sábado, 9 de julio de 2016

El récord de Bachelet, por Andrés Benítez.










El récord de Bachelet,
por Andrés Benítez.





No es posible dejar contentos a todos, dijo la Presidente al anunciar el proyecto de reforma de educación superior. Tiene razón. Pero una cosa muy distinta es no dejar contento a nadie. Los estudiantes, furiosos, piden la renuncia de la Ministro. Las universidades dicen no haber sido escuchadas y que la iniciativa atenta contra la calidad de la educación. Los Parlamentarios de la Nueva Mayoría se muestran reticentes. Tanto que muchos pedían suspender el envío hasta que se lograran acuerdos mínimos.







Pero el Gobierno, como lo hizo en estos dos años y medio de elaboración de las más de diez versiones del proyecto, no le hizo caso a nadie y lo envió al Parlamento a su pinta. El resultado está a la vista: se trata de una iniciativa que no flota desde el punto de vista técnico, ni tampoco político. Frente a esto, las autoridades dan una respuesta insólita. Dicen que se trata de un conjunto de ideas que ahora el Parlamento tiene que discutir y modificar. Un reconocimiento claro de que ni ellos mismos están dispuestos a defender su propia obra. Algo inédito en la política chilena.






La situación no es menor. Deja en la mesa un proyecto tan confuso, que llegar a puerto será un camino largo y tortuoso. Y como todo esto sucederá en un período electoral, las posibilidades de que de esto salga un camello son altas. La otra, como advierten muchos, es que ni siquiera se termine de discutir en este Gobierno, algo que es igualmente malo, porque en el intertanto, las instituciones de educación superior y sus alumnos, vivirán sin reglas claras. Todo esto tiende a paralizar un sector vital para el desarrollo del país.






Pese a ello, hay cosas que el proyecto despeja. La más obvia es que la gratuidad universal es imposible de lograr. La idea fue siempre mala, no sólo porque no hay recursos, sino también porque no tiene sentido financiar la educación a los sectores de más altos ingresos, cuando el país tiene grandes desafíos en otras áreas relevantes como la salud, la vivienda, e incluso en el sistema de educación escolar. Lo dijo con todas su letras el Ministro de Hacienda, al plantear que cuando Chile tenga más recursos deberá discutir si quiere utilizarlos en la gratuidad de todos o en otras necesidades. La respuesta es obvia.






Pese a ello, la Presidente no cede. Dijo en su discurso que el proyecto fija el camino hacia la gratuidad universal. Ella sabe que no es así, toda vez que se plantea que para lograrlo se requiere el equivalente a hacer dos nuevas reformas tributarias. Eso es imposible. Todos lo entendieron así, menos ella.






Bueno, por algo estamos como estamos. Esta semana, Bachelet alcanzó un nuevo récord: ser la de menor aprobación desde que existen las encuestas. El rechazo a su Gobierno llega casi al 80%. Incluso en los sectores de menores ingresos su apoyo no supera el 25%. O sea, lo que está pasando no le gusta a nadie.






Que un Mandatario entre en desconexión total con la gente puede suceder. Pero que, pese a ello, no corrija el rumbo, es inédito. Bachelet, con su actitud, demuestra que está dispuesta a inmolarse. Algo que, de seguro, no estaba en los planes de nadie, ni siquiera en los que la apoyaron.









(Artículo tomado de Diario La Tercera)

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