Honduras: La vieja Historia,
por Carlos Rivera Alfaro.
Se rasgan vestiduras por la democracia interrupta; se condena a los "gorilas" cuyas ambiciones y oscuros intereses han dañado a la democracia…. Insulza con su nasal estilo, amenaza con las penas del infierno (y más si pudiera); ignorantes de profesión condenan el golpe.
Que hermosa debe ser esta democracia que yo no conozco; prístina e impoluta.
Debe ser algo muy distinto de lo que tenemos en Chile, dónde la participación se reduce a depositar un voto cada cuatro años para elegir candidatos impuestos por las cúpulas de siempre; dónde los derechos son tan amplios que un cocadicto y una bataclana aspiran a la presidencia; dónde hay políticos ladrones que se roban hasta los partidos; dónde la estupidez y la inconsecuencia parecen definiciones de principios.
Se olvida que el Congreso Nacional de Honduras sólo con 4 excepciones depuso al corrupto que hoy todos defienden. Se olvida que la máxima instancia de la Justicia Hondureña se pronunció en igual sentido. Se olvida que Zelaya quería modificar la constitución para "perfeccionar" la democracia en el sentido chavista.
Naturalmente esto es importante para aquellos que consideran las instituciones y al derecho como fundamento de la convivencia entre las personas.
Habrá quienes vean en esto la sombra del imperialismo yanqui, que hoy luce un tanto más oscura; tal ves sea cierto, raro sería que sus gráciles billetes, tan verdes como los de Chávez, no estén implicados en este hecho.
Lo cierto es que al final, más allá de la corrupción de Zelaya, de los acuerdos de políticos y de la salvación de la democracia; habrá militares condenados, aplastados por demócratas que desconocen el sentido del cumplimiento del deber, para quienes el patriotismo es una palabra hueca, tan vacía como la misma democracia.
La Familia Está en Peligro,
por Rodrigo Lema González
El 12 de julio pasado, un reportaje me llamó la atención mientras hojeaba el diario. Se trataba de un proyecto para una nueva constitución, presentado por Marco Enríquez-Ominami y que llevaría a cabo de ganar las elecciones presidenciales de diciembre.
El susodicho proyecto abarca ideas tan descabelladas como éstas: elimina la protección a la vida del que está por nacer, corta toda posibilidad de volver a instaurar la pena de muerte (que hace muchísima falta, dicho sea de paso) y, lo que es peor, dejaría de concebir a la familia como núcleo fundamental de la sociedad.
Esta es una situación gravísima, ya que la familia, como una de las instituciones más antiguas que existen, se ha encargado de inculcar, a lo largo de la historia, lo que en sociología se conoce como el ethos de clase, que es el conjunto de normas, valores y costumbres que se reciben del grupo social más cercano, y que condicionan la relación del individuo con su entorno.
Pueden haber muchas formas de familia, pero todas comparten algo en común: es el núcleo donde damos nuestros primeros pasos, donde sabemos que encontraremos protección, abrigo y alimento, y que nos enseña a enfrentar al mundo de forma responsable.
Esta estrategia de deslegitimar a la familia como un componente fundamental de los grupos humanos no es nueva. De hecho, se ha hecho en todos los países que alguna vez han estado sometidos a ideologías totalitarias de izquierda. A los menores , en pleno proceso de formación, se les alienaba de sus familias y se les enseñaba que la única gran familia que existía era el Partido. Ellos saben que allí reside la clave del mantenimiento de su ideología, en la corrupción de los valores fundamentales.
Y permítanme agregar algo más. Esto también va de la mano con la supuesta defensa de la libertad que hacen estos personajes: una libertad no orientada al crecimiento y desarrollo del individuo, al que aspiramos todas las personas racionales, sino una limitada a las directrices del omnipotente Partido único. Está claro que la familia es un enorme obstáculo para estos perversos fines, y no sorprende que intenten quitarla del camino. Estas directrices se parecen mucho a las que propuso en su momento el comunista italiano Antonio Gramsci.
No sé qué ensañamiento tiene Enríquez-Ominami con la familia, pero si él no pudo apreciar sus beneficios en su totalidad, los demás no tenemos la culpa. Ya está bastante grandecito para venir a usar la atribución (mecanismo de defensa que consiste en culpar a otro de la violación de mis expectativas) contra una sociedad entera.
