia Radical e Izquierda Radical, habían convocado a una monumental concentración en la Av. Grecia, donde el único orador, el Presidente de la DC, Patricio Aylwin, llamó a las Fuerzas Armadas y de Orden a terminar con la pesadilla que estaba sufriendo la ciudadanía.
El pueblo, engañado como siempre, contaba con grandes cantidades de papel moneda, sin tener nada que comprar, los escaparates estaban vacíos, los precios, en el mercado negro fomentado por el oficialismo subían a valores inalcanzables. La inflación estaba desatada. El año terminaría con guarismos inflacionarios del mil por ciento.
Sigilosamente los Generales Augusto Pinochet Ugarte, del Ejército, Gustavo Leigh Guzmán, de Aviación, el Vicealmirante José Toribio Merino Castro, y el General de Carabineros, Cesar Mendoza Durán, habían decidido que el 11 pondrían fin al nefasto experimento de la Unidad Popular. Cuatro cabezas para un movimiento que tenía detrás a miles de oficiales y suboficiales y a una tropa dispuesta al combate.
El país, se fue a dormir, con esa tensa calma que imponía la situación, alerta contra los ataque vandálicos del extremismo, sumido en negros presagios de que estábamos en un punto sin retorno, preparándose, para al otro día ejercer la única labor existente, hacer cola para obtener algún alimento y luchar contra el opresor sistema castro-marxista que se instalaba en la Patria.
Hoy, 10 de Septiembre de 2007.
El Gobierno Socialista de Michelle Bachelet tuvo que movilizar miles de policías para evitar que sus “compañeros” destruyeran la capital en su romería a la tumba del ex Presidente Salvador Allende Gossens.
La marcha no tuvo actos de violencia extremos como aquellos a que estábamos acostumbrados, a pesar de ello, hubo 189 detenidos, entre ellos un menos con materiales para fabricar bombas molotov. Una veintena de detenidos fueron aprisionados al intentar forzar el paso por el palacio de la moneda, entre ellos algunos dirigentes de las organizaciones de derechos humanos. El resto, unos 160, fueron aprehendidos en incidentes provocados en las inmediaciones del Cementerio General. Un carabinero resultó herido en las refriegas.
A nosotros, según nuestra particular visión, nos parece increíble que hoy, con una fuerte campaña de desinformación y falsificación de la historia, todavía quede gente que conmemore al “borrachín” Allende, responsable de la destrucción del país y personalmente culpable de que hubiese existido la necesidad de un Golpe de Estado para terminar con el desgobierno impuesto por él.
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Como todos los anuncios rimbombantes de los gobiernos de la Concertación, el del proyecto gasífero del Lago Mercedes, y sobre el que todas las autoridades advirtieron que solucionaría el problemático abastecimiento de gas, resulto ser un gigantesco pozo petrolífero, del cual la ENAP todavía no tiene claro si es comercialmente explotable, Como todos los anuncios de Lagos, continuados por Bachelet, parecen diluirse para quedar solo en palabras. Hasta el momento se han gastado 48 millones de dólares en esta aventura.
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La delincuencia sigue creciendo como la “espuma”, lo que no resulta raro, en Chile es muy barato delinquir, lo que transforma la actividad en tentadoramente rentable. Creemos que en Estado no puede seguir abdicando de su obligación de dar a la ciudadanía la tranquilidad necesaria para realizar sus funciones, sean estas laborales, familiares o empresariales. La seguridad ciudadana es una de la obligaciones que NO cumple el Ministerio del Interior, por lo que claramente Velasco debe ser uno de los ministros que la Presidente debe exonerar.