Lo que puede salvar a
Piñera
por Andrés Benítez.
No debe ser fácil
para Piñera aceptar su baja popularidad. Es cierto que no lo refleja. Se
muestra siempre energético y la mayor parte de las veces contento. Por otra
parte, tampoco está dispuesto a cambiar su forma de ejercer la Presidencia, lo
que para muchos es la causa fundamental de la escasa sintonía de la gente con
su Gobierno. Pero Piñera no cree en eso. Es más, el tema del estilo o carácter,
lo aburre. El prefiere seguir sus instintos, o hacer lo que se le da la gana.
Le gusta estar en el primer plano, hablar cuando quiere, que es casi siempre, y
si en ese camino se equivoca o se expone demasiado, le importa poco.
Pero igual le molesta
ser impopular. Por ello, la caída de cuatro puntos en su nivel de aprobación
que reflejó la encuesta Adimark de septiembre no lo deja indiferente. Y lo desconcierta,
porque en ese mes el Gobierno tiró mucha carne a la parrilla: sacó la reforma
tributaria, varios proyectos emblemáticos de educación, al tiempo que los
resultados económicos siguen siendo muy positivos. Claro, en su lógica, todo
ello era más que suficiente para seguir subiendo en las encuestas. Pero no fue
así.
Pese a todo, Piñera
no va a cambiar. Seguirá apostando a que más temprano que tarde, la gente se
dará cuenta de que su Gobierno ha sido bueno. Y que todo el cuento de que los
problemas tienen que ver con su forma de ser, será superado por los hechos.
Bueno, para algunos esto es una verdadera locura, la cual fue definida por
Einstein como hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos. Puede ser,
aunque la física es una ciencia exacta y la política es casi lo contrario.
Es evidente que todo
sería más fácil si el Presidente aceptara cambiar su estilo de Gobernar. Que
deje de estar en todas, de exponerse tanto, porque es ahí donde se reflejan sus
debilidades -es impulsivo, se equivoca demasiado, es poco empático-, lo que a
la gente no le gusta. Y que, por el contrario, tiene que concentrarse en
potenciar sus fortalezas, esto es, la idea de un Presidente que trabaja y que
es capaz de solucionar los problemas, cosas que en las encuestas sale bien
evaluado. Si fuera así, es probable que alcanzaría más sintonía con las
personas.
Pero también es
evidente que eso es ciencia ficción. Piñera no va a cambiar. Si es así,
entonces para muchos tampoco mejorará la negativa percepción que tiene la gente
de él. Que este Gobierno, aunque haga muchas cosas, terminará siendo impopular.
Sin duda, este es un escenario probable. Algo que no sería bueno para nadie. Ni
para el Presidente ni para la Alianza.
Pero hay una segunda
posibilidad. Que no cambie Piñera, pero sí las circunstancias, lo que tiene que
ver con la natural pérdida de protagonismo que tienen los Presidentes al final
de sus Mandatos. Esto, que para algunos es una maldición, puede ser una
bendición para el actual Mandatario. Porque cuando la atención se deje de
centrar en su figura, importará menos o nada su forma de ser. El seguirá siendo
el mismo, pero se notará menos. Y ahí tomarán preponderancia sus obras, que son
su fortaleza. Si esto es así, y si el Gobierno sigue mostrando buenos
resultados, lo que hoy suena una locura, puede resultar siendo verdad: que el
Mandatario recupere su popularidad. Es una apuesta arriesgada, pero es la única
que queda.
Desde California,
por Hernán Felipe Errázuriz.
Incluso en
California, donde 2/3 de los votantes eligieron a Obama en 2008, hay decepción
por su desempeño en su primer debate con Mitt Romney. Así lo recoge la prensa y
se percibe en la población.
Cerca de 90 millones
votarán en la elección Presidencial del 6 de noviembre, menos de la mitad de
los potenciales electores, pero sobre 50 millones vieron o escucharon el debate
-seis millones en California-.