Aun es tiempo de cambiar…,
Reacción Chilena
Se dice corrientemente que las ideologías han muerto, lo que analizando la praxis de nuestros políticos parece rigurosamente cierto, lamentablemente parece que junto con esta defunción han fenecido los valores, la honestidad, la consecuencia, el pudor y el recato.
Se han llevado también la decencia de las costumbres, el respeto al resto de las personas, la devoción a los poderes celestiales, la mesura ha desaparecido, la cortesía reina por su inexistencia, la moral ha sido sepultada y la propensión al servicio ha sido eliminada.
Hemos construido una verdadera selva, en la que solo interesan nuestras ambiciones personales, aunque sea a costa de pisotear las cabezas de nuestros semejantes, deificamos al consumismo como fórmula del ser, llegando al absurdo que las personas sólo valen por lo que tienen.
La especie ha sido perseverante en la destrucción de nuestro hábitat, aún a sabiendas que estamos terminando con las posibilidades de vida en el planeta, lo único importante parece ser el tener mayor cantidad de riquezas para someter al resto de los mortales.
No hay espacio en nuestro mundo para los buenos sentimientos, para la piedad, el amor al prójimo, la misericordia, para la caridad o para el amor al resto de la humanidad, todos estos valores esenciales los hemos reemplazado por el egoísmo ego centrista que nos impide ver los problemas de los otros.
La hermosa idea de la democracia la hemos asesinado con los afanes de poder personal, los representantes del pueblo han involucionado para asumir posiciones demagógicas, paternalistas o de una superioridad por sobre los demás ciudadanos de los países.
Por este camino, sin duda alguna nos dirigimos irremisiblemente a prácticas medievales de señores feudales y siervos, claro, eso en el evento que la especie pueda subsistir al mundo que dejaremos después de pasar por él, lo que seguramente es inviable.
Estamos a tiempo de modificar nuestras conductas y recuperar los valores que hemos perdido, sin duda es difícil, pero si no comenzamos por cambiar como personas es imposible lograr sociedades menos agresivas y con posibilidades de perdurar o proyectar un mundo mejor.
Se dice corrientemente que las ideologías han muerto, lo que analizando la praxis de nuestros políticos parece rigurosamente cierto, lamentablemente parece que junto con esta defunción han fenecido los valores, la honestidad, la consecuencia, el pudor y el recato.
Se han llevado también la decencia de las costumbres, el respeto al resto de las personas, la devoción a los poderes celestiales, la mesura ha desaparecido, la cortesía reina por su inexistencia, la moral ha sido sepultada y la propensión al servicio ha sido eliminada.
Hemos construido una verdadera selva, en la que solo interesan nuestras ambiciones personales, aunque sea a costa de pisotear las cabezas de nuestros semejantes, deificamos al consumismo como fórmula del ser, llegando al absurdo que las personas sólo valen por lo que tienen.
La especie ha sido perseverante en la destrucción de nuestro hábitat, aún a sabiendas que estamos terminando con las posibilidades de vida en el planeta, lo único importante parece ser el tener mayor cantidad de riquezas para someter al resto de los mortales.
No hay espacio en nuestro mundo para los buenos sentimientos, para la piedad, el amor al prójimo, la misericordia, para la caridad o para el amor al resto de la humanidad, todos estos valores esenciales los hemos reemplazado por el egoísmo ego centrista que nos impide ver los problemas de los otros.
La hermosa idea de la democracia la hemos asesinado con los afanes de poder personal, los representantes del pueblo han involucionado para asumir posiciones demagógicas, paternalistas o de una superioridad por sobre los demás ciudadanos de los países.
Por este camino, sin duda alguna nos dirigimos irremisiblemente a prácticas medievales de señores feudales y siervos, claro, eso en el evento que la especie pueda subsistir al mundo que dejaremos después de pasar por él, lo que seguramente es inviable.
Estamos a tiempo de modificar nuestras conductas y recuperar los valores que hemos perdido, sin duda es difícil, pero si no comenzamos por cambiar como personas es imposible lograr sociedades menos agresivas y con posibilidades de perdurar o proyectar un mundo mejor.