“PROGRESO, POBREZA E
INEQUIDAD EN EL MUNDO”, POR HERNÁN BÜCHI.
El fenómeno económico y social más
relevante de la humanidad es el gran salto de progreso experimentado a partir
de la revolución industrial de Inglaterra. En poco más de dos siglos se progresó
a una velocidad muy superior a la de los milenios que precedieron. El bienestar
se multiplicó por 30 e incluso 100 veces si consideramos el cambio en la
calidad y naturaleza de productos y servicios. Este progreso no es sólo de
números; la expectativa de vida se duplicó y la mortalidad infantil pasó a ser
insignificante en términos históricos para los países que se subieron al tren
del progreso.
Dada la contundente evidencia que
deja esta virtuosa trayectoria sería esperable que los estudios y el eje de la
discusión pública sobre el tema estuvieran centrados en entender este proceso y
en cuidarlo y mantenerlo. Pero lamentablemente abunda lo contrario: estudios
que plantean sus defectos, pronostican su colapso y proponen reformas en base a
modelos utópicos. Marx es el caso más notable pero no es el único, aunque sí
quien más daño hizo en pérdidas humanas por el fanatismo de sus seguidores.
Hoy está de moda el libro del
economista Thomas Piketty sobre el capitalismo y la perversidad que a su
juicio es inherente al sistema: una inequidad creciente y que, pronostica, se
hará exponencial a futuro. Su argumento teórico es tan errado como los del
pasado y su solución es una variante de más impuestos y más estado elevado a
categoría mundial. Lo que lo distingue de intentos anteriores es un gran
bagaje de números y estadísticas a lo largo de sus muchas páginas y así se
entiende que la mayoría de los lectores – como queda registrado en la edición
electrónica – no avance más allá de la página 26. Pero quienes creen en su
tesis son inspirados por una sensación de certeza científica y sienten con ello
un respaldo moral.
No es el único que usa números, sólo
que se publicitan más los estudios que presentan evidencia contraria al
capitalismo, pero dado el innegable progreso que ha traído a la humanidad, el
peso de la prueba debiera estar en quienes quieren cambiar lo que ha sacado a
billones de la miseria y no al revés. Sin embargo no es así y cuando un estudio
muestra que los pobres han bajado notablemente en términos relativos a nivel
mundial, pero como la población ha crecido, su número absoluto no decrece, la
noticia es que la pobreza no disminuye, que el capitalismo no ayuda a los
pobres, que la inequidad aumenta y la globalización es un fracaso. Pero cuando
un ensayo muestra lo casi obvio, que el capitalismo y la globalización reducen
la pobreza, no afecta mayormente la equidad, y si ello llegara a suceder, sus
efectos negativos son más que compensados por el avance de todos, no se
transforma en noticia y son muy pocos los que se dan la molestia de estudiarlo.
El economista Xavier Sala-i-Martin
que nos acaba de visitar es uno de los que han escrito numerosos ensayos
también abundantes estadísticas. Respecto a la evolución de la pobreza nos
provee con números contundentes. El año 1970 se estimaba la población
mundial en 3.600 millones, en 1990 en 5.200 y el año 2006, que usa como final
de uno de sus análisis, en 6.500. El Banco Mundial a mediados de los ´80
definió como nivel de pobreza US$ 1 al día. Pero como es un número arbitrario y
existe polémica en su reajuste genera series para 1, 2, 3, 5 y 10 dólares al
día, que en valores del 2000 son 554, 1.108, 1.662, 2.770 y 5.540 dólares per
capita al año. La pobreza porcentual disminuye desde el año 1970 hasta
el 2006 de un 80% a 22% dependiendo de la meta usada y el número absoluto en
una población que crece 80% también cae con las cuatro primeras barreras,
significando menos de 600 millones de pobres en el mundo.
Hace también el esfuerzo notable de
construir coeficientes de desigualdad como el Gini para el mundo y para los
grandes países y áreas durante el período. El Gini mundial mejora en 10% entre
el ´70 y el 2006 y un 6% entre el ´90 y el 2006. Los demás indicadores de
desigualdad también mejoran. Lo que a primera vista parece una paradoja –
mejoría mundial cuando a nivel de un país gigante como China la población se
diferencia – no lo es. China era homogéneamente pobre y muy numerosa. Hoy tiene
una clase media muy importante que ha creado diferencias internas, pero a nivel
mundial representa millones de menos pobres y de más clase media, lo que
provoca una caída en la desigualdad global.
Estudia también qué ha pasado con las
medidas de bienestar general que tratan de combinar los efectos del progreso
con la desigualdad. No es sorpresa que mejoran mucho en el período analizado –
del orden del 140% a partir del año ´70 y 50% a partir del 2000.
El fenómeno del progreso es complejo
pero real. Debemos evitar seguir políticas que pueden afectar su
dinámica, más aún en base a cifras opinables y para las que existen
alternativas serias y creíbles. Pero peor aún es insistir en base a ellas con
propuestas probadamente fracasadas. Ello es inexcusable.
Chile se ha deslizado por ese camino.
Por ejemplo en educación la discusión se centra en conceptos Estatizantes y
de restricciones a la libertad de elegir y enseñar, en lugar de usar
creativamente la diversidad, nuestro verdadero activo, y aprovechar el avance
vertiginoso de las tecnologías. Es necesario cambiar el enfoque en ésta y
otras materias y esperamos que los líderes de opinión ayuden al país a
reaccionar a tiempo.