Cuesta entender qué
le sucedió a Obama en el foro: inseguro, cabizbajo, sin mirar a su contendor,
recurriendo repetidamente a sus notas esparcidas en el podio para responder
débilmente a las críticas de su oponente. Parecía echar de menos el
teleprompter y haber perdido su energía y brillante oratoria. Recordaba a Bush
padre en su primer encuentro televisivo con Clinton, mirando su reloj,
esperando que terminara el desagrado del cara a cara.
Romney repitió el
encuentro entre Reagan y Carter; con naturalidad, se hizo cargo de todos los
temas -hasta de Dios en la sociedad estadounidense y de América Latina-.
Prometió lo que los electores quieren oír: crecimiento, empleo y reducción del
déficit Fiscal: promesas incumplidas de Obama. Con habilidad, Romney se
comprometió con lo obvio: apoyar a las pymes y a la clase media. Su estrategia
es acercarse al electorado, parecer moderado, desmentir las acusaciones de su
favoritismo por los grandes empresarios, y abrir un espacio para atraer a los
demócratas desilusionados de la gestión del Primer Mandatario.
Obama, apabullado por
el estancamiento económico y la cesantía, más bien reclamó que su contrincante
no explicaba cómo alcanzaría sus metas; que las matemáticas de superar las
rebajas de impuestos con la eliminación de elusiones tributarias no cuadraban,
y que la falta de precisión sobre los medianos empresarios permitiría
beneficiar a los grandes contribuyentes como Donald Trump.
¿Qué le sucedió a
Obama? Tal vez no hizo las tareas, lo afectó la burbuja en que viven los Presidentes,
tuvo mala asesoría, se descuidó o perdió el ritmo de debatir. Mal que mal,
Romney necesitaba desesperadamente superarse en este foro para recuperarse de
sus desaciertos, y contaba con más de 50 horas de debates en los últimos meses,
durante las primarias. Cualquiera sea la explicación, lo acontecido podría ser
sólo un tropiezo para Obama: restan otros dos debates Presidenciales, cuatro
semanas para la elección, y bien pudo haber guardado su artillería para
desacreditar al cambiante Romney en el último foro.
El Jefe de campaña de
Obama sostuvo que la actuación de Romney le podría permitir ganar un Oscar,
pero no la Presidencia, porque no es confiable aún. Es una nueva estrategia: no
criticar el conservadurismo de Romney, sino sus ambigüedades y fallas.
En todo caso, hay
otro ambiente, otra dinámica y, seguramente, habrá un nuevo Obama, más
agresivo, menos cortés y mas asertivo.
Necesidad de un nuevo
impulso,
por Juan Andrés
Fontaine.
Cinco Ministros,
dirigentes y ejecutivos de las más importantes empresas se han dado cita para
revisar, una vez más, las cortapisas que mantienen atascados cruciales
proyectos de inversión, lo que nos resta competitividad, capacidad de
crecimiento y generación de empleos.
El diagnóstico es
conocido. Los atrasos en obras de generación y transmisión de electricidad son
responsables del alto costo de las cuentas que pagan hogares e industrias. A
futuro, ello puede agudizarse porque -a falta de otras fuentes mejores-
terminaríamos recurriendo a la energía más cara y sucia, el petróleo. El costo
de la energía compromete la competitividad de la agricultura y la industria,
justo cuando resiente la debilidad del dólar y el alza de los salarios. Incluso
el desarrollo minero, que goza de tan buenos precios, está viéndose
obstaculizado: por primera vez, Chile ya no está entre los 10 mejores lugares
para invertir en minería -ha descendido al puesto 18- según un prestigioso
ranking internacional.
Es la falta de
claridad y coherencia de mucha de la normativa correspondiente la que
-hábilmente explotada por determinados intereses económicos o ideológicos-
favorece la paralizante judicialización de las autorizaciones ambientales.
Desde 2010, el Gobierno viene trabajando en diversas iniciativas para mejorar
la tramitación de las evaluaciones ambientales y sus múltiples permisos
sectoriales, precisar los alcances de las consultas que exige la Ley Indígena,
favorecer la obtención de las servidumbres, derechos o concesiones. Desde el
Ministerio de Economía, me correspondió echar a andar con ese objeto el Comité
Interministerial de Agilización de Inversiones y la Agenda de Impulso
Competitivo. Pero el tema no ha recibido hasta ahora la alta prioridad política
que merece, y el avance ha sido lento.
