Aprender
del duro revés,
por
Álvaro Góngora.
La
Presidente Bachelet se congratuló del republicanismo y la vocación
democrática demostrada en las Municipales, pero demandó falta de
"responsabilidad cívica" por la elevada abstención. Se
esperaba un respaldo mayoritario por una gestión que se creía
buena. Pasado el fracaso, ahora interesa focalizarse en acciones para
revertirlo. Hay quienes ven la solución en el cambio de Gabinete,
del núcleo político en especial; otros minimizan la derrota, no
revela un giro a la derecha; se culpa a la abstención o que falta un
nuevo trato del Gobierno con la DC, y ¿se habrán preguntado en
palacio y en el oficialismo qué hicimos mal?
Varios políticos del sector han manifestado disposición a reflexionar: "aprender del duro revés que sufrimos" (Goic), con el fin de rectificar. ¡Enhorabuena! Fácil, es cuestión de revisar el historial del Gobierno. Aquí solo una muestra, no se puede más.
En 2014, con la euforia y soberbia viva, se presentó el proyecto de reforma tributaria. Hubo opositores a granel y críticas de Ministros de Hacienda de la Concertación con argumentos técnicos serios, que no se tomaron en cuenta. Con todo, se aprobó apresuradamente, luego de modificaciones acordadas en casa de un Senador. Hecho que, de paso, también habla mal de la Nueva Mayoría y del Congreso. A poco andar el Ministro de la cartera fue reemplazado y la nueva autoridad elaboró otro proyecto para "simplificar" aspectos técnicos, dijo, pero la verdad "reformó la reforma". Diferentes voces denunciaron improvisación, pero la Presidente lo negó. Conste, recién en enero de 2016 el Senado aprobó los "ajustes" efectuados, reconociendo que contenía "un conjunto de errores" (Montes).
Comenzando el análisis del proyecto de reforma a la educación, se señaló que "el país no tolera un segundo año" con las improvisaciones y desprolijidades demostradas durante el primero (Walker). Pero así fue. Todos sabemos qué sucedió después del mensaje Presidencial del 21 de mayo de 2015, con el anuncio de la gratuidad para la educación superior. Resultó algo muy diferente: una situación caótica, que terminó asignando a última hora los recursos requeridos, mediante una glosa presupuestaria y todavía beneficiando a un porcentaje menor de estudiantes. Hasta nuestros días no hay certidumbre sobre el tema y menos acerca de la reforma total. Nuevamente, especialistas han impugnado el proyecto: "no hay ningún punto que vaya a generar fácil consenso, (impone) un tremendo aparato de control basado en la desconfianza... el Gobierno está metido en un zapato chino" (Brunner). ¿Y cuál es el panorama actual? Se esperan "indicaciones sustitutivas". Sospecho nuevo proyecto.
Conceptos análogos sobran: "La ambigüedad del Gobierno... récord de liviandad" (Velasco), "hay ineficiencia muy grande" (Pérez Yoma). En verdad, el sello del Gobierno es claro: falta de conducción, apresuramiento, desprolijidad, escasez de diálogo efectivo y obcecación Estatista, indiferencia a críticas razonables y fundadas, por empecinamiento ideológico. El malestar es creciente en todo el espectro partidario. Hasta el Diputado Boric exclamó: "Que se termine improvisando tanto con un caballo de batalla de la campaña de Michelle Bachelet". ¿Padrón electoral y ley exprés? "Generó un daño irreparable" (Escalona). Es fácil entender que este disgusto también lo sintamos los chilenos corrientes.
Si de responsabilidad se trata, entonces quienes deben demostrarla primero y a toda prueba son nuestras máximas autoridades. Responsabilidad que debe apreciarse, por ejemplo, en propuestas Legislativas bien hechas, analizadas previamente y con precisión; con acciones en general eficientes o efectivas, que dejen de ser efectistas; en responder oportunamente a anomalías generadas por decisiones mal adoptadas, etc. Sobre esto hay que reflexionar en La Moneda y Nueva Mayoría, más que en mejorar el diálogo y cambiar Ministros.