Egoísmo y cobardía.
Hemos tolerado con muestras de desinterés y cobardía que quienes nos liberaron del yugo marxista que trato de imponernos Allende sean perseguidos de manera inmisericorde por la vendetta de los rojos que no toleran la idea que un país pequeño haya demostrado que su revolución era perfectamente reversible, lo que apresuró el colapso del imperio rojo de la ex URSS.
Querían apoderarse de todos los bienes de la sociedad, pretendían controlar nuestras voluntades por medio de oprobiosas tarjetas de racionamiento, intentaron “colonizar” a nuestras juventudes con reformas educacionales que les permitieran eliminar las nociones de familia y concientizarlos en las ideas del “paraíso” soviético, esas que después de 50 años tiranizan a Cuba.
Despreocupadamente nos hemos dedicado solo a los asuntos propios, unos a ganar plata, otros a intentar lograr el bienestar de sus familias, muchos a intentar la mera supervivencia, una enorme cantidad a tratar de capear el temporal de un endeudamiento irracional que nos mantiene asfixiados y un segmento importante a solo pasarlo bien, haciendo abstracción de los temas valóricos.
Mientras esto sucedía nuestros adversarios, que actúan como rencorosos enemigos, se han dedicado a reescribir nuestra historia, transformando a nuestros libertadores y a los reconstructores del país en sanguinarios criminales, mientras ellos se presentan como victimas inocentes de la tragedia provocada en Chile.
Todos tenemos algo que agradecer al Gobierno de las Fuerzas Armadas, ya sean nuestras vidas amagadas por las bandas armadas del extremismo izquierdista, que actuaban bajo la protección del Gobierno, la mantención de nuestros bienes o simplemente la recuperación de nuestras libertades seriamente amagadas por el actuar ilegal del Gobierno de la UP.
Creemos que no hay excusa posible que justifique el abandono en que hemos dejado a nuestros hombres de armas, sometidos a injustos procesos en que se falsea la verdad y encerrados en los campos de concentración que las odiosidades de quienes nos gobiernan han establecido para llenarlos de escarnio y así doblegar a nuestras Fuerzas Armadas y de Orden.
No señores, no son inocentes quienes sembraron de odios nuestra sociedad, esos mismos que destruyeron al país económica, política, moral e institucionalmente en se demencial intento por establecer una “cabeza de playa” roja en pleno Sur del Continente Americano e intentaron someter a nuestro pueblo con las malas artes del engaño.
Tampoco nuestros Uniformados, de las ramas Militares y de Orden, son culpables de haber tenido que enfrentar al terrorismo desaprensivamente fomentado por nuestros actuales Gobernantes, ellos solo cumplieron con el deber de dar a la ciudadanía la paz y la seguridad a la que la sociedad tiene derecho.
Se ha descontextualizado las situaciones haciendo aparecer a los agresores, hay centenares de uniformados asesinados a mansalva de manera cobarde por terroristas ocultos, como victimas inocentes, en circunstancias que la victima real somos todos los chilenos que recibimos el brutal ataque del totalitarismo comunistoide.
Es un deber ponerse de pie para terminar con esta injusticia que tiene a los nuestros sometidos a prisión, los que sobrevivieron, muchos de ellos con secuelas que afectan hasta el día de hoy sus vidas, mientras los adversarios viven a cuerpo de rey a costa de los impuestos con que se exprime al pueblo chileno.
Seguir aceptando estas situaciones, en las que muchos frescos se aprovechan y los miristas quieren que se les reconozcan sus “meritos” revolucionarios con pensiones pagadas por la ciudadanía es convertirse en cómplices de esta execrable maniobra del oficialismo, a demás de arriesgar al país a tropezar nuevamente con la misma dolorosa piedra.
No vaya a ser que mañana estemos llorando por aquello que no hemos sido capaces de defender con ese valor que siempre ha caracterizado a la mujer chilena ni con la proverbial resolución de nuestros hombres que ha hecho famoso a nuestro pueblo. Pues esta vez, no lo duden, no encontraremos a nadie que salga en la defensa de nuestros derechos.