Tal vez el buen
desempeño de la economía le haya restado urgencia a esa agenda. Pero, dado el
enfriamiento del clima económico mundial y el agotamiento de nuestra capacidad
productiva ociosa, sin esas reformas microeconómicas nos será imposible
mantener el ritmo del crecimiento y la creación de empleos.
La baja popularidad
del Gobierno y la tensión política reinante tampoco ayudan a crear un ambiente
propicio para un debate Legislativo fructífero. Pero ahora que la urgencia
apremia es cuando más hace falta un liderazgo visionario, capaz de forjar los
acuerdos políticos necesarios. Lo que está en juego no es tan sólo que la
economía siga marchando a buen paso por ahora, sino también en el próximo
período Presidencial, quienquiera ocupe La Moneda. La iniciativa de un pacto
nacional pro inversión y competitividad, que parece preparar el Gobierno, no
puede ser más oportuna y debe ser apoyada por todos.
El poder de un debate
por Axel Buchheister.
El desenlace del debate Presidencial norteamericano fue
inesperado. Las apuestas estaban a favor de Barack Obama, que usualmente se
mueve como pez en el agua cuando de oratoria y dominio de escena se trata, no
obstante lo cual resultó reconocidamente derrotado. Como dato ilustrativo, el Mandatario
intervino efectivamente por 40 minutos con 50 segundos, mientras que Mitt
Romney sólo lo hizo por apenas 38 con 32, beneficiándose con un 11% de más
exposición, que en televisión es mucho tiempo. Habló más, pero el hecho es que
no se le vio; el desafiante, en tanto, que usó menos la palabra, llevó la
iniciativa y copó la pantalla.
Pero el debate no fue
únicamente despliegue escénico, sino que también intercambio de ideas,
imputaciones, cifras y detalles, y formulación de propuestas, todo
concentradamente. Es que allá más que agradar hay que convencer; y la gente
quiere saber. En suma, hubo sorpresa y contenido, lo cual puede marcar un
vuelco en una elección que se estaba dando por jugada, lo que se verá si
sucedió en las siguientes encuestas. Una fiesta para la democracia.
Aquí en Chile, ya se
despachó el proyecto de ley de primarias voluntarias. ¿Serán usadas? Adoptarlas
sería un primer paso para acercarse a las prácticas que tanta solidez han dado
a la democracia norteamericana.
En la Concertación,
difícil, pues se da como un dato la candidatura de Michelle Bachelet y la
nomenclatura del conglomerado no está muy dispuesta a arriesgar en el objetivo
de recuperar el poder. Si algo los complica el tema, es por una cuestión de
imagen, no de principios. Antes han recurrido a primarias, pero ha sido para
cubrir las apariencias o acallar a alguien, no para competir de verdad. La
prueba de lo contrario sería que incluyan a ME-O.
En la Alianza, RN
exige una primaria y la UDI se resiste. No se entiende esta reticencia, cuando
dicen tener el candidato que gana de todas maneras. Se dan dos argumentos: que
se puede afectar la unidad para la elección y el riesgo de una baja
concurrencia, que despejaría el camino a la Concertación.
La unidad no tiene
por qué fracturarse, si hay voluntad política y vocación de construir una
posición común mediante una confrontación leal, lo que constituiría una
inmejorable carta de presentación. Además, una buena contienda siempre atrae
votos. En las primarias norteamericanas la confrontación es dura y después todos
se unen para lo que sigue.
La buena rentabilidad
siempre deriva de asumir riesgos. Aunque no participara tanta gente, con una
primaria bien hecha la ciudadanía percibiría la voluntad de innovar en la forma
de hacer política -que parece ser la demanda hoy-, en contraste con lo que
probablemente sucederá con la Concertación, lo que pudiera ser muy rentable
políticamente. En un sector que cree en el emprendimiento y el riesgo como
receta económica, es contradictorio que en política la fórmula sea no arriesgar.
