Clarisa Hardy Presidente de Fundación Dialoga. |
De la
autocrítica al voluntarismo.
La reflexión que sobre el primer año de Gobierno,
y lo que se viene para el año 2015, hace la Fundación Dialoga -corporación
fundada el 2010 por Michelle Bachelet al finalizar su primer mandato Gubernamental-
resulta interesante y esclarecedora. El documento "El año que dejamos y
los retos de 2015" fue escrito por Clarisa Hardy, colaboradora cercana de
la Presidente Bachelet y Presidente de esta entidad, que pretende representar
el legado político de la Gobernante. Por esta razón es posible asumir que sus
dichos tienen alguna sintonía con el pensamiento de la mandataria.
Su mirada comienza por establecer el error en
el que incurrieron quienes pensaron que el programa de Gobierno era un
documento cuya aplicación práctica iba a estar sometida, como ocurre con
frecuencia, a los vaivenes de la política contingente, y, en consecuencia, su
contenido no necesariamente iba a ser la línea de conducción que el Ejecutivo
seguiría. Sin embargo, lo que ha ocurrido, indica Hardy, es que el programa ha
sido considerado como "un compromiso político que obliga moralmente",
y, por lo tanto, se trató "no solo de un programa de campaña, sino también
de un programa de Gobierno". Más aún, a juicio de Fundación Dialoga, lo
que procura ese programa es "desterrar los fundamentos de las
desigualdades en todas sus dimensiones", y es posible inferir que eso es
lo que también piensa la primera mandataria. Ese designio está a su vez en
sintonía con la metáfora de la "retroexcavadora que destruirá los
cimientos del modelo neoliberal" del Senador Quintana. De allí que no
cause extrañeza la persistencia en avanzar Legislativamente en los diversos
frentes que el Gobierno ha impulsado hasta ahora: tributario, educacional,
electoral y laboral.
Sin embargo, el mismo documento señala, a modo
de crítica, que ni muchos de los partidarios de la Nueva Mayoría, y
posiblemente tampoco los opositores de la Alianza, pudieron anticipar que
"detrás de los postulados, principios y propuestas generales del programa,
no había mayores avances de diseños técnicos, ni políticos". Por eso, a
juicio de Hardy, provocó sorpresa "la baja densidad técnica y de lógica
política en los diseños de las propuestas que estaban contenidas en el
programa", las que estaban acompañadas de "poco rigurosas medidas que
deberían darle carne a la implementación de las propuestas", todo lo cual
impactó en la aceptación popular de dichas medidas en la población. Llama la
atención que el documento pretenda atribuirles a esos elementos el rechazo que
muchas de las medidas han provocado en la ciudadanía, pues esta no se dedica a
hacer "estudios técnicos" o a examinar la "lógica política"
de las propuestas, sino más bien evalúa los resultados prácticos que anticipa
dichas medidas tendrán. Si la reforma tributaria generó temor en la población
de que la situación económica se resentiría, a pesar que no la afectara
directamente en su pago de impuestos, o si los padres advierten que la escuela
particular subvencionada que habían escogido para sus hijos va a estar sometida
a un régimen asfixiante para desarrollar su labor, sin que la educación pública
muestre ningún signo de mejoría, entonces más que el rigor técnico o la lógica
política subyacente, es el posible resultado de la aplicación de las medidas lo
que motiva su rechazo.
De ahí que los retos que establece la Fundación
para 2015 bien pueden calificarse de voluntaristas, al proponer reforzar la
educación pública, resolver los déficits en salud, persistir en programas de
ayuda a menores y a la tercera edad, entre otros, pues no se advierte cómo sin
"densidad técnica" ello ocurrirá, salvo la declaración de intenciones
de que "destronar los fundamentos de la desigualdad debe seguir siendo el
motor que guíe el hacer del Gobierno, en todos los frentes en que ello
ocurre".
(Tomado de Diario El Mercurio de hoy, imagen de
archivo)