Más de 9 mil
efectivos de las Fuerzas Armadas y de Orden participaron el la Parada Militar
en Homenaje a las Glorias del Ejercito realizada ayer en el la elipse del Parque
O’Higgins de Santiago.
Esta tercera parada
encabezada por el Presidente Piñera fue una nueva demostración de la gallardía,
disciplina y de las capacidades de nuestros hombres y mujeres de armas, de los
que somos grandes admiradores.
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Chile, una Matria,
por Gonzalo Rojas.
Con el aporte de la
investigación, cada día sabemos más sobre el notable papel de las mujeres en
muy variadas dimensiones de la historia de Chile. Isabel Cruz, Ana María
Stuven, Teresa Pereira -entre otras notables especialistas- nos han ayudado a
comprender las grandezas y dificultades que se han manifestado en la vida
femenina durante los casi 500 años de nuestra historia.
Las mujeres -así, en
su totalidad- han sido las portadoras de la más nuclear identidad de Chile; los
hombres hemos sido sólo sus legítimos herederos. El alma de Chile ha sido y
viene siendo la mujer. Chile es, en realidad, una Matria.
Todos hemos usado muchas
veces, sin calificativos, la simple expresión "mujer chilena"; esas
palabras son autosustentables, son tan plenas, que cuando se les ponen
calificativos, se las rebaja. Simplemente pareciera que no hace falta precisar
lo que es la mujer chilena. Lo curioso es que no hay una expresión equivalente
-lamentémoslo, pero reconozcámoslo- para los varones: la más parecida es
"roto chileno", palabras que son ambivalentes: se refieren al
glorioso miembro de a pie o montado de nuestros ejércitos y, en general, de
nuestras Fuerzas Armadas, o al gañán y al delincuente. Por eso, hay que
especificar qué se quiere decir cuando se califica a alguien como "roto
chileno", mientras que no hay nada que aclarar cuando se usa la expresión
"mujer chilena", porque es una imagen autosustentada, una expresión
plena, que revela gratitud y admiración.
Esa identidad, ese
carácter de matriz, se ha concretado en tres dimensiones. Algunos las podrán
considerar consustanciales a las mujeres en sí mismas, mientras que otros
podrán mirarlas sólo como manifestaciones culturales propias de un momento que
ya se está yendo y que debe irse, análisis histórico perfectamente legítimo.
¿Cuáles son esas
dimensiones? La intimidad, la esponsalidad y la maternidad. La intimidad de la
mujer, su apertura a la unión con otro cediendo, entregando su intimidad
-esponsalidad- y, como fruto de esa entrega a otro y con otro, su papel físico
y espiritual de matriz, su maternidad.
Desde niña, por
siglos, la mujer chilena aprendió a custodiar muy delicadamente su intimidad,
no sólo la intimidad de su cuerpo, de su dimensión estrictamente corporal,
física, visible, sino también la intimidad de sus afectos, la intimidad de sus
proyectos, todo descrito con palabras que hoy casi no se usan en la sociedad
chilena: discreción, finura, recato; o sea, intimidad corporal, intimidad de
los gestos, intimidad de los afectos y de los proyectos.
Y, a partir de esa
dimensión íntima, la mujer chilena se iba abriendo a un plano de vida
compartida, pero todavía llena de intimidad: la esponsalidad, lo que implicaba
compartir la intimidad, pero conservándola para y con su marido. Buscaba ser
esposa fiel hasta que la muerte separase esa unión; y en ese contexto de
intimidad compartida, la mujer estaba también abierta a la vida, a una
maternidad numéricamente muy extendida, a una maternidad que solía calificarse
con la palabra "generosa", expresión valorativa, no cuantitativa. Se
solía decir de la mujer chilena que había sido madre generosa y abuela
generosa, porque en la medida en que había tenido muchos hijos, tenía que
hacerse cargo, además, de los muchos hijos de sus muchos hijos; madre generosa,
abuela generosa.
No sería lógico
pensar que esta triple dimensión ha estado siempre presente y en todas nuestras
mujeres; obviamente no. Pero era un ideal, un máximo deseado, una múltiple
manifestación de plenitud, hoy gravemente deteriorada.