Se suele oír que
debates como esos sólo se pueden dar en Estados Unidos; que sólo allá se puede
dar vuelta una elección defendiendo ideas. Esa gran nación no nació rica y
civilizada, la construyeron en el tiempo. No hay razón para que las recetas que
les han servido no se puedan aplicar aquí, ya lo probamos en materia económica.
Temas económicos:
Importantes diferencias entre Obama y Romney.
La evolución de la
tasa de desempleo -una variable históricamente determinante de la suerte del
Presidente de turno al presentarse a la reelección- es probablemente el mejor
ejemplo del complejo escenario que enfrenta la primera economía del planeta.
Mientras entre 1987 y 2008 el desempleo se ubicó en torno al 6%, desde inicios
de 2009 no bajó del 8%, alcanzando incluso los dos dígitos en octubre de 2009
(con todo, ayer se informó que cayó a 7,8% en septiembre). Por otra parte, la
tasa de pobreza avanzó hasta 15,1%, siendo el número de pobres (46,2 millones)
el más alto desde que se publican estadísticas oficiales. A esto se agregan una
polarización política sin precedentes, la tensa situación internacional y las
distintas visiones sobre cómo reducir los niveles de deuda pública, no vistos
desde la posguerra. De allí la expectación en torno al primer debate Presidencial,
el pasado miércoles.
Y el encuentro no
defraudó, particularmente a quienes esperan una discusión centrada en los temas
económicos. En lo técnico, la discusión fue interesante y con inusual
profundidad para un show televisivo. En lo sustancial, ratificó las importantes
diferencias en materias económicas entre Obama y Romney.
Ambos comenzaron sus
intervenciones haciendo alusión a la desmejorada situación de la clase media,
identificada como el principal tema de campaña. En el pasado, este grupo
sustentó el crecimiento y la prosperidad de la economía, y la oportunidad para
referirse a su presente no se dejó pasar. No hubo mayores discrepancias entre
los candidatos respecto de la necesidad de fortalecerla, pero sí en cuanto a
los efectos que sobre este grupo pueden tener las distintas propuestas para
reducir el déficit federal, cercano al 8% del producto.
En esta materia, la
propuesta del Presidente Obama se centra en la necesidad de un plan de
financiamiento balanceado, basado en un menor gasto público, conjuntamente con
un alza de impuestos para quienes perciben más de 250 mil dólares al año -lo
que significa, en la práctica, terminar con la baja de impuestos implementada
bajo la administración de George W. Bush-. Esta estrategia, explicó el
Presidente durante el debate, hace innecesaria un alza de impuestos a la clase
media.
Por su parte, Romney
se ha opuesto sistemáticamente a cualquier aumento de impuestos para reducir el
déficit, y si bien se le ha criticado por la poca claridad de su programa,
durante el debate detalló los elementos centrales de su estrategia. Ésta se
basa en la reducción de impuestos a las empresas y la eliminación de
deducciones y vacíos legales (loopholes) que permiten elusión tributaria. Así,
el republicano apuesta a que el impulso al crecimiento económico provocado por
la reducción de impuestos debería ser suficiente para mejorar las cuentas Fiscales.
En principio, su lógica es correcta: menores impuestos generarán mayor
crecimiento económico y aumentarán los ingresos tributarios del Estado. Sin
embargo, los altos niveles de deuda hacen difícil pensar que esto será
suficiente. De hecho, grupos independientes han cuestionado el plan,
argumentando que eventualmente tendría que ser compensado con un aumento en los
impuestos a las personas, incluyendo la clase media.
Las diferencias entre
los candidatos también se hicieron ver en materias tales como energía,
regulación, seguridad social, educación y salud. La visión de Obama apunta a
dar un mayor rol al Estado en cada una de esas áreas. Su convicción es que el
Estado está llamado a asegurar las oportunidades de la población, y también la
libre competencia.
