La aspirina de la AFP estatal.
El ex ministro de Hacienda y ex abanderado
presidencial, Andrés Velasco, critica con dureza el proyecto anunciado
el lunes 16 por la Presidenta Michelle Bachelet para introducir mayores
grados de competencia en el sistema previsional y dar cobertura a
sectores vulnerables de la población.
LA mala política es el
amiguismo, el cuoteo y el pituto. También lo es el anuncio con gran
titular y poco contenido, la ley que a primera vista parece atractiva,
pero en realidad resuelve muy poco. Vista así, la promesa del gobierno
de crear una AFP estatal es un buen ejemplo de mala política.
Hay muchas personas de clase media que, con razón, se quejan de sus
pensiones. La primera pregunta, entonces, que cualquier proyecto
previsional debe responder es ¿mejorará las pensiones? En el caso de la
AFP estatal, la respuesta es corta: no.
Las pensiones futuras dependen de cuánto cotizan las personas y
cuánto rentan las inversiones que con esas platas hacen las AFP. La
administradora estatal atenderá a personas con los mismos hábitos de
cotización y podrá hacer inversiones en los mismos bonos y acciones que
el resto de las AFP. Por lo tanto, es imposible que en promedio ofrezca
mejores jubilaciones.
Este punto es importante, porque la retórica de la campaña, más el
anuncio reciente con bombos y platillos, inducirá a muchos ciudadanos a
pensar lo contrario. Alguien tiene que decírselo: la AFP estatal no les
mejorará sus pensiones.
¿Para qué entonces podría servir una AFP estatal? En su mensaje al
Congreso, el gobierno lista dos propósitos: aumentar la cobertura del
sistema previsional y fortalecer la competencia entre AFP. Ambos son
propósitos importantes y loables. Lamentablemente, la AFP estatal no
garantiza que se lograrán.
Partamos por la cobertura. En Chile hay demasiadas mujeres y jóvenes,
trabajadores independientes y residentes de zonas rurales que no
cotizan. El gobierno espera que una AFP estatal, con oficinas en
ciudades pequeñas y localidades apartadas, los induzca a cotizar. El
problema es que no está nada claro que la principal razón de esos
jóvenes o trabajadores independientes para no cotizar sea la ausencia de
una oficina de AFP a la vuelta de la esquina.
Muchas de esas personas no cotizan porque no tienen trabajo, porque
si lo tienen trabajan sin contrato y así reciben un ingreso líquido
mayor, o porque ven la jubilación como algo distante que ya habrá tiempo
de resolver. Tanto es así, que la reforma previsional obliga a los
independientes a cotizar, y la aplicación de esa ley va a tener que
postergarse, porque muchas de esas personas no tienen intención alguna
de empezar a cotizar.
Además, para tener ese supuesto impacto benéfico en las cotizaciones,
la AFP estatal tendría que tener una inmensa red de sucursales por todo
Chile, con altos estándares de atención. Y eso toma plata y tiempo. La
plata no está en el informe financiero del Ejecutivo. Y si las
construcciones van a demorar una década, tampoco servirán, porque
entonces casi todas las transacciones serán digitales, y las oficinas de
ladrillos y cemento habrán perdido importancia.
Una alternativa es que la AFP estatal use la red de oficinas del IPS,
pero eso podría desatar un conflicto legal. Las AFP que tienen vínculos
con bancos o compañías de seguros, no pueden compartir locales con esas
entidades o proveer servicios atados. ¿Por qué entonces podría hacerlo
la AFP estatal?, argumentarán las administradoras. No se trata de
defender el bolsillo, agregarán, sino de cumplir lo planteado por la
Presidenta Bachelet: estricta igualdad ante la ley.
El argumento no es correcto, porque los casos no son equivalentes:
con la AFP estatal no hay conflicto de interés que impedir. Pero eso no
garantiza evitar un debate complejo y desgastador.
Y más allá de las aristas jurídicas, hay una pregunta de fondo, que
los partidarios de la AFP estatal deben responder: ¿es este el modo más
efectivo de afiliar trabajadores? La reforma del 2008 contemplaba un
fondo de educación previsional y un subsidio a la cotización de los
jóvenes. Ambos tienen potencial, pero han sido subutilizados. Al segundo
de estos mecanismos lo conocen pocos, y difundirlo sería rápido y de
bajo costo. También se le podría extender a trabajadores que no son tan
jóvenes, en una medida que apunte al corazón del problema.
Vamos ahora a la competencia, muy importante porque reduce las
comisiones cobradas por las AFP, incrementando así el sueldo líquido de
los afiliados (aunque no sus pensiones). Esas comisiones han sido
escandalosamente altas, lo que explica las cuantiosas utilidades de las
AFP. Pero las licitaciones de la reforma del 2008 ya redujeron a un
tercio las comisiones de los nuevos afiliados, transfiriendo decenas de
millones de dólares de las arcas de las AFP a los bolsillos de las
personas.
Este sistema de licitaciones ha sido probado y funciona. ¿Por qué no
usarlo para reducir las comisiones de ese 60 por ciento de los afiliados
que aún no se beneficia?
La AFP estatal sólo podría traer beneficios adicionales a las
familias si cobrara una comisión sustancialmente menor al 0,47 por
ciento del ingreso del afiliado que ya cobra la AFP más barata, y
lograra reclutar con ese gancho a millones de nuevos usuarios. No hay
experto previsional que crea que ello es posible sin subsidios
permanentes del Estado, especialmente si la AFP estatal tendrá que
construir una red de sucursales y contratar la fuerza de atención y
ventas que la justifique.
Las causas de las malas pensiones son mucho más profundas que lo que
una AFP estatal puede resolver. Tienen que ver con un mercado laboral
que discrimina y deja afuera a demasiadas mujeres y jóvenes, con
incentivos perversos que llevan a muchas personas a no cotizar, y con la
persistencia de empleadores inescrupulosos que se meten al bolsillo la
plata de las cotizaciones de sus trabajadores.
Estos problemas se pueden resolver, pero lograrlo requeriría pagar
costos políticos mayores. El mundo del trabajo requiere cirugía y todo
lo que el sistema político le administra es la aspirina de la AFP
estatal. Es otro ejemplo preocupante de la trivialización de la política
chilena.
(Reportaje de Diario La Tercera.)
(Reportaje de Diario La Tercera.)