Por el contrario,
Romney plantea la necesidad de reducir la participación del Gobierno central, dando
mayor independencia a los Estados para decidir los sistemas de salud,
ofreciendo vouchers a los hogares para mejorar la educación de sus hijos, y a
los jubilados para elegir su seguro de salud.
El debate reconfirmó
las distintas posiciones de ambos candidatos, dejando en evidencia que la
elección no es entre dos personas, sino entre dos visiones económicas
alternativas, distanciadas aún más por las circunstancias. La clave está en
cuán obvias e importantes sean esas diferencias para el votante medio.
¿Y la superpotencia?
Si bien el debate
trató temas de política interna, también brindaba la oportunidad para que los
candidatos discutieran el papel de EE.UU. en el contexto económico mundial,
particularmente dada la situación en Europa. Esto no ocurrió: las únicas
alusiones al tema económico internacional trataron la incómoda posición
estadounidense respecto de China. Así, la difícil situación económica y la
división interna del país hacen hoy impensable que este pueda jugar un rol
determinante en el contexto económico mundial.
Lamentablemente, Estados
Unidos no está en condiciones de ser el líder que fue. Lejanos están los años
de su Programa de Recuperación Europeo impulsado en 1947, conocido como Plan
Marshall, que permitió reconstruir la Europa de la posguerra, fomentando el
libre comercio, la modernización industrial, y contraponiéndose al sistema
comunista propio de la Unión Soviética. Durante este período, fue además el
impulsor de iniciativas determinantes para la creación del Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial. Paradójicamente, hoy EE.UU. debe ocuparse de
su más importante acreedor: China. Más paradójicamente aún, China ha abrazado
poco a poco los mismos principios que en su hora hicieron de Estados Unidos un
ejemplo de desarrollo y prosperidad.
Cautela ante fuerte
crecimiento.
El Índice Mensual de
Actividad Económica (Imacec) de agosto mostró una expansión preliminar de la
economía de 6,2%, en línea con lo que esperaban los analistas y dando cuenta de
una importante fortaleza interna, no obstante el delicado escenario por el que
atraviesa la economía mundial, ubicándose así como el país que más está
creciendo económicamente a nivel de la Ocde.
Los resultados del
octavo mes del año son indicativos de que hay probabilidades razonables de que
el crecimiento de la economía nacional se ubique en torno al 5% en 2012, no
descartándose que pueda estar ligeramente sobre esa cifra, conforme lo proyectó
en septiembre el Banco Central, cuando aumentó su perspectiva de crecimiento
para este año, ubicándola entre 4,75 y 5,25%. Cabe recordar que de acuerdo al
FMI, en 2012 la economía mundial debería expandirse 3,4%, con la zona euro en
ligera recesión y tanto EE.UU. como China desacelerándose.
La fortaleza que
muestra la economía chilena -explicada por una combinación de factores, donde
influyen el buen precio internacional del cobre, fuerte inversión y un mayor
gasto interno- debe llevar a mirar estos resultados con la prudencia debida. El
alto déficit en cuenta corriente que muestra el país, fruto del mayor gasto
doméstico, ha llevado a un importante fortalecimiento del peso, que de persistir
podría generar efectos adversos para las exportaciones. Lo deseable sería que
el Fisco ajustara su gasto para así quitar presión interna y permitir una
depreciación natural de la moneda. Sería oportuno que en la actual discusión
presupuestaria el Ministerio de Hacienda llevase a cabo ajustes adicionales en
ciertas partidas, de modo que el crecimiento del gasto Fiscal no supere la
expansión proyectada para el PIB de 2013. La probabilidad de que la economía se
desacelere en los próximos meses también exige que las demandas de mayor gasto
por parte del Estado sean contenidas.
La semana política:
Desprolijidades y responsabilidades
Las desprolijidades
en la licitación del litio justifican el alejamiento del Subsecretario de
Minería, Pablo Wagner, a cargo del proceso. Un revés semejante afecta
doblemente a un Gobierno que ha hecho de la mejor gestión uno de sus pilares. Y
es lógico que si el Ejecutivo quiere sostener ese estándar de excelencia, eleve
las exigencias en otros ámbitos de su quehacer. Al reemplazar a una coalición
con 20 años de gestión, el cambio de estilo Gubernamental rompe rutinas
-algunas claramente deficientes-, que antes solían pasar inadvertidas para la
opinión pública. Y, además, siendo prolífico en materia de realizaciones, sus
errores en ese campo son disonantes y cobran gran relieve comunicacional para
La Moneda.
Con todo, más grave
traspié es la caída del Jefe de la División de Estudios del Ministerio del
Interior, el ex Fiscal Alejandro Peña, por su responsabilidad de supervisión en
las posibles irregularidades que afectaron la compra de equipos técnicos para
detectar el tráfico de drogas en el norte del país. La denuncia del pago de
sobreprecios recae en un área de la mayor sensibilidad para el Gobierno, ya
que, pese a las cifras e indicadores que se exhiben, la seguridad pública es
una prioridad nacional, y se percibe como una gran promesa incumplida.
La contratación del
ex Fiscal fue controvertida en su momento, pues afectó la imagen de
independencia del Ministerio Público, y ocurrió en medio de las indagaciones
por los atentados del publicitado "caso bombas" que luego fueron
desechadas por los Tribunales. Con todo, lo discutible de la contratación de
Peña por el Ministerio del Interior se vio atenuado por la iniciativa de sumar
al combate por la seguridad pública a un funcionario que aparecía con un perfil
ejecutivo y enérgico en esa área.
Pero los escasos
resultados alcanzados hasta ahora y los costos políticos asumidos por ese alto
funcionario de Interior tras absolverse a todas las personas que imputó como
responsables del "caso bombas" ya habían dificultado su labor. La
rápida reacción del Subsecretario y del titular de Interior -que presentaron
denuncias ante el Ministerio Público y la Contraloría, e iniciaron un sumario
administrativo interno- no habría sido coordinada con el Jefe de la División de
Estudios, lo que molestó a Peña y habría acelerado su renuncia.
Probablemente, los
daños que ocasionará este episodio en Interior aún no concluyen.
La ilusión del cepo
programático
La violenta y
repudiable funa que sufrió el acto de conmemoración del plebiscito del 5 de
octubre de 1988 refleja que, para revertir las resistencias y desconfianzas que
despiertan en ciertos sectores, la cúpula de la Concertación y su más posible
candidata, Michelle Bachelet, pueden requerir más que un nuevo socio -como el
Partido Comunista-, un nuevo nombre -"Por un Chile Justo"- y un
programa amplio. Hasta ahora, el PC se ha aferrado al lema de que su candidato
es "el programa", pretendiendo condicionar el eventual apoyo a
Bachelet a un conjunto de propuestas previamente negociado -a diferencia del
apoyo pasivo y unilateral que él debió dar a Lagos y Bachelet en sus
respectivas segundas vueltas.
En esa postura y en
la visión crítica de lo obrado en la era concertacionista, coinciden la actual
conducción del PPD y del PRSD, lo que facilitó el avance del acuerdo
programático con el PC y la Izquierda Ciudadana -analizado por separado- que se
presentará hoy, y que va más allá del ámbito municipal. Ese texto aspira a
recoger las demandas del movimiento social y a medirse electoralmente en la
votación de las listas de Concejales del pacto "Por un Chile Justo",
en competencia con la Concertación, representada por el pacto PS-PDC.
Originalmente incluía la demanda de una nueva Constitución, la formación de una
empresa nacional del agua y del litio, educación pública gratuita y de calidad,
fin al lucro en educación, una AFP estatal y otras reivindicaciones. Ante las
objeciones de la bancada Parlamentaria del PPD (especialmente sus Diputados)
por la radicalidad del documento, debió consensuarse, y así se eliminaron
algunos elementos y se intentó acotarlo al ámbito Municipal.
Los Presidentes del
PRSD y del PPD, Senadores Gómez y Quintana, respectivamente, estiman que la
única fórmula ganadora y capaz de dar Gobernabilidad al país es un arco
opositor amplio, que incluya al PC, y con planteamientos que recojan las
demandas del movimiento social.
Como señal de los
nuevos tiempos, los timoneles de los partidos de la Concertación sumaron al PC
a la conmemoración del plebiscito de 1988. Pero la escasa participación de
figuras políticas fue notoria, y se acentuó con la sorpresiva irrupción de
cientos de escolares para funar el acto. La virulencia de los jóvenes contra la
Concertación y el Gobierno desconcertó a los asistentes. Sintomáticos fueron
los insultos que recibió el Presidente del PC al intentar llamar a la
moderación.
Precisamente a ese
descontento apunta Marco Enríquez-Ominani, que lanzó su candidatura Presidencial
esta semana. El ex socialista rechazó participar en una eventual primaria de la
oposición y optó por jugarse a la primera vuelta electoral. El resultado que su
partido, el PRO, obtenga en los comicios municipales -en comparación con el 20%
que obtuvo Enríquez-Ominami en la Presidencial de 2008- puede ser muy relevante
para el entusiasmo de sus seguidores en la carrera Presidencial.
Resoluciones judiciales
y sensación de impunidad.
Fuertes y
comprensibles críticas generaron esta semana dos decisiones tomadas por sendas
Jueces de Garantía en el caso del homicidio de un barrista ocurrido el domingo
pasado. En la primera, una Magistrado rechazó la orden de detención solicitada
por el Ministerio Público en contra del autor confeso del asesinato, por
considerar que no se habían respetado sus derechos. En la segunda, otra Juez desestimó
la prisión preventiva del sujeto, sosteniendo que no constituía un peligro para
la sociedad. La controversia generada incluso provocó que el Gobierno anunciara
el envío de reformas legales para proteger los derechos de las víctimas y la
seguridad de una ciudadanía sorprendida por la actitud judicial excesivamente
garantista que estaría generando una sensación de impunidad.
Los pronunciamientos
de las Jueces se suman a otras medidas judiciales recientes que han llamado la
atención, como la exclusión de pruebas que se veían atingentes en varias causas
relevantes. Todas estas resoluciones parecen pugnar con el sentido común y
aconsejan una revisión urgente y profunda de una situación que ha llegado al
límite, y que amerita la adopción de definiciones. Ello sólo puede deberse a
una política judicial equivocada, graves errores investigativos o a una
legislación inadecuada. Cualquiera que sea, se requiere de prontas
rectificaciones.
En el caso concreto,
no resulta entendible que un homicidio a tiros sea tratado como un delito menor
y no se le asigne la importancia que merece, no obstante las abundantes
pruebas, en términos que el responsable no sea considerado un peligro para la
sociedad. Más aún si tanto la víctima como el autor confeso pertenecen a las
“barras bravas”, grupos que suelen aplicar conductas de agresión y represalia
que lindan en el comportamiento mafioso.
Según la Juez de Garantía,
la confesión se obtuvo luego de que el inculpado fuera llevado a un recinto
policial para practicarle un control de identidad que no correspondía, pues él
portaba su cédula, y sin la presencia de su abogado, a pesar de que el Fiscal y
la policía sostienen que consintió en hacerlo y renunció a sus derechos una vez
que le fueran explicados. Más aún, la infracción de éstos parece ser una
alegación de la defensa más que del propio afectado, quien incluso ha pedido
disculpas por sus actos. Si la simple alegación de no haberse respetado las
garantías o incumplido las formalidades legales basta para crear la duda, la
labor investigativa se vuelve imposible de cumplir.
No corresponde volver
a la detención por sospecha, que se prestó para arbitrariedades, pero cuando la
policía conduce una investigación de un delito grave y habiendo una causa
probable, debería estar facultada para conducir a un sospechoso a un recinto
apto para interrogarlo. Estos interrogatorios debieran tener una duración
acotada y filmarse para que haya constancia del respeto a los derechos y el
cumplimiento de las formalidades legales.
El Gobierno ha
anunciado una reforma a la normativa procesal penal, lo que parece apropiado e
impostergable, sin que ello suponga debilitar las garantías esenciales. Además,
habría que considerar reformas institucionales al régimen de los Jueces, para
que se hagan responsables de las decisiones que adoptan, puesto que ellos no
están exentos de rendición de cuentas y ese es el estándar propio de los países
democráticos.
Campaña electoral.
¿De qué tratan los
programas y los proyectos? ¿Cuáles son las ideas y proposiciones? ¿Qué cosas se
pretende cambiar y qué otras mantener, o mejorar? ¿Quiénes son los candidatos?
¿Qué formación han recibido? ¿Cuándo, dónde? ¿En qué creen? ¿En qué no? ¿Cuál
es su visión del hombre y el mundo, de la Comuna? ¿Tienen familia, trabajo
estable y conocido? ¿Qué antecedentes suyos pueden ser útiles para que los
electores tomen la mejor decisión? ¿Quién financia sus campañas y por qué? ¿Por
cuánto?
En este párrafo,
ponga usted un largo etcétera, y pase al siguiente.
Bien: imagino que las
respuestas a todas esas preguntas están en las respectivas páginas web de cada uno
de los cientos (¿tal vez miles?) de candidatos a Alcalde y Concejal que por
estos días han comenzado sus campañas. Imagino, también, que estarán impresas
en algún documento que tendrá alguna circulación en alguna parte. En fin,
presumo que en las respectivas oficinas, locales o stands de los legítimos
buscadores de votos se encuentran disponibles para quien las solicite.
Sin embargo, en la
calle no se ve ni se encuentra nada de aquello. La campaña, a juzgar por lo que
se mira (que es, al mismo tiempo, a lo que se apela), parece una disputada
promoción de rostros y sonrisas, tipos de peinado y vestido, clases de anteojos
y corbatas, a veces también de apellidos y nombres. Pero de aquellas preguntas
y sus respuestas, no se observa nada...
Resultados electorales
en Venezuela.
A pesar del
modernismo y seriedad que Chávez insistió en asignar al sistema electoral
venezolano, campaña en la que citó reiteradamente al ex Presidente de los
Estados Unidos, Jimmy Carter, llama la atención que a cerca de dos horas de
concluido el proceso eleccionario, y a pesar de la automatización que se ha
destacado, no se hubiese entregado resultado alguno.
Las experiencias
anteriores, en las que al menos ha habido mucho ruido por las presunciones de
un accionar fraudulento del Consejo Nacional Electoral (CNE), absolutamente
subordinado al poder Ejecutivo, dan cierta credibilidad a las sospechas de que
se demoró la entrega de los escrutinios mientras se manipulaba los resultados,
para entregar un resultado favorable al autócrata.
A dos horas de
cerrado el ‘recuento” se publicaban rumoreaban cifras oficiosas, filtraciones
del controlador de las elecciones, que
daban al Presidente Hugo Chávez una
holgada victoria por más de un millón de votos de ventaja, para a cerca de tres
horas de finalizado el proceso, entregar un primer computo oficial con un 90%
de los votos escrutados en que da al tirano un 54,42% de los sufragios.
Creemos, como lo
hemos pensado desde que se confirmó la fecha de los comicios que el Gobierno
bolivariano una vez más falseó los resultados del proceso manipulando las maquinas
de votación y tomándose un largo plazo de tiempo para “cocinar” por casi tres
horas los resultados en la dependencia chavista llamada Consejo Nacional
Electoral, con los que una vez más el tirano prolonga su periodo Gubernamental.
Creemos que para Venezuela los tiempos solamente pueden
ser peores, la “victoria” dará fuerzas a la tiranía chavista para seguir
profundizando la “revolución” para intentar transformarla en irreversible, con
lo que a los venezolanos se le seguirán coartando, cada día más, las escasas
libertades de que gozan y la clase Gobernante continuará apoderándose de las
riquezas de ese país.
Durante el último
tiempo hemos llorado por el destino del pueblo venezolano, también lo hemos
hecho por otros países en manos de un populismo trasnochado, como Argentina o
Bolivia, en la que los Gobernantes aprovechan antidemocráticamente el
presupuesto nacional para adormecer y comprar las conciencias ciudadanas para
mantenerse ilegítimamente en el